Es uno de los lugares más desagradables de visitar, el desierto de Judea con el monte de las Tentaciones, en Israel. Montes pelados y oscuros, sin rastro de vida alguna, nos hacen meditar en lo difícil que le habría sido al Señor vivir cuarenta días en lugar tan inhóspito.
Cuando te encuentras por aquellos parajes, cambias por completo el modo de ver la vida diaria, y al regreso, ya no eres la misma persona que marchó de su tierra, para conocer algo mejor, lo que allí pasó hace tantos años…Jesús había marchado del Jordán, en donde había encontrado un numeroso grupo de gente que no Le llegó a reconocer como El Mesías, pues para ello se necesitaba tener un alma, un pensamiento, un cuerpo, limpios de toda impureza. Sólo la castidad da perfección intelectual y claridad de pensamiento; quién así actúa, es como un ángel que “ve” a Dios, lo “huele”, lo sigue y lo señala. Ocurriría más tarde con el encuentro entre Jesús y Juan de Zebedeo, “el discípulo amado”, que enseguida supo que Él era el Mesías… Iba a comenzar una difícil Misión. Tenía que prepararse a conciencia… Y por fin ha llegado Jesús a encontrarse con la soledad, las rocas yermas y la tierra quemada, que forma montoncillos de polvo amarillo, que el viento levanta en pequeños remolinos. Hay tanta sequedad en el ambiente circundante, que parece incomprensible ver ramajes de espinas parecidos a mechones de cabellos blanquecinos. Un silencio sepulcral envuelve el ambiente… Es imponente la visión de este grupo montañoso, donde se encuentran algunas grutas y oquedades. Podemos ver a Jesús, que descansa sentado en una piedra: unas veces le sirve de reclinatorio y otras, de almohada para el descanso. El pequeño saco de alimentos que le preparó Su Mamá, ya se agotó. No obstante, Jesús hace ayuno en estos días, por eso está muy flaco y muy pálido…Satanás se presenta ante Él. No es una bestia con cuernos y cola, sino que ha tomado el aspecto de beduino, envuelto en un gran manto. Parece un personaje de teatro, con turbante en la cabeza. Mirarlo resulta repulsivo, molesto, pues sus ojos tan negros, magnéticos y penetrantes, sus labios finos, perforan el alma y queman los sentidos. La mirada de Jesús, por el contrario, acaricia el alma, transmite bondad y amor. Satanás comienza su tortura y Le pregunta:”¿Estás solo? ¿Cómo has llegado hasta aquí?” Pero Jesús no lo mira y no responde. El diablo continúa: ”No tengo agua. Voy al río a beber y pediré pan. Ven conmigo”. Jesús sigue en silencio, sin mirarlo. Él Le insiste una y otra vez, sin descanso, intentando hacerle caer en tentación. “¿Llamas al Eterno? Pues ahora estás en la Tierra, con los hombres, aquí reino yo. Tus sacrificios no servirán de nada. Te odiarán por Tus desvelos y por Tu ejemplo. Los hombres no saben nada de dolor, obediencia o sacrificios. Ellos hablan de oro, comida y lujuria. Ellos son como el polvo del desierto donde anida la serpiente que muerde, y el chacal que destroza. No sigas con esto, Te defraudarán”. Su horrible mirada intenta enfrentarse a la mirada bondadosa de Jesús. Pero el Señor sigue orando sin levantar la cabeza. No quiere enfrentarse a Él, desprecia sus palabras. “Puedo ser Tu maestro aquí. Triunfarás, eres joven y bello. Búscate una mujer que Te quiera. El Nuevo Adán debe tener su Eva; el oro y el poder Te servirán. Ve a ella que Te enseñará cómo es la vida, ella es lo más bello del mundo, es un perfume que Te acaricia. Y sus caricias dan fuerza a los sentidos. No tendrás dolor ni fatiga junto a ella. ¡Tú tienes hambre y yo Te hablo de mujeres!. Estas piedras redondas, si quieres, pueden ser panecillos crujientes. Y estos espinos, dátiles o miel. ¡Eres dueño de todo! Pero eres débil, incapaz de ordenar algún milagro. Flaqueas y te pones pálido. Yo lo puedo hacer por Ti. Quiero servirte, eres mi Dios, aunque yo sea indigno. Ayúdame con Tus oraciones”…Jesús le increpa:”¡Calla y apártate de Mí, Satanás! No solo de pan vive el hombre, sino de cualquier palabra que viene de Dios”. El maligno siente una rabia inmensa, rechina los dientes, se muerde la lengua cerrando los puños, pero se controla. “Comprendo que tengas horror de servirte de mí. Mira ahora la Casa de Dios. Los sacerdotes se dedican a cosas mundanas. Haz un milagro y tírate del pináculo del Templo y todos Tus ángeles bajarán a los pórticos y Te protegerán con sus alas, así verán ellos que existe Dios y que eres Tú” Y Jesús con voz majestuosa responde:” ¿No tentarás al Señor, Tu Dios, está escrito”.- l ¡Adórame, Te necesito! ¡Oh, Cristo! Dame un momento de alegría, Te dejaré tranquilo, que me quema este infierno donde me encuentro… Jesús se levanta firme y severo. Delgado de tanto ayuno. Sus ojos son luz de fuego. ¡Es un trueno! .-“¡Lárgate, Satanás! “adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”, está escrito”. Satanás es ahora una figura horrible, está furioso, es un chacal que despide odio y graznidos. Se marcha al fin. Jesús ya está solo, muy cansado, agotado. Los ángeles del Cielo Le reconfortan y Le adoran. La cueva donde se encuentra se llena de luz y calor. Es un Paraíso, y Jesús es un Monje, un Ermitaño, y una expresión mística y ascética se perfila en Su rostro. Baja feliz de la montaña con paso ligero, ha conseguido superar la prueba con ayunos y oraciones. Ha sabido enseñar a los hombres cómo renunciar al diablo. El silencio y la constancia Le sirvieron de apoyo. Pensó en Su Mamá, para que le ayudase a evitar el encuentro con el mal. ¡Ya está preparado para comenzar Su Misión!…