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El duelo en defensa del honor

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La palabra “duelo” debe entenderse aquí como enfrentamiento armado que antiguamente mantenían dos personas en defensa de su honor cuando lo consideraban mancillado, bien por insulto, ofensa o injuria que lesionaran la honra, reputación o buena fama.

El ofendido se veía así obligado a retar en duelo al ofensor por haber manchado su honor. Y, si no lo hacía, sería tenido por la sociedad como un deshonor y un desprestigio que le deshonraba y le dejaría ya una mancha para siempre. El ofendido, debía obtener la satisfacción del contrario en combate para que le fuera restituido su honor ultrajado, que debía ser lavado con sangre en duelo. Había tres clases de duelos: “decretorio”, o hasta la muerte; “propugnatorio”, cuando no se tenía intención de matar; y “satisfactorio”, si el ofendido estaba dispuesto a suspender el combate a cambio de la satisfacción que le diera el adversario tras haberle herido.
El duelo se practicó en España y en países de Europa y América. Tuvo su apogeo en la época caballeresca del Medievo; en nuestro país mayormente en el siglo XV, habiendo durando hasta la mitad del siglo XX. Esta forma violenta de batirse, que hoy sería aberrante e inconcebible, entonces era tolerada por la sociedad como si de una ley de honor se tratara. En ocasiones estuvo regulada y perseguida con pena. Alfonso X el Sabio recogió esta figura en Las Partidas, regulando la manera de hacer el desafío, quién podía proponerlo, sus causas, formalidades, lugar y condiciones.  Los Reyes Católicos lo prohibieron con una ley promulgada en Toledo en 1480, previendo duras penas para los duelistas, padrinos y testigos que no dieren aviso a las autoridades. En 1678 nuevas leyes volvieron agravar las penas. Felipe V en su pragmática de 1716 incriminaba el duelo como un “delito que causa infamia” y castigaba a los duelistas con la pena de muerte y confiscación de sus bienes. Fernando VI el 9-05-1757 endureció las penas. Por Real Orden de 6-09-1837, se consideró el duelo como “una fría atrocidad tan repugnante a la moral y a las leyes como impropia de un pueblo cristiano”. Con todo, la figura tuvo gran aceptación popular y una abundante literatura. Jovellanos se ocupó de él en “El delincuente honrado”. Y es curioso que el duelo fuera utilizado más por las clases altas (aristócratas, políticos y militares de alta graduación), pero muy rara vez por las bajas capas sociales, porque entonces el honor sólo se le atribuía a los “caballeros”, resultando así, además de moralmente reprobable, también clasista y sectario.
Quien se sentía mancillado en su honor, retaba al ofensor “arrojándole el guante”; si éste “recogía el guante”, aceptaba el duelo. O lo notificaba al contendiente enviándole los padrinos, para que también él designara los suyos, que debían acordar fecha, lugar, armas a utilizar (pistola o espada), modalidad de duelo, igualdad de armas y demás condiciones fijadas. A veces solía designarse antes un “tribunal de honor”, que debía dirimir las discrepancias de los padrinos. Si se celebraba con pistola, ambos contrincantes se colocaban de espaldas uno al otro, daban de 25 a 40 pasos en sentido opuesto, según los acordado. A la señal o silbato del juez de campo, se volvían frente a frente y se disparaban. Si caía alguno herido, el combate se paralizaba o seguía según la modalidad pactada y que el ofendido se diera o no por satisfecho. Si elegían sable o espada, el combate se celebraba a esgrima. El vencedor no solía ser detenido ni juzgado como un criminal aunque llegara a matar, porque el hecho se consideraba como un acto de heroísmo.
 De los numerosos duelos celebrados en España citaré sólo algunos. El de Andrés Borrego y Luis González Bravo que, a su vez, originó otro entre los padrinos, el poeta extremeño José Espronceda con el conde de Cheste. El infante Enrique de Borbón contra el duque de Montpensier, en el que murió el infante. El general Seoane con el capitán Joaquín del Manzano. El escritor y diputado Blasco Ibáñez manifestó en el Congreso que “un tenientillo desvergonzado” le había empujado cuando él iba a protestar por el atropello policial que estaban sufriendo algunos ciudadanos. Esa frase peyorativa creó malestar en el Ejército. Blasco recibió una carta del coronel Jaquetot de Caballería, y el teniente coronel Gómez le pidió el nombramiento de padrinos ante el desafío que iba a recibir en nombre del teniente ofendido, Alastuey. Blasco designó padrinos a Luis Morote y Emilio Junoy. Se entrevistaron los padrinos en el Círculo Militar exigiendo la retractación de Blasco, pero Morote y Junoy encontraron excesiva la reclamación y declinaron el padrinazgo en Juan de Armiñán, quien lo rehusó en principio, pero luego su líder, Canalejas, le convenció que aceptara. El otro padrino fue Nicolás Estébanez, ex  ministro de la Guerra en la República. Iniciado el duelo, una bala de Alastuey impactó en la hebilla del cinturón de Blasco evitando su muerte, quedando así el asunto zanjado. Pero Blasco quedó tan impresionado que abandonó la política y se dedicó ya a la literatura, pese a que tenía fama de ser vehemente y pendenciero y que también se había batido antes con Francisco Silvela.
 Rodrigo Soriano, diputado republicano, muy amigo primero y después rival de Blasco Ibáñez, mantuvo otro duelo con el entonces teniente coronel Miguel Primo de Rivera, por la bofetada que éste le propinó en los pasillos del Congreso. Soriano lo desafió. Primo de Rivera nombró padrino a Queipo de Llano, que también se había batido ya en duelo, al que se designó juez de campo por ser aficionado a la esgrima. El mismo Soriano se batió también con el diputado Sánchez Guerra en el cuartel de Carabanchel, que les facilitó su coronel jefe, Páez Jaramillo. Ya referí en algún artículo de hace años, que este coronel, que era de Ceuta, fue el que presidió la comisión que trasladó desde Trujillo a Madrid los restos del teniente Jacinto Ruíz, héroe ceutí del Dos de Mayo, tras haber permanecido cien años enterrados en Trujillo. Antonio Maura intentó impedir el duelo, sin conseguirlo, y el lance tuvo lugar actuando de juez de campo el conde de Romanones, resultando Soriano herido.
Indalecio Prieto ofendió en el Congreso al diputado Diego Martín Veloz, que nombró padrinos a los generales Burguete y Fernández Silvestre; pero hubo avenencia y el duelo no se celebró. El mismo Prieto acusó a Torcuato Luca de Tena, senador y director de ABC, de ser favorecido por el Gobierno en el reparto de papel-prensa; éste nombró padrinos al general Sanjurjo y al militar Esbry. Prieto designó a Ramón Pérez de Ayala y a José Sicarlo, ayudante del general Weyler; pero luego el lance no se celebró. En 1896, en la discusión de las actas de senadores, se intentó declarar nula la del capitán general de Burgos, Francisco Borrero, elegido por Cuenca. Borrero retó al general Martínez Campo, presidente del Senado, diciéndole que tenía dos pistolas que podía cruzar con él. Martínez Campos le contestó nombrando padrinos. Comenzado el duelo a espada el 6-06-1896, llegó al campo el capitán general Fernando Primo de Rivera, que ordenó la suspensión y el arresto  de los duelistas. El 6-11-1891 se enfrentaron en duelo el ministro de Marina José Beránguer y el periodista y director de El Resumen, Augusto Suárez de Figueroa. El primero fue apadrinado por el general Ochando y el contralmirante Martínez-Arce. El segundo, por Antonio Merino y Rafael Gasset, director de El Imparcial. Resultaron ilesos del duelo con pistola. El mismo Gasset también se enfrentó al oficial Zuñiga. El torero Manuel Ballón “El Africano” mató en duelo en 1714 a un compañero de empresa. Por ello, cumplió en Ceuta 6 años de cárcel   Tras el Desastre de 1898, se celebró una borrascosa sesión en el Senado. El general Weyler manifestó que había sido delictivo mandar la Escuadra de Cervera contra la norteamericana, “porque se sabía que no podría combatir con la enemiga”. Francisco Javier Palacio, conde de las Almenas y senador, exigió una profunda depuración del Ejército, afirmando que ya la víspera había lanzado “un saludo a las víctimas de la guerra…, a esos soldados que regresaban vencidos y humillados… y no a sus jefes que no habían sabido conducirlos a la victoria, a caer con honra y con prestigio… y lo han de ser, porque hay que arrancar de los pechos muchas cruces y hay que subir muchas fajas desde la cintura hasta el cuello”, señalando responsables de la derrota a los generales Primo de Rivera, Weyler, Blanco y Cervera. Le “salió el tiro por la culata”, porque mientras se batía en duelo, su ausencia fue aprovechada por el Presidente del Consejo Martínez Campos y Francisco Silvela para aprobar en el Congreso el mismo día del lance varios proyectos que el conde tenía paralizados oponiéndose férreamente a su aprobación.  Reinando Isabel II se batieron en duelo los políticos Mendizábal, Istúriz y Celestino Olózoba. El ex ministro de Marina Auñón, con el oficial de Infantería de Marina Castellani, siendo padrinos de éste Adolfo Suárez de Figueroa y Cristino Martos. En 1904 se enfrentaron Rafael León Primo de Rivera, marqués de Piuckman, con Vicente Paredes Maroto, capitán de la Guardia Civil, por rumores sobre la amistad que la esposa del primero mantenía con el segundo. Paredes nombró padrinos al comandante Francisco Perales y al capitán Alfonso Vivar. Y León eligió a Manuel Cajigas y Manuel Irureta Goyena. En el lance resultó muerto León. Lo enterraron en el cementerio cristiano, pero el arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola, lo prohibió porque el Código canónico se opo ía desde los Concilio de Toledo y Trento. El Alcalde Molero dispuso se trasladara el cadáver por la noche al cementerio civil, lo que motivó una fuerte protesta de la prensa. El presidente del Consejo, Maura, destituyó al gobernador civil y el alcalde presentó la dimisión. También se retaron en duelo Eduardo Dato, Romero Robledo, Francisco Silvela, Sánchez Guerra, el general Aguilera en 1923 y el general Marina, que dimitió como comandante general de Milla para batirse con el Senador Mestre. En Chile, Salvador Allende, antes de ser presidente, en 1952 se batió en duelo con pistola con Raúl Rettingo; resultaron ambos ilesos, siendo después íntimos amigos. Otros presidentes deAmérica que se batieron en duelo fueron Sanguineti, Lacalle y Batlle en Uruguayay. Enl de EE.UU.  entre 1829-1837, Andrew Jackson, antes de serlo, fue acusado de bigamia por Charles Dickinson, al que se enfrentó en duelo el 30-05-1806, resultando muerto el segundo.  
El duelo desapareció en la primera mitad del siglo XX, como no podía ser de otra manera. Pero hay que ver la cantidad de veces que tendrían que batirse hoy muchos políticos si el duelo todavía existiera, por sus numerosas descalificaciones, insultos, ofensas y graves acusaciones de “…y tú más” que por la boca se les escapan, peleándose en los foros de la representación popular como gallitos de corral, en lugar de hacer política seria y constructiva para el pueblo que les ha otorgado su representación, y a pesar de que son los que más y mejores ejemplos de educación, respeto y probidad deberían darnos.

               

                          


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