El pasado once de marzo cumplí 38 años en esta profesión. No es, por supuesto, el momento de valorar nada, sino de recordar una costumbre que, normalmente, salvo determinados casos, siempre he intentado cumplir: cuando un político me ha increpado en público, siempre le he contestado por escrito, porque entiendo que es el lugar donde debo expresar mis pensamientos y no contestar en la calle y menos delante de personas que no tienen nada que ver con la cuestión.
Ayer, al finalizar el canutazo que el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, protagonizó con los medios de comunicación tras finalizar el acto de homenaje al Teniente Ruiz, llamé a un aparte al delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, para hacerle una pregunta que no me entendió, pero la verdad es que tampoco me dio tiempo a repreguntar, porque nos interrumpió el propio jefe del Ejecutivo diciéndome:
- Ceuta es una ciudad segura.
- ¿Y quién dice lo contrario?, le contesté.
-Creía que me ibais a preguntar sobre ello.
La verdad es que no esperaba esta salida de tono de Vivas, porque normalmente suele ser prudente, pero, a lo mejor, determinados acontecimientos le están poniendo más nervioso de la cuenta, como la semana pasada cuando tuvo que pedir disculpas públicas a los ceutíes por ese cambio de impresiones que tuvo con Juan Luis Aróstegui.
Por supuesto, su enfado monumental, porque le detecto el rictus dado que le conozco muy bien, como él me conoce a mí, debía venir por la publicación de la noticia en la portada de 'El Faro' sobre los tres encapuchados que habían asaltado una vivienda de jubilados a las cinco de la tarde y luego, el editorial donde se decía que, ante hechos de este tipo, cualquier medida que se ponga en marcha por las autoridades pasa desapercibida.
A pesar de conocer la razón de su salida de tono, la misma no venía a cuento y no la entiendo, porque si no cuadro mal, las competencias en materia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado son del delegado del Gobierno, con quien conversé unos segundos sin que hiciera ningún ademán de decirme algo. A lo mejor, es que hemos cambiado los papeles.
Lo cierto es que no permito que alguien me llame la atención en público, cuando hay otros caminos si se desea expresar una discrepancia y menos delante de otras personas que, en todo caso, deberían ser quienes se sintieran aludidas.