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La legislatura perdida

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Tras haber resultado fallida la XI legislatura de la democracia, que se acaba de cerrar, y haberse convocados los nuevos comicios para el 26-J, me voy a ocupar hoy de analizar las posibles causas por las que ningún candidato ha logrado la investidura.

Lo hago teniendo sólo de político lo que Aristóteles nos dejara dicho: "Todos los seres humanos somos políticos por propia naturaleza por el solo hecho de vivir en sociedad". En mi caso, ya he comentado otras veces que nunca he pertenecido a ningún partido y tampoco entiendo de política, pero me valgo de lo percibido a nivel de calle sobre lo que el pueblo en general piensa de la política y los políticos. Por eso no tengo más remedio que ser crítico, dada la pésima opinión por situación a la que los políticos nos han llevado, aunque siempre trato de ser respetuoso y constructivo, por si de cara al 26-J algunos que puedan darse aquí por aludidos entendieran que deben corregir lo que entiendo ha sido su erróneo proceder anterior, de cara a mejorar el espíritu de tolerancia, de diálogo y de pacto que debe presidir toda negociación política. Y, por razones de espacio, sólo incluyo, tácitamente, a los políticos de ámbito nacional.
Creo que el trabajo realizado por los parlamentarios desde las pasadas elecciones quedó reflejado el pasado 23 de abril, cuando el actor Manuel Tafaller, encarnando en el Congreso la figura de Cervantes y dirigiéndose a los diputados en el 400 aniversario de su muerte, les dijo: "Yo con una mano (perdió la otra en Lepanto) escribí en poco tiempo El Quijote, y vosotros con 350 pares de manos, en cuatro meses no habéis sido capaces ni de echar la firma de un acuerdo"; exhortándoles a ser "caballeros andantes", por haber estado tan "parados", a pesar de que no han dejado de percibir su sueldo y que muchos de ellos lo seguirán cobrando hasta las nuevas elecciones, estando más que bien remunerados, si se tiene en cuenta su rotundo fracaso, reconocido por el propio presidente del Congreso, y a pesar también de la enorme angustia que sufren los miles de parados de larga duración que se han quedado esperando el empleo que tanto les prometieron los políticos en campaña electoral, que ya muchos ni siquiera cobran los 426 E de ayuda, y cada día tienen que seguir dando de comer a sus hijos.
La que acaba, se ha caracterizado por ser una legislatura perdida, la de las exclusiones de unos líderes y partidos a otros, con bloqueos, líneas rojas marcadas y "cordones sanitarios" impuestos a modo de aquel pacto del Tinell de 2003 en Cataluña de todos contra un solo partido de ahora, de tan funestos resultados. Y eso, en una democracia, es un auténtico fraude a los lectores, porque en el lugar de poner los votos por delante, que es lo más democrático, se han puesto los vetos para desplazar al líder más votado con 7,2 millones de electores. Pienso que ningún líder debe arrogarse la potestad que no tiene de querer "desalojar" o "echar", como con tanta saña se ha dicho, a otro líder sólo para quitárselo del medio en la desenfrenada ambición y lucha por el poder. En democracia, son los propios electores quienes quitan y ponen a quienes rechazan o eligen como gobernantes, sin que ningún político esté legitimado para retorcer luego a su antojo los escaños y la voluntad mayoritaria, haciendo una interpretación sesgada del resultado electoral, inventándose que el pueblo ha votado "cambio", según el propio interesado quiera rentabilizar éste a su conveniencia para quitarse de delante a quien le estorba; cuando lo que el pueblo en realidad votó, tras desaparecer el anterior bipartidismo de las mayorías, es diálogo de todos con todos para tratar de formar un gobierno amplio, duradero y que traiga paz y trabajo. Los políticos cuando obtienen malos resultados, son verdaderos artistas en darle la vuelta a los números para convertir en victorias sus mayores derrotas; lo mismo que suelen hacer con sus promesas. ¿O acaso el "cambio" que tan empeñados están en traernos era el desgobierno a que nos han abocado, haciéndonos perder la legislatura,, la confianza y los gobiernos sólidos y estables que, al menos, antes se conseguían?
Pero también hay que decir que lo que no debe hacerse en una democracia es que el líder que obtiene la mayoría de escaños y recibe del rey en primer lugar el encargo de formar gobierno, luego lo rehúse, incluso en el supuesto de que entienda que no cuenta con los apoyos necesarios; porque, contrariamente a lo que se dice, lo que los electores también han querido decir con su voto es que sea el más votado quien dé un paso al frente y abra la ronda de negociaciones con todos, incluso sabiendo que va a fracasar, pero intentando convencer a los demás, ya que, lejos de quemarse en el difícil intento, si al final consigue gobernar, habrá demostrado ser el auténtico líder que más se crece ante las mayores dificultades; y, si no lo logra, al menos, habrá servido su intento para hacer su trabajo, que para eso lo han nominado y le pagan; y, de paso, desenmascarar y poner en evidencia a quienes han vetado su intento, porque los políticos tienen que estar a las duras y a las maduras, que para eso se les exige entrega, solvencia y decidida determinación. Y si cada uno sabe quejarse de que le bloquean, también cada uno debe dejar de bloquear y vetar al que le ha ganado en votos. Una de las cosas que más exaspera y agota la paciencia de los electores es la indecisión, la parsimonia en la toma de decisiones, eso de "voy a llamar al otro, pero todavía no, hasta que él me dé alguna señal". Cuando se pierde la mayoría absoluta, hay que moverse más, porque se dice mucho por el Sur que "camarón que se duerme, corriente que se lo lleva".
Igualmente opino que ningún aspirante a presidente puede ser tan vehemente e impulsivo en un debate público hasta el extremo de insultar al contrario ante los medios llamándole "indecente". Luego ha reconocido su error, pero sólo en la forma, porque en el fondo insiste en querer "echarlo" y en que nunca pactará con él; y esas, otras descalificaciones como "perezoso", etc., son heridas muy difíciles de cicatrizar de cara a posibles acuerdos. Y un político así de resentido, tan poco moderado y falto de la mesura y sensatez que a todo candidato a presidente le es exigible, difícilmente estará luego capacitado para hacer frente a los arduos problemas a que deberá enfrentarse si llega a gobernar, para lo que es imprescindible anteponer ponderación de juicio, serenidad de ánimo y más reflexión que pasión. Hasta sus propios "barones" le tuvieron que marcar líneas rojas para que no se apoyara en los separatistas que, aun así, trató de saltarse, como alguno de ellos ha confirmado. La política es diálogo, capacidad de negociación y saber hacer equilibrio con mano izquierda y mano derecha, sin perder nunca los papeles ni las formas. Como tampoco es de recibo estar constantemente recriminando al más votado el hecho gravísimo de la corrupción, pero sin querer ver en su partido la extensa lista de cientos de investigados y de millones dilapidados. La corrupción es la mayor lacra de la sociedad, y los ciudadanos están ya más que hartos de ver desfilar todos los días a políticos ante los Tribunales de Justicia; pero lo que no se puede hacer es ser tan sectario como ver sólo la de los demás. Y tampoco se puede decir: "Nunca me explicaré el porqué del odio y rencor que el tercer líder tiene contra mí", para luego quien se dice odiado mostrar públicamente aun mayor resentimiento y animadversión contra el líder más votado, hasta haciendo mofa y escarnio, negándose a hablar con él con arrogancia y prepotencia diciéndole hasta por enésima vez: "No, es no. ¿Cómo quiere que se lo diga?". Poco se compadece tan acérrima actitud con que luego hasta en el último minuto se haya desgañitado por pactar con quienes le ponen como condición innegociable un referéndum separatista, que ahí es donde más hay que fajarse para ser capaz de plantarse con el "no, es no".
Y de ninguna manera puede un tercer líder correr ante los medios de comunicación para autoproclamarse de "motu proprio" vicepresidente del supuesto gobierno que se forme, haciendo ostentación de haberse reservado por su cuenta toda una corte de presuntos ministros de los que se hace acompañar como titulares de los Ministerios más relevantes, del CNI, la RTV y otros puestos estratégicos, como si ya hubieran prometido los cargos y cuando sólo había sido nominado quien debía intentar la investidura. La política es algo mucho más serio que correr tanto a repartirse los sillones y a hacer teatro. Como también pienso que aun es menos serio que el mismo líder haya tratado por todos los medios de imponer al segundo en votos la ruptura del pacto con el cuarto líder, si quería pactar con él, pretendiendo a toda costa desplazar al último, como condición "sine qua non" para entrar luego en coalición, vetándose mutuamente el excluyente y el excluido. Esos vetos y bloqueos son más propios de mesías metidos a salvadores del pueblo y de la Patria; y a ésta como hay que salvarla es manteniéndola unida, en lugar de abrirle una vía segura hacia la secesión que la haga saltar en pedazos, dinamitando la única Nación que lo es, la Constitución, la soberanía residenciada en todos los españoles y todo el Ordenamiento jurídico. En una democracia lo primero que hay que hacer es respetar y cumplir la Constitución y las leyes. Quien no lo hiciera así, creería ser demócrata, pero no lo sería. Ahí es donde también hay que seguir fajado para decir: "No, es no"; en vez de querer ser presidente "sí, o sí", como tan a la ligera se dijo.
En la legislatura perdida, las urnas dieron un cuarto líder nacional; bastante moderado, con buenas maneras y aparente capacidad negociadora, que tanto se necesita. Pero luego uno no acierta a comprender su ambigüedad y contradictorio proceder, con bandazos a uno y otro lado. En principio, aseverando que facilitaría la investidura, pero que nunca entraría a formar parte de un gobierno que no estuviera por él presidido; para luego terminar diciendo que sí prefería entrar. Empezó diciendo que el líder más votado era imprescindible para poder gobernar y reformar la Constitución, pero, tras haber pactado con el segundo, como éste lo vetaba, cambió y hasta quiso "echarlo", afirmando que no podía encabezar la lucha contra la corrupción quien no había luchado contra ella. Y tal vez llevara alguna razón, pero si luego él hubiera tenido el mismo escrúpulo de no querer tampoco pactar con gobiernos de Comunidades y municipios en manos de partidos con listas llenas de imputados por esa misma causa; olvidando, además, que los medios han publicado - aunque todavía no probado en sede judicial – que ni siquiera los partidos emergentes que venían a regenerar la vida política se libran de la corrupción. Tras el rotundo fracaso en las dos votaciones de la investidura pactada por dicho líder con el segundo, era evidente que sólo era la coalición entre los partidos más votados la solución para poder formar un gobierno sólido, duradero, capaz de llevar a cabo las reformas necesarias, que fuera garante de la unidad nacional e infundiera confianza; pero se ha malogrado sólo porque sólo un puesto de presidente para tantos presidenciables y, así, los líderes se estorbaban mutuamente.
De lo cual hay que concluir, que todos ansían ser protagonistas y ocupar los mejores cargos; que ha sido una "legislatura perdida", con vetos, bloqueos, el espectáculo del beso boca a boca entre diputados varones en la sede de la soberanía nacional, y demás teatro de barrio. Los nuevos partidos que venían a cambiarlo todo para regenerar la vida política, han creído que todo tenían que cambiarlo, para que todo no sólo siga igual, sino bastante peor. ¿Qué hubiera sido en 1978 de nuestra democracia y libertad si aquellos diputados de la Transición se hubieran comportado como ellos?. Ojalá que reflexionen y en las próximas elecciones a que nos han arrastrado, les sirva de experiencia la legislatura perdida para no repetirla, y se pongan todos a trabajar en serio, anteponiendo los intereses generales a los particulares de cada uno. Sólo así se podrá solucionar el nuevo y grave problema que en España empezamos a padecer: el de a ingobernabilidad.


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