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Milagros de Jesús

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Se queja Myriam de que antes podían ir los israelitas a las ciudades palestinas como Nablus, Kalkiria o Tulkarem, y que incluso, desde Israel habían querido arreglarles las playas y promocionarlas para el turismo de alto rango, que les habría proporcionado trabajo y riqueza, pero no pudo ser por las cuestiones que hoy día ocurren.

Los judíos iban hace años y les vaciaban sus tiendas. Meir había comprado todos los muebles de su casa cuando se casó. Me comenta que siempre pagan justos por pecadores y se fastidian los que no tienen culpa de nada, ya que la mayoría social quiere vivir en paz, comerciando con sus vecinos, pagando todas sus necesidades familiares, y criando a sus hijos con holgura. No han tenido suerte con algunos dirigentes políticos. "Ya has visto lo bien que yo me llevo con los palestinos, hay entre nosotros una relación y trato afable, correcto.
Me decía también que hace unos días yendo al chuck, para la compra de verduras y frutas, veía cómo una mujer árabe que iba delante de ella, jadeaba al andar y tenía que pararse de vez en cuando, porque se cansaba continuamente. Se acercó, la cogió del brazo y siguieron juntas el camino. Estuvo hablándole la mujer del miedo a una próxima operación como la que a Myriam le habían hecho. "No tengas miedo, verás como todo sale muy bien....", le decía ella. Y la buena mujer le dio las gracias de corazón. Me comentó además que le había regañado a Meir, pues siempre va con prisas, ya que celebraba las fiestas sin ahondar en lo que era su significado. "Ahora viene Pesaj, que significa Paso. Esta fiesta nos recuerda cuando se produjeron las plagas de Egipto en tiempos de Moisés y Aarón. Dios le había concedido a Moisés el poder de hacer milagros con la vara que llevaba en su mano. Moisés se presentó ante el Faraón para que permitiera la marcha de los israelitas, pero el Faraón no lo consintió, por lo que sobrevinieron las diez plagas con las que fue castigado aquel país. Con la décima plaga murieron en una noche todos los primogénitos egipcios. Pero antes de esta última, Dios dijo a Moisés: Junta a los hijos de Israel y diles: " el día catorce de este mes tomaréis un cordero de un año, sin mancha, y reunidos por familias, lo inmolaréis por la tarde. Con su sangre marcaréis las puertas de las casas y os comeréis la carne asada con pan ácimo, sin levadura y lechugas silvestres. Durante esta comida, tendréis puesto el cinturón, estaréis calzados y con el báculo en la mano, porque en la misma noche enviaré Mi ángel a Egipto, y herirá a todos los primogénitos de los egipcios. Mas cuando vea la marca de la sangre en vuestras puertas, pasará de largo y quedaréis libres. Celebraréis este día de generación en generación". Y este fue el origen de la Pascua de los judíos".
Hay que resaltar que para nosotros cristianos, la Pascua Judía es figura de nuestra Pascua, en cuyo día, nosotros, al recibir el Santísimo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, el Cordero de Dios, creemos que el Cordero Pascual, cuya sangre preservó a los primogénitos hebreos, es figura de Jesucristo, que con Su sangre nos redimió y salvó de la muerte del pecado... Aún se encuentran todos en Nazaret. Es de noche y están cenando en la carpintería de José. Hablan entre ellos. Judas pregunta al Maestro si va al Líbano y Jesús le contesta que siempre cumple Sus promesas; lo prometió a los pastores y también a la nodriza de Juana (de Cusa). "Cuando salga la luna, partiremos. Iremos a Betsaida en la barca y luego andando llegaremos al Líbano. Los pastores Benjamín y Daniel se alegrarán al verme". Judas insiste sobre el calor que hace para llegar hasta allí, por lo que Jesús responde que todo el que quiera quedarse, puede hacerlo. Quien tenga cosas que hacer o esté cansado, que se quede y luego nos veremos", concluye. "Pues entonces aprovecho para ir a ayudar a mi madre con la vendimia, que ella es viuda". Pedro murmura en voz baja para mostrar su desacuerdo con el joven. Judas aprovecha para irse antes de que se forme una discusión entre ellos. "Iré a Naím y allí dormiré, para después seguir hasta Keriot".
Cuando Pedro lo ve partir se frota las manos, alegra la cara y hace muecas, pero se calla. Jesús llama la atención por la conducta poco caritativa hacia el que se ha marchado, Pedro explica: "Sí, Maestro, pero cuando se tensan mucho las velas, se rompen las amarras... Es necesario que de vez en cuando se vaya, porque entonces no hay viento y la vela se amaina y así hay tiempo de reforzar amarras. Y hablo en estos términos porque conozco el mar". En esos momentos se oye un galopar de caballo. Todos se quedan expectantes hasta que ven de cerca al jinete. "Soy Jonatás". Salta del caballo y se arrodilla ante el Señor para adorarlo. "¡Oh, mi Salvador, mi Mesías, mi Señor!" José el pastor se alegra al verlo. Jesús hace que se levante del suelo y le dice que pensaba haber ido al Líbano a buscarlo, y con ello ver a Benjamín y a Daniel. "Señor, mi patrona se muere. Íbamos con ella despacio, de noche, para que no se fatigase. Cuando llegamos a Cesárea de Filipo, mi señora estuvo a punto de morir, con vómitos de sangre. Hace siete días parecía ya muerta, pálida y agotada. Me mandó llamar y agonizando, apenas sin voz, me dijo "llévame a mi casa de Tiberíades. He visto en sueños que dentro de la casa había un hombre alto, rubio, que me decía: "Yo soy la Vida. Ven, regresa, que te doy la vida". Yo le contestaba que sí, que volvía a casa". "Yo, Señor", dice Jonatás, la he vuelto a llevar a Tiberíades y me he dado cuenta que eres Tú quien la llama para salvarla. Llegando a Caná he querido venir para avisarte que Te acerques a verla, mi Señor". Han llegado María Virgen y María de Alfeo. Jesús las presenta, Jonatás se inclina mucho, se arrodilla y dice a María: "Te saludo, Madre de mi Señor". Se oyen en la calle ruidos de asnos que vienen a prisa. Jonatás había alquilado asnos para que fueran a Caná en busca de la caravana donde llevan a Juana moribunda. Jonatás paga lo que le piden, y todos ellos se montan en los asnos. Se ponen en camino después de despedirse de Madre y tía. El patrón pide a la Virgen María que vaya a ver a Juana, su señora y Jesús le dice que un día llegará en que Juana estará muy unida a Su Bendita Madre. Cuando ya llegan a Caná, se adelanta el intendente para avisar al carruaje, que lleva tiempo parado.
Jesús anima a su borriquillo y se adelanta también junto a Jonatás. Juana de Cusa agoniza. Su cara está pálida, sus manos azuladas y las venas secas. Está tuberculosa y su respiración es ya muy fatigosa. Jesús se arrodilla junto a ella, la nodriza Esther le habla despacito al oído, para ver si reacciona, pero ella está a punto de morir y no oye nada. Acaban de llegar los discípulos en sus borriquillos y se acercan al Maestro. Jesús pone una mano en la frente de Juana y ella quiere abrir los ojos, pero se le cierran. Jesús habla con tono fuerte:" ¡Juana, soy Yo. Soy la Vida! ¡MíraMe Juana!" La pobre mujer, tan guapa y tan joven, abre mucho los ojos, sonríe y siente alegría. "¡He venido a salvarte! ¿Puedes creer en Mí?" Y ella asiente con la cabeza. Entonces el Rabbí se pone en pie, adquiere una posición grandiosa y le dice con Sus manos abiertas: "¡Lo quiero! ¡Levántate y sana!" La joven se levanta sin ayuda, y de inmediato, se arrodilla ante Jesús, y con gran fervor dice al Señor que para siempre estará unida a Él, el Salvador. "¡Bendíceme una vez más, Señor mío!" Y llora de felicidad. Entonces el Maestro, recordando que Juana había perdido un hijo, le pregunta si querrían un hijito su marido y ella. La joven le responde que a partir de ese momento entrega todo a Dios y que sea lo que Él disponga. Jesús se despide ya, pero Juana le ruega que vayan todos a su casa a comer y descansar, "pues ahora todos sois mis hermanos".
El Maestro accede, entregan los borriquillos a los encargados y siguen andando el camino que les queda. Descansan. Después Jonatás acompaña al grupo por el camino más difícil que conduce al Líbano, con tal de evitar el paso por Cesárea de Filipo, para no encontrarse con los romanos y los tomen por amigos de Herodes Antipas, que vive en incesto con la mujer de Filipo, por lo que ambos hermanos se odian. Entre los discípulos comentan los vicios que corroen a estos poderosos, con una ambición desmesurada, y la lujuria como distracción, tanto que da repugnancia acercarse a ellos. Dicen que Juan el Bautista había conseguido por el momento escaparse de la cárcel, a cambio de una bolsa de dinero.
Jesús interviene en la charla dando algunas explicaciones convenientes. "Pedro, llegarás a ser piedra consagrada al sacrificio sobre la que se celebrará y edificará Mi Testimonio". Pedro no entiende lo que el Rabbí le dice, pero Jesús continúa: "Ya lo entenderás", y se vuelve a los demás discípulos que escuchaban en silencio: "En verdad os digo que probaréis los suplicios. Ahora habéis renunciado a las comodidades y afectos. Luego ceñiréis en la frente la corona inmortal de la Gloria. ¡Sed siempre fieles!" Ellos preguntan si les matarán los judíos del Sanedrín, y Jesús les responde que Jerusalem lava la entrada del Templo con la sangre de los Profetas: "Ahora tenéis templos de dioses horribles por el mundo pagano. Se limpiarán esos templos convertidos al Dios verdadero, con la sangre de los mártires".
Pedro se arroja a los pies del Señor muy asustado y Le pide fuerzas, pues se siente débil ante todo lo que les anuncia. "No tengas miedo, Pedro Mío. Tienes mucho que caminar. Cuando llegue la hora querrás cumplir con toda tu Misión y Yo estaré admirado contemplándote desde el Cielo"... Caminan por bosques de coníferas muy verdes, que indican haber llegado a las estribaciones del Líbano. Se ven valles y llanuras repletas de árboles. Están abajo toda la costa de norte a sur con sus ciudades, y ríos que van hacia el mar. Todos contemplan admirados el paisaje y acuerdan que por allí hace menos calor. Juan pregunta al Maestro si los cedros del Templo son de esos bosques, y el Señor le dice que sí. También hay mucho ganado. Jonatás informa al Rabbí que el pastor Jonás está atrapado como esclavo en los campos del fariseo Doras. Pedro habló con Jonás para que dejase a Doras y se fuese a su casa de Cafarnaum. Tendría techo y comida, pero el pastor debía dinero al fariseo por malas cosechas, así que el amo lo tenía "encadenado". "Doras es muy poderoso, se dice que es pariente del Sumo Sacerdote", comenta Jonatás. "Le dije a Cusa que lo rescatase, lo intentó, pero Doras no quiere soltarlo". Mientras habla todos están tristes. "¿Por qué, Señor, el hombre es tan egoísta?".- "Porque el amor se perdió con una soga en el Paraíso Terrenal. Yo he venido a dar amor a los hombres". Han llegado a las posesiones de Eliseo; con él trabajan los pastores Daniel y Benjamín. Jonatás dice que va a buscarlos, y se va a la carrera. Al rato vienen los tres a toda prisa bajando cuestas, porque quieren ver a Jesús. "¡Nuestro Niño de Belén! ¡Bendito seas, Señor!" Se inclinan profundamente con gran fervor, pero el Rabbí hace que se levanten y les da una hermosa bendición:"Que la paz venga con alegría a quien es digno de ella". –"Sí, Señor. ¡Quien podría borrar todo lo que vimos en Tu Nacimiento!, y cuando nos sonreías al regresar con nuestras ovejas para el redil. Tocábamos la flauta y Tú tocabas las palmas con tus manitas. Tu mamá Te vestía todo de blanco. Y a veces, desde el jardín de Anna , o por la ventana, nos saludabas y parecías una flor preciosa. Luego dabas Tus primeros pasitos para acariciar a las ovejas, y nosotros hubiéramos querido ser ángeles para asistirte con lo mejor"...
Jesús les habla al corazón con palabras cariñosas. "He venido hasta aquí, porque quería ver a mis pobres pastores, y alegrarles un poco". Jesús les pregunta si pueden hospedar al Hijo del Hombre y a sus amigos, y los pastores se ponen muy contentos. Tienen para ofrecerles pan y leche. Sentados a descansar hablan de María, "que es una Estrella repleta de diamantes. Nos santificaba a todos con su Santidad. Guardamos Su Sabiduría en nuestro corazón. La habitación de los pastores no es grande, pero en esos momentos se ha convertido en la estancia más hermosa que podamos imaginar. Todo lo ilumina Jesús... Por fin están en una ciudad bellísima, con muchas embarcaciones en movimiento. Pedro tiene allí amigos pescadores, que querían conocer al Maestro. Andrés había salido, llega con cierto apuro y se dirige al Maestro para pedirle que vaya con él a una casa. Jesús se levanta sin preguntas, pero Pedro regaña al hermano:" ¿No ves que puede estar cansado y es además la hora de la cena?" Andrés se avergüenza, pero el Maestro lo defiende: "Tu hermano es como agua saludable. Trabaja sin ruido y en lo profundo. ¡Vamos Andrés!" Pedro también quiere ir, pero Andrés se opone: "Tú y yo solos. Es necesario que seamos los dos". Se van por unas callejuelas de chozas humildes, llegan a una donde un joven quiere repudiar a su esposa, porque no le da hijos y se basa en lo que dice la Ley, pero Jesús explica:" la Ley dice "no cometerás adulterio", mas por la dureza de vuestros corazones, Moisés concedió el divorcio, para que no hubiera concubinatos, que Dios no quiere. Sin embargo, los vicios humanos pusieron cadenas a la mujer, que hoy día es víctima de vuestro capricho y vuestra arrogancia, pues habéis perdido los verdaderos afectos. Lo que quieres hacer ofende a Dios. ¿Acaso Abraham repudió a Sara? ¿Y Jacob repudió a Raquel? ¿Elcana repudió a Anna? ¿Y Manué a su mujer? La madre del Bautista era estéril, y en su vejez dio a luz al Santo de Dios. La esposa de Manué parió a Sansón. Anna de Elcana dio a luz a Samuel, y Raquel a José. Y Sara a Isaac. Dios premia al esposo que se mantiene fiel a las bodas y se compadece de su esposa estéril. Sé un hombre justo y honrado y Dios premiará con creces tu mérito". El joven se queda maravillado por las palabras de Jesús y se excusa por haber preguntado a los doctores de la Ley que le animaban al repudio. "Piensa lo que deseas tener para toda la eternidad".
El joven se asombra de la sabiduría de Jesús. "Yo soy Verdad y Ciencia. Quien cree en Mí, conocerá la verdadera Justicia, Sabiduría, Amor y Paz. EL marido se ha convencido y la esposa no deja de llorar. Jesús los bendice: "Señor, Dios de nuestros padres, que hiciste a Adán del lodo y le diste de compañera a Eva para que poblasen la tierra. Los creaste en Tu Santo temor, desciende con Tu bendición y misericordia.
Abre y fecunda las entrañas que el enemigo tenía cerradas, para conducir a un doble pecado de adulterio y desesperación. Ten piedad de estos dos hijos, Padre Santo, Creador Supremo. Hazlos felices y santos. Que ella sea fecunda como una viña y que él la sostenga, como el alma la sostiene. Desciende, ¡oh Vida! a darle vida, ¡Fuego, a calentar! ¡Oh Poderoso, a obrar! Desciende y haz para la fiesta de Gracias, el tiempo de las fecundas mieses, que ellos te ofrezcan su primogénito hijo, consagrado a Ti, Eterno, que bendices a los que en Ti esperan!" Las manos del Maestro están sobre las dos cabezas que se inclinan con gran devoción. Se despiden. Mucho vecindario ha escuchado Sus palabras y están anonadados. Pedro había estado curioseando por allí y Jesús en broma la dice: " ¡hombre curioso!" Pedro pregunta al Señor si tendrían su esposa y él, el hijo deseado, pues él no había podido tener alguno. Jesús le aclara que el milagro se produce según cada situación, no siempre. Al llegar a casa, encuentran a José el pastor, que viene de Nazaret y trae cartas para el Maestro. La primera es de Su Madre, que lee en voz alta, porque no debe haber secretos entre ellos. María Le informa que estuvo a verLa Isaac el pastor y traía noticias de Lázaro. Le ruega que La incluya como Su discípula, y Le pide que no vaya a Nazaret aún, hasta terminar el duelo por Alfeo, por la acritud de la gente del pueblo. Judas y Santiago lloran por su padre. En Nazaret se han enterado de la curación de Juana de Cusa, y el pueblo está dividido. "Te bendigo, Hijo Mío. Bendice y da paz a Mi alma. Paz a los sobrinos. Tu Mamá". Lee a continuación la de Lázaro que habla de la negación de Doras para liberar a Jonás el pastor. Pide mucho dinero por el rescate y quiere que vaya Jesús a verlo. Informa que llegó el de Keriot a su casa y quería llevarse la carta, pero prefirió darla a Isaac el pastor. Pedro protesta pues considera que no hay mucho dinero en la bolsa. "Paga, Simón, y Me tendrás contento a Mí y al pobre Jonás".
Se extrañan que Judas hubiese ido a visitar a Lázaro sin mandarlo el Maestro, pero Él se calla, está serio y pensativo. "Contestaré a Lázaro". Pregunta a José si aún está Isaac en Nazaret, y José dice que sí, esperando a que él regrese. El Rabbí decide ir al duelo para tender una mano a María de Alfeo y a Sus primos José y Simón, aunque Su Madre diga que espere. "Luego iremos a Cafarnaum, Genesaret, y al Lago. Más tarde Mi Madre y Mi tía vendrán con nosotros, pues tienen necesidad de amor y de paz. Ahora que no está Iscariote". Pedro se preocupa por su Maestro y Él le sonríe. Va a Sus primos y los abraza. Los demás hablan en voz baja, para no molestar a los que lloran.

BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, "Poema del Hombre Dios"; Lc.8,1-3; Gén.30,22-24; Dt. 28,15-19; Re.1,4-8; 2Re.6,20-23; Os.9,10-14; Ex.20,14; Dt.24,1-4; Mt.19,1-9; Mc.10,1-12; Lc.1,5-19; Jue.13; 1Re.1,1-20; Gé. 30, 1 y 22-24; Gé.11-30;17,15-21, 1-7


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