Es el tiempo que una persona permaneció ayer encaramada a la valla. 17 horas a 6 metros de altura. 17 horas sobre una línea que dicen es la frontera sur de Europa, aunque ni ésta sepa a ciencia cierta las líneas que ya ha trazado para blindarse de un problema del que es la única responsable.
Sobre una hilera de concertinas este hombre. No sabemos su nombre, ni su historia. Solo que se mantuvo firme, que no varió su voluntad, que se impuso a unos protocolos que ni los propios guardias civiles entienden. Protocolos que se sacan los políticos de la manga según conviene. Esos mismos políticos que ni saben lo que es la frontera, terreno que a lo sumo pisarán en visita electoral.
Las imágenes que publica hoy Quino deben servirles para hacerse idea de la carga de desgracia que conlleva esta historia. Para muchos (demasiados) la noticia es un inmigrante más que salta la valla, que se encarama y que da pie a un titular. Para otros supone sencillamente una historia que no alcanzamos a comprender. Miles y miles de kilómetros, de montes que por la noche sirven de refugio a personas asustadas y que por el día son la trampa para su detención; cabreros, animales salvajes, mezquitas que llaman al rezo mientras un hombre se debate entre la esperanza o la detención. Y lo hace a más de seis metros de altura, mirando al cielo, soportando el calor, soportando la noche y el día, soportándolo todo.
Y ante él, guardias civiles que tampoco saben a ciencia cierta qué papel les toca jugar. Deben cumplir protocolos escritos por políticos, esos protocolos que les obligan a quedarse mirando a un hombre que se ha puesto el sistema por montera y que ha decidido ganar la apuesta. Porque en el fondo esto es lo que es, un juego macabro en el que se echa a suertes si quedarse o ser expulsado. Que tienes una herida, pasas; que has saltado una valla, te vas; que te quedas a la mitad, también te vas; que has saltado las dos pero estás bien, te vas; que estás menos bien, te quedas... que un político se acojona con posibles titulares mediáticos, te quedas. Es un juego demasiado cruel como para ser soportado, es un sistema que contradice la razón, es un sistema que nadie entiende.
17 horas encaramado, 17 horas siendo protagonista, siendo el punto de mira de otros hombres que tampoco entienden qué está pasando ni qué deja de pasar. Así se escribe la inmigración en la frontera sur de Europa, así se escribe en esta ciudad moldeada a base de golpe, a base de impacto, a base de miedos.