No hay soledad más triste que la de un hombre sin amigos. Sin los cuales el mundo es un desierto: quien sea incapaz de sentir amistad, tiene más de bestia que de hombre.
No, no son palabras para mi amigo Andrés, él sentía y disfrutaba con la amistad, era un gran conversador. Era un espíritu indomable que luchaba por la justicia social, incansable, como el herrero dando forma al hierro trabajado en el yunque, con una careta de hombre duro para no dar rienda suelta a esa sensibilidad de niño grande y que se reflejaba en su mirada cuando me hablaba (pocas veces) de su familia.
Compartí con él y con Vicente ideas sobre libertades en el Sindicato Unificado de Policía (SUP), de ello, de su trabajo sindical en esa ciudad europea por ser española situada en otro continente como es Ceuta, dejo a los compañeros de ahí.
Andrés, te has ido cuándo escalabas la gran montaña de la vida, mientras subes las fuerzas físicas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena para poder grabar en tu memoria esos momentos mágicos de los tuyos. Esos que están con los ojos arrasados de lágrimas, con noches frías de cumpleaños, de festividades vacías como el hueco que quedará en sus corazones, que tardarán en calentarse, que tardarán en tener alegrías, suficiente calor, suficiente amor, para que ese amor vuelva en la noche oscura del alma a tener un nuevo amanecer, como ha sido el nacimiento de tus nietas ¡Dios que alegría tendrás donde estés!
Amigo Andrés, había que sorprenderte antes de que el sol abandonando el lecho o emprendiendo el camino desde el alba con el hatillo al hombro de tus sueños llenos de esperanza y en dirección al viento.
Quiero decirte Andrés, que siempre estarás en mis recuerdos como un gran amigo y mejor persona. Abrazos.