El guión se está cumpliendo al pie de la letra. Bajo la dirección de la vieja guardia del Partido Socialista y bailando al son de las últimas editoriales del diario El País, parece que casi todos están redescubriendo la vida política de nuestro país. La “razón de Estado” que les guía, es evitar las terceras elecciones. La abstención en la investidura de Rajoy como Presidente del Gobierno (ya lo es en funciones desde hace casi un año, fundamentalmente porque así lo ha querido él), es la nueva estrategia. Es lo que toca en unos tiempos convulsos, según han decidido ellos, ya que de esta forma el cambio habrá servido para que todo siga igual respecto a los grandes poderes financieros.
Mientras que todos estos acontecimientos se sucedían y la temperatura (política y termodinámica), se situaba a unos niveles que empezaban a ser insoportables y peligrosos, acudía a ver el último espectáculo del Circo del Sol en Granada. Lo hago siempre que tengo oportunidad. Sus obras son una genial mezcla de belleza y realismo mágico. Siempre están innovando. Encarnan el espíritu de superación en estado puro. Me hacen renovar mi confianza en el ser humano.
En este caso la representación se titulaba Varekai, que ya se estrenó en Montreal en 2002. La trama está basada en el mito griego de Ícaro, al que se le derriten sus alas después de volar demasiado cerca del sol, pues no hizo caso a su padre, Dédalo, arquitecto constructor del laberinto de Creta, que al colocarle las alas para escapar de la isla, le advirtió que “no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar”.
Esta bella historia, más bella aún al ser contada entre asombrosos saltos y contorsiones del joven que representaba el vuelo de Ícaro; acrobacias por los aires impulsadas por columpios rusos; y tirantes aéreos realizadas por artistas amarrados a las muñecas sólo por dos correas, me trasladaba a nuestra realidad política, sobre la que trataba de encontrar el parecido con el mundo mitológico que Varekai representaba.
Y, efectivamente, veía a un joven político, al que como Ícaro se le habían derretido las alas por volar demasiado alto y cerca del sol. También a otro joven político, que no podía volar, porque al ir demasiado bajo, la espuma del mar le había mojado las alas. También veía a un veterano político, que como Minos, rey de la isla de Creta, controlaba la tierra y el mar, y tenía prisioneros a Dédalo y a Ícaro. Y junto a ellos, veía a una serie de “diablillos y personajillos de todos los pelajes” que ayudaban al veterano político a que la situación no cambiase.
Sin embargo, Varekai es una historia de esperanza y de libertad. Según nos explican, su título significa literalmente "en cualquier lugar" en la lengua romaní, y es un tributo "acrobático al espíritu nómada". Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro, y así poder escapar del rey Minos. Enlazó plumas entre sí uniendo con hilo las plumas centrales y con cera las laterales, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Ícaro a veces corría a recoger del suelo las plumas que el viento se había llevado o ablandaba la cera.
Y volaron. Pasaron las islas de Samos, Delos, Paros, Lebintos y Calimna, y entonces el muchacho comenzó a ascender. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró y lamentando amargamente sus artes, y, en su memoria, llamó Icaria a la tierra cercana al lugar del mar en el que Ícaro había caído.
Ícaro, efectivamente dejó de volar y calló. Pero en lugar de ahogarse en el mar, aterrizó en las tierras de un frondoso bosque, en el que las criaturas le enseñarán a volar de nuevo. “En lo profundo de un bosque en la cima de un volcán existe un mundo extraordinario, donde todo es posible: Varekai. Cae del cielo un joven solitario y comienza la historia. Al final de los días, en este lugar donde todo es posible, comienza un encantamiento inspirado de la vida redescubierta”.
En mis sueños de verano, imagino que mi país es como Varekai, donde todo es posible, en el que hemos comenzado un encantamiento inspirado en la vida redescubierta, y donde todas las criaturas de ese frondoso bosque, enseñaremos a volar de nuevo al joven Ícaro.