La campaña electoral comenzó. Los plazos oficiales nada tienen que ver con la realidad. Cada asunto que se precie será aprovechado por los partidos para sacar punta. Ahora le ha tocado a las concertinas.
Un tema recurrible, más ahora cuando la inmigración no deja de ofrecernos dramas día tras día. El PSOE ha incluido en el borrador de su programa la retirada de las concertinas. El PP ha respondido, en su línea. Incluso, en esta batalla electoral, se han arrojado a la piscina sin flotador el delegado del Gobierno y el presidente de la Ciudad, alertando del “peligro” de retirarlas de las vallas.
El bipartidismo no deja de ser un ejemplo hipócrita de la realidad política actual. La historia migratoria reciente los ha situado a ambos en el puesto que representan. El PSOE pide ahora retirar lo que su propio partido instauró en un periodo de presión en el que, al margen de pagar a Marruecos, no sabía qué hacer. Con Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno se vivió uno de los episodios más trágicos y lo único que se le ocurrió a este partido fue elevar las vallas, mandar a los militares a vigilarlas y ordenar a la Guardia Civil que echara por la puerta a cientos de hombres y mujeres heridos. Luego nos mandó a Teresa Fernández de la Vega mientras Marruecos cargaba autobuses de inmigrantes y los dejaba tirados en el desierto. El PP aprovechó aquel filón para darle a la sin hueso... la hemeroteca de esta Casa podría refrescar a las mentes inquietas de Ainara para saber qué decían por aquel entonces muchos de los que ahora tienen mando en plaza.
Ahora, en la oposición, los socialistas adoptan la misma postura que los peperos, tomando como excusa esas concertinas. Las quieren quitar y proponen un sitema alternativo del que ni siquiera saben dar su nombre. Proponen, en definitiva, algo que desconocen o que, cuando menos, no saben siquiera explicar a los medios de comunicación. El PP, ante esta postura, echa mano del lenguaje del miedo (en eso son expertos, como buenos asustaviejas) y nos envían el mensaje del miedo, advirtiéndonos de que como se quiten nos llegará toda África a comernos vivos. Solo falta en esta patética historia el ministro de Interior para que nos hable de mafias y nos cuantifique el número de inmigrantes que saltarán a Ceuta o Melilla. Mal. Siempre mal.