Es la noticia omnipresente que trasladan todos los medios de comunicación día tras día: el éxodo de las familias sirias y de otros orígenes hacia el norte de Europa bien atravesando las fronteras de Macedonia y Hungría bien cruzando el Mediterráneo.
Es un problema sin precedentes, y tal vez desgraciadamente irresoluble. Algunos países exigen a las naciones afectadas más esfuerzos de contención en frontera, pero éstas piden más coherencia y realismo ante este difícil escenario. Mientras tanto las tragedias personales, familiares, porque eso son al fin y al cabo, tragedias personales, se suceden sin cesar. Algunas imágenes particularmente trágicas remueven las conciencias del mundo y parecen haber sido el acicate necesario para impulsar acciones comunes a nivel europeo que palien, al menos, una autentica epopeya de huida de la muerte y del horror.
Y sin embargo, las respuestas que se ofrecen desde las naciones afectadas o desde las instituciones comunitarias se nos antojan a todos, cuando las examinamos con una visión objetiva o realista como soluciones de mínimos o esfuerzos parciales que no van a resolver a medio plazo el problema. La Unión Europea plantea un reparto de solicitantes de asilo por cuotas nacionales, una política de asilo y refugio y procedimientos comunes, e incluso comienza a plantearse la idea de intervenir en los conflictos que están en el origen de los éxodos masivos sobre Europa. Todas esas iniciativas son loables y sin duda necesarias porque en efecto ha llegado el momento de actuar. Europa debe ser solidaria. Ese concepto, la solidaridad, está en la esencia de su propio nacimiento y no se entendería que ante hechos como los conflictos y las guerras que se libran en sus puertas, no ofreciera cobijo y refugio a todos aquellos que huyen del horror.
Aparte del incalculable coste humanitario, el fenómeno es tremendamente complejo y puede trasladarse, no seamos ingenuos, a problemas tanto de seguridad como de índole social y económica a corto plazo. El desplome de los precios de las materias primas no apunta nada bueno para los países subsaharianos, la inestabilidad del Magreb puede mantenerse abierta por un tiempo y la derrota de ISIS en Oriente Medio no parece aún cercana.
La respuesta europea tiene que ser coordinada y equilibrada en el tiempo por dos motivos. A corto plazo, la combinación de un número creciente de emigrantes y la delicada situación económica suponen un problema complejo de difícil solución. No olvidemos los crecientes movimientos racistas o xenófobos que empiezan a proliferar en Centroeuropa, ni tampoco obviemos los riesgos que supone la entrada masiva y sin demasiado control de personas que provienen de escenarios bélicos y en los que muchos pueden haber tomado parte efectiva. Por otro lado ninguna de las medidas adoptadas será realista si no se ataja el flujo incesante de solicitantes de asilo, si no se establecen mecanismos rápidos de devolución de aquellas personas que no cumplan las condiciones legales, y si no se ponen en marcha instrumentos de ayuda financiera para apoyar a los países emisores mientras continúan las situaciones de conflicto. Además, sin duda, la diplomacia… ese arte que ha sido inexplicablemente dejado de lado en el área de conflicto en los últimos años, tiene que volver a jugar su papel, por encima de personas y de regímenes. La realidad se impone.
A largo plazo, Europa tiene un problema de envejecimiento severo que debe afrontar para frenar la pérdida de relevancia económica y geo-estratégica. Una respuesta eficaz, coordinada y conjunta que enfrente los problemas de corto plazo, pero ayude a resolver la débil posición demográfica de la vieja Europa, se convertirá en uno de los grandes retos de coordinación en el Viejo Continente para los próximos años.
Y por otro lado a continuación de las decisiones acordadas a nivel europeo vendrá el tener que hacerlas efectivas a nivel nacional. Es necesario establecer respuesta coordinadas para que el esfuerzo necesario sea realmente productivo y efectivo. Son admirables las iniciativas ciudadanas y locales que ya se han anunciado pero sin duda aportaran mucho mas valor si se integran en un procedimiento común centralizado desde las instituciones correspondientes, por eso considero positiva y realista la respuesta del Gobierno de solicitar a las Comunidades y Ciudades Autónomas un catalogo de recursos y de capacidades. Hay que recordar que según los tratados internacionales aceptar el asilo y el refugio implica una serie de obligaciones que a veces no serán fáciles de cumplir: vivienda, empleo, escolarización e integración. Y también es necesario tener en cuenta las circunstancias particulares de cada territorio y los esfuerzos realizados en materia de asilo o de recepción de inmigrantes hasta este momento. En concreto Ceuta, con un historial impecable desde el punto de vista de la solidaridad y de la comprensión del fenómeno migratorio, dispone de escasos recursos que pueda poner a disposición del esfuerzo común: un CETI cuya ocupación supera sus posibilidades, tasas de desempleo inaceptables, escasos recursos sociales disponibles y unos presupuestos que ofrecen poco margen para nuevas necesidades…y sin embargo aun así yo animo al Gobierno autonómico a que nos ofrezcamos , a que abra espacios para la solidaridad de las familias ceutíes…porque éste es un esfuerzo europeo y no podemos ni debemos quedarnos al margen. Otros serán los que deban decidir hasta donde llegan nuestras capacidades reales. Habrá que seguir aunando esfuerzos, es un reto de humanidad ante el que queda mucho por hacer.