El PP ha dado ya el pistoletazo de salida a una campaña en la que se juega mucho. Tiene que derribar demasiados obstáculos y alcanzar metas, algunas de ellas francamente imposibles.
Recuperar la credibilidad es una, porque un partido que ha aportado como solución a la crisis esa mezcla de recortes y reproches a los vagos y maleantes que hemos sido los ciudadanos lo tiene complicado. Eso sí, hay que reconocer que los peperos tienen mucha fe en sí mismos y en sus posiblidades. Tanta que les lleva a crecerse y soltar la primera de las tonterías que se les viene a la cabeza. ¿No fue capaz Paco Márquez de meternos por los ojos aquello de que con el PP se garantizaba la defensa de la españolidad? En eso de las banderas son los únicos, se apropian de la españolidad cuando quieren y como quieren, como si el resto tuviéramos que secundar sus patrones para sentirnos igual de españoles. Pues va a ser que no.
Ahora le toca a Susana Román, como coordinadora de campaña, seguir la estela de Márquez. No es que le vayan a dar una patada sin avisar, sino en soltar la primera de las frases gestadas en ese cajón de sastre en el que se ha convertido Aianara. Así que Román nos advierte de que hay transferencias estatales que solo llegan por voluntad política, que son ‘transferencias guadiana’ o sea, que desaparecen cuando no gobierna el PP. La verdad es que los peperos son únicos en eso de meter miedo, contar mentiras y arrinconar nuestro voto: o para ellos o para nadie. ¿Saben por qué? Porque si el 20D somos chicos malos y se nos ocurre tener otras ideas, Ceuta irá a la ruina y, fíjense, igual hasta nos arrebatan la españolidad que sigue explotando el PP a base de machacar el síndrome Perejil. Son únicos.
Ni los del PP ni los de las demás formaciones se enteran de que su papel cuando gobiernan es únicamente el de gestor. Y su obligación es el ser buenos, no meter la mano donde no deben y sacar a este país adelante. Punto y final. Ya no son épocas de asustaviejas, ni de advertencias, ni de lanzar mensajes catastrofistas puesto que con ese ‘paquete de regalo’ no demuestran más que el complejo a no saber qué decir, el complejo a tener que enfrentarse con una ciudadanía machacada, el complejo a no saber cómo afrontar ese pateo por las calles en donde hay gente que lo pasa realmente mal... aunque no se lo crean.