EUROPA Press destacó en el día de ayer un estudio realizado por AIS Group basado en datos del INE en el que cita a Ceuta como el municipio español de más de 50.000 habitantes con la tasa más alta de población en riesgo de pobreza, el 44,3%, concretamente. El término se refiere a hogares unipersonales con ingresos por debajo de los 7.961 euros o, lo que es lo mismo, 663 al mes u hogares de 2 o más adultos y con un mínimo de 2 niños o niñas con ingresos inferiores a 16.719 al año, es decir, 1393 al mes.
¡Casi la mitad de los y las ceutíes!
Como si se tratara del Titanic, vivimos en una ciudad dividida en compartimentos estancos. Por un lado, la primera clase que termina dónde empieza el Campo Exterior; el segundo anillo que recoge a la mayoría de barriadas en la que se concentra casi toda la población, y por último, la tercera clase que comprende las zonas más alejadas del incentro de un triangulo cada vez más desdibujado. Una ciudad que, como en el caso del Titanic, cuando se hunda lo hará sin diferencias sociales.
Es posible que nos hayamos inmunizado ante la desigualdad, tal vez el uso que de los medios a su disposición da el Gobierno de nuestra ciudad sea la mejor vacuna para mantener dormida a una población que de tan necesitada que está ya ni pide ni exige y con el único mecanismo al que pueden agarrarse son unos Planes de Empleo cada vez peor gestionados y cada vez más y más opacos.
Tal vez la culpa sea nuestra. Quizás seamos víctimas y verdugos de nuestra propia desidia al tropezar, una vez más, con la misma piedra. Los personalismos vuelven a nublar a la razón individual, y de manera colectiva, el miedo al diferente haga que nos encerremos en nosotros mismos generando recipientes endogámicos que difícilmente sabremos romper sin conflictos sociales o interculturales. Sin embargo no se ven rasgos empáticos en el rostro de quién debe hacer algo.
Llegan las elecciones y de nada importa que una madre ceutí tenga que realizar un porte de 20 kilos por dos miseros euros o que muchas familias tengan que recoger alimentos gracias al excelente trabajo esas entidades que día tras día hacen malabares con los recursos que les llegan y con los que en ocasiones no dan a basto. Sin embargo, dense un paseo por la Gran Vía y verán que bonita y que iluminada estará estas navidades que eso sí que trae votos.
Nunca es bueno generalizar, pero soy partidario de la limitación de mandatos porque, en algunos, casos estos dirigentes se nos “enquistan” y en otros casos se nos “encastan”. Lógico, por otra parte, por una mala concepción del término representante público, algunos o algunas se dedican exclusivamente a levantar la mano una vez al mes dando de lado su labor de servicio público, en la que deberían centrar más su atención hacía los que peor lo están pasando. Cargos institucionales de cera con sueldos cada vez más altos, una plaza de parking en pleno centro, asistencia a actos de postín, coche oficial o personajes que cobran retribuciones aun sin aparecer a realizar su cometido, no hacen sino agravar la situación. Tal vez, por esto, sea difícil confundir conceptos y alejarlos de la gente normal.
Los trileros hacen juego y nosotros impávidos y estúpidos somos estafados por esa élite privilegiada que no tiene pudor en mostrarse tal y cómo es en nuestras propias narices.