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Jesús instruye a Judas Iscariote. Encuentro con Juan en Getsemaní

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Un día, había paseado con Myriam por las calles de Jerusalem. Me señaló un supermercado donde sólo entraba gente necesitada a coger lo que le hacía falta.

Me llamó la atención. “Hay gente con carencias, y la sociedad se conciencia. Nadie que no necesite, entra a coger nada. Es cuestión de educación. En mi ciudad sacan cajas con productos de alimentación en algunos super, y quien necesita, coge”…
Sólo es permitido rezar cerca del Sancta Sanctorum a los israelitas varones. Allí se encuentran Judas y Jesús, que acaban de terminar sus oraciones. Aunque Judas desea quedarse con Jesús, no lo consigue, pues el Maestro quiere estar solo, así Su Espíritu encuentra la unión perfecta con el Padre. “Meditar en soledad es lo que se necesita para vivir del mundo sobrenatural”. Sin embargo, Judas piensa que estamos sujetos a la tierra, mientras estamos vivos. Pero el Maestro le rectifica:”tú no eres un simple. Te has formado en ambientes intelectuales. Sin embargo, te han manchado con doctrinas que se pierden. Recuerda a Salomón, el más sabio de su tiempo, que dijo:”No hay más que vanidad. Todo es  vanidad. Lo importante al hombre es temer a Dios y observar Sus Mandamientos” Es necesario saber elegir entre el buen alimento y el nocivo. No podemos “comer” de aquello que nos arruina, aunque sea agradable al paladar. ¡Cuidado con lo que nos envenena!”, y le explica que Dios es Paz y que su corazón debe estar libre de lo que perjudica para alcanzar esa Paz. “He venido para ayudar al hombre a eliminar sus errores… Mira, Judas, suicidarse es lo mismo que matar, pues la vida es un don de Dios. Él la da y Él la quita cuando quiera. Matarse es un acto de soberbia”. Pero Judas, discrepa, él piensa que es un acto de desesperación. Entonces Jesús le dice que la desesperación es soberbia, porque cuando viene una desgracia, el que no tiene humildad, piensa que él sólo puede solucionar su problema. No cuenta con Dios. Debería decirle al Padre:”no puedo con esto, pero Tú si puedes ayudarme. De Ti lo espero todo”. No puedes decir que Dios no te perdonará, porque entonces mides a Dios desde la medida humana y este comportamiento es de soberbia. El soberbio no sabe decir:”Padre, he pecado. Perdona a tu hijo culpable”, pues el Padre siempre perdona a un corazón sincero y arrepentido”…De nuevo Judas sigue contradiciendo al Maestro, ya que cree que algunos pecados no se perdonan. Jesús, con enorme paciencia, vuelve a instruirle y le dice:”Después del crimen más grande que puedas imaginarte, si el culpable corre a los pies del Padre, llora y le pide perdón, no se desespera y le ofrece penitencia, el Padre le enseñará a merecer Su perdón y salvar su alma”. En contradicción con el Maestro, Le recuerda una cita de la Escritura (2 Reyes 17,23), donde unos se mataron. Y Jesús le explica:”Hicieron mal, pero tenían un conocimiento relativo del bien. El Verbo ha venido a iluminar y fortalecer a las almas. Por tanto, quien muera en la desesperación, no será perdonado. No es “dureza de Dios”; es “justicia de Dios”. Dios nos crió libres de escoger el sendero, nos dio la razón y la ciencia sobrenatural. Por eso somos responsables de nuestras acciones. Uno no puede quitarse la vida para escapar a los remordimientos. Hay que ir a Dios con el arrepentimiento del corazón”. “piénsatelo bien, Judas. La vida es un don santo, que tiene un tiempo limitado en la tierra. Luego viene la Vida Eterna. Como ves, hay dos vidas. Esta terrenal, que es un medio para conseguir la vida del Cielo. Mas para conseguirlo, hay que alimentar el espíritu con buenas acciones. Por ello, hay que darle vida  a todo aquello que sirva para conquistar el espíritu. Debes tener continencia de la carne en todos sus aspectos, y en todos sus deseos hay que contener al espíritu. Y continencia también del corazón, en todas sus pasiones. Pero no contengas el ansia por llegar al Cielo. Varias virtudes debes cultivar: amar a Dios y querer servirlo en todo. Así como amar al prójimo. Sé tú un héroe en obedecer la Palabra de Dios”. Jesús espera que Judas haya comprendido todas las explicaciones, y Le pregunte con sinceridad ante las dudas, pero el discípulo nunca queda satisfecho del todo, ya que se considera un hombre joven, lleno de vitalidad. Y Jesús le dice que Él ha venido como Maestro, a enseñar a los hombres, no a los ángeles, que ven a Dios en el Paraíso. Ellos son seres inteligentes, conocen todo y conocen las pasiones de los hombres. Uno de ellos cometió el pecado de soberbia, el único que podían cometer. Fue Lucifer, que arrastró consigo a los ángeles débiles. Y Lucifer, que era el más hermoso de los arcángeles, se convirtió en un monstruo horrible. Los ángeles del Cielo sólo quieren servir a Dios, y Yo he venido al mundo para hacer a los hombres ángeles. El hombre fue creado perfecto. Su alma era angelical y su cuerpo era de suma belleza. Era el rey de la tierra, como Dios es el Rey del Cielo. Pero Satanás arrebató al hombre sus alas y le ha puesto garras de fiera. Satanás ha hecho al hombre un demonio, con ardientes deseos inmundos. Satanás ha destruido al hombre…Yo quiero devolver las alas al hombre, que sea rey, que herede del Padre el Reino Celestial. El hombre puede conseguirlo, si lo desea. Yo no predico doctrinas imposibles de cumplir. Yo he tomado carne verdadera para poder experimentar las tentaciones del hombre” …Judas pregunta a Jesús por los pecados, y el Maestro le responde que aunque existen las tentaciones, no hay que sucumbir a ellas. Y le explica:”Jamás he pecado, porque no he querido. Quiero demostrar al hombre que si no lo quiere, no pecará. Tengo treinta años, Judas. He vivido entre los hombres, no en una cueva. Pero incluso en los lugares más solitarios hay tentaciones, porque en nosotros existe el bien y el mal. Sobre el bien sopla Dios y nos agita como trozos de incienso. Sobre el mal sopla Satanás, como fuego ardiente. Si queremos sofocar el fuego, tenemos una potente herramienta:”la oración constante, que actúa como arena húmeda que apacigua”…Judas sigue su cuestionario, quizás querría atisbar algún fallo del Maestro. “¿Cómo puedes juzgar a los pecadores, si nunca has pecado?” “Mira, Judas. Soy hombre, pero también soy el Hijo de Dios. Si ignoro algo como hombre, y por tanto lo pudiese juzgar mal, como Hijo de Dios, no ignoro nada. La tentación es fuerte, y Satanás se vale de todo para llevar a cabo el acto maligno. Luego puede provocar nauseas haber cometido el pecado, pero la tentación se ramifica y produce otras nuevas tentaciones”. Judas insiste, quiere saber más aún, y Le pregunta si alguna vez cedió a la tentación. Es un auténtico interrogatorio. “Jamás, porque he pedido al Padre, “Padre, no me dejes caer en tentación”. Casi se escandaliza el discípulo al saber que el Mesías, que obra milagros, tenga que pedir al Padre para no pecar. “No puedo prescindir del Padre. Él concede todo al Hijo. El Hijo lo recibe todo del Padre. Y todo lo que se pide al Padre en Mi nombre, será concedido” ….Por fin llegan a Getsemaní, donde vive Jesús. Yo vivo aquí, en Get-Sammi. Tú vives en Tofet. Ya es tarde. Nos despedimos ahora. Mañana nos veremos en este sitio. La paz sea contigo”. Judas también Le desea la paz y Le pide ir al Cedrón con Él, para acompañarlo un poco más. Quiere convencer a Jesús de que ese lugar es demasiado humilde para Él, que tiene amigos poderosos e importantes y podrían alojarlo en un lugar más digno. Pero Jesús rechaza la oferta, pues entre los grandes, también se encuentra gente indigna. Para Jesús, el poderoso debe ser humilde y santo. Judas vuelve a oponerse a su Maestro, el considera que para ser respetado y para imponerse, habría que dejar la humildad a un lado. Una vez más, Jesús muestra Su magnanimidad  y le responde:”¿Es que Herodes y César son respetados? Como verás, se les soporta, pero con el corazón se les maldice. Yo me impondré con la modestia entre aquellos que tienen buena voluntad”. Y Judas vuelve otra vez a contradecirle, pues él piensa que actuando de ese modo se hará enemigo de los poderosos, él conoce su intransigencia. “No desprecio a nadie, Judas. Yo iré a los pobres, a los ricos, a los esclavos, a los reyes. A los pecadores, a los hombres de bien. Agradeceré a los que Me cobijen y Me den pan. Pero siempre Me inclinaré por los pobres, humildes, pecadores y afligidos. Este lugar es de paz y oración. Aquí deseo estar. Procura pensar siempre rectamente, Judas. Y ambos se despiden cuando la oscuridad se ha impuesto sobre la luz.
NOTA: estos relatos están basados en la Obra Poema del Hombre Dios, María Valtorta, Tomo I. Cuando habla Jesús, es en líneas generales lo que Él dice a María V.


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