Yllega el momento. Llega esa hora en la que los partidos políticos escenifican el inicio de la campaña electoral. La pegada de carteles que ‘ya no se lleva’ a la que cabe sumar la hilera de discursos, propuestas y composiciones de lugar que se hacen los propios partidos, enfrascados en ese momento delicado en el que cabe perfilar el cómo habrá que enfrentarse a una ciudadanía cada vez más alejada. Esta noche los medios de comunicación haremos, de nuevo, guardia. Lo haremos para trasladar a los lectores, oyentes y espectadores esos mensajes que cuesta tanto amoldar a la realidad. Créanme, cuestan, y cada vez más.
Llegó el momento de salir a la calle, de enfrentarse al ciudadano y de dar vida al espectáculo. Porque sí, porque todo esto que nos va a tocar vivir no es más que eso: un puro espectáculo. Algo así como el anuncio navideño del vuelve a casa pero en político, porque eso es lo que a hace la clase política, volver a nuestras casas a reclamarnos el apoyo mientras intenta embaucarnos con promesas preñadas de adornos navideños buscando el truco del Rey Mago, capaz de llevarse la adoración de los infantes.
Pleno empleo -o casi-, pensiones mejoradas, apoyo a la juventud... y esos candidatos que aparecen de la nada en todos los actos, que parece que se hubieran convertidos en los emoticonos del WhatsApp, siempre con su sonrisa cuando hay que ponerla o su carita de pena si se tercia. Fíjense que tienen expresiones para todo.
Y ahí, frente a este cuento de Navidad con protagonismo para el malo, para el usurero, para el ladrón o para el oportunista estamos nosotros, los ciudadanos, los que nos hemos hecho tan duros, tan fríos, tan insensibles con la realidad que somos capaces de digerir las falacias de quienes pretenden seguir viviendo de la cosa pública.
Se acerca el momento y qué quieren que les diga, que yo sigo pensando en Vapour y Lebir, en esos jóvenes cameruneses atrapados y quemados dentro de una cueva, esos chicos de poco más de 20 años que no pudieron escapar de las salvajes redadas practicadas al otro lado de la frontera para que Europa no tenga tantos problemas. Y sigo pensando en ese rostro sin vida iluminado por el mechero de un compatriota, y en esa cueva perdida en Castillejos, a unos pocos kilómetros de nuestra ciudad, y en cómo no han recogido los cuerpos hasta que han pasado 48 horas. Vapour, Lebir... podían ser mis hermanos, mis hijos, podríamos ser nosotros. Pero no, son ellos, y murieron dentro de una cueva quemada salvajemente para que en nuestras fronteras no salten las alarmas.
Y en este lado los candidatos y sus caras de emoticono nos hablarán esta noche de empleo, de futuro, de España, de la bandera, de este país y esta vida. Y los escucharemos y les responderemos con un gesto complaciente de seducción aunque hace tiempo que muchos nos hemos quedado ya sin voz.