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¿Para qué se ponen plantas en las ciudades?

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La respuesta es sencilla: para embellecimiento y, en el caso de los árboles, para obtener sombra. Este es el objetivo esencial de quienes planifican las ciudades desde un punto de vista arquitectónico. Y a los amantes de la Naturaleza nos parece bien, muy bien, la mayoría estamos totalmente de acuerdo con el uso ornamental de las plantas para dar sombra y  color a nuestras calles.

Por otra parte, los que, además de ser amantes de la Naturaleza por vocación, lo somos por nuestra formación académica y práctica profesional, vemos en las plantas y, sobre todo en los árboles, algo que va mucho más allá de lo meramente estético, pues sabemos (y para eso no hace falta ser ningún experto) que las hojas de los árboles descontaminan las ciudades absorbiendo gases nocivos y emitiendo el oxígeno que necesitamos para respirar; son importantes amortiguadores del molesto ruido del tráfico; proporcionan una sombra que nos protege de los rayos ultravioleta tan nocivos para nuestra piel; las copas de los árboles reducen la velocidad del viento y filtran parte de las partículas que éste arrastra;  las hojas de los árboles permiten que la lluvia se deslice por su superficie, cayendo al suelo con menor fuerza erosiva; los árboles generan biodiversidad y algo que ha sido científicamente comprobado en varios estudios: nos hacen la vida más agradable. La mayoría de nosotros respondemos a la presencia de árboles sintiéndonos más  serenos, sosegados, descansados, sanos y tranquilos… pero… se da por entendido que para que un árbol pueda llevar a cabo todos estos maravillosos menesteres, es imprescindible que tenga sus hojas…
Por todo esto, y dejando al margen el horror estético que me produce ver un árbol desmochado a golpe de motosierra, yo me pregunto ¿qué necesidad hay de mutilar cada año los preciosos Ficus benjamina del paseo de Colón? y los viejos “plátanos de sombra” de González Tablas y un largo etcétera de árboles podados drásticamente que se repite cada año como si de una maldición se tratase.
Fisiológicamente, los árboles no requieren poda. Que nadie piense que “es necesario” hacerlo. Esa práctica puede ser útil cuando se trata de frutales destinados a la producción, con la finalidad de mejorar el tamaño o la cantidad de los frutos, pero está claro que ese no es el caso. Es cierto que algunos árboles de ciudad requieren lo que se llaman “podas de formación”,  que consisten en recortar unas cuantas ramas con el fin de ir guiando el crecimiento para adaptarlo a las características de las calles o para evitar la caída de ramas secas, pero de ahí a lo que se hace en Ceuta, hay un abismo.
La poda es un arte que requiere conocimientos de técnica y de botánica. Si se realiza de forma inadecuada provoca crecimientos descompensados y árboles débiles e inseguros. Cuando se cortan ramas importantes, las secciones quedan totalmente expuestas a infecciones por virus y hongos. Esos brotes vigorosos que aparecen al cabo de varias semanas o meses de la poda no son muestras de una salud renovada, sino de un intento desesperado de la planta por recuperar las hojas sin las cuales moriría definitivamente.
Es posible que el motivo sea que las copas molestan a algunos vecinos porque han crecido demasiado, pero entonces  ¿es que no se planifican las actuaciones antes de llevarlas a cabo?
 Hay cientos de especies de árboles de crecimiento lento ideales para calles estrechas ¿por qué plantar en ellas especies que se sabe que pueden llegar a medir 30 metros de altura? En los proyectos se pinta un palito con una bolita verde encima y eso es un árbol, pero hay que determinar qué tipo de árbol es el adecuado a cada lugar, porque, de no hacerlo, cuando moleste tendremos que tratarlo como un objeto más del mobiliario urbano que se puede poner o quitar a nuestro antojo.
¿Qué clase de ejemplo estamos dando a nuestros jóvenes? La semana pasada estuvimos hablando en clase, como parte del currículo de 4º de ESO,  de la importancia del cambio climático, de cómo hemos desequilibrado totalmente el ciclo del carbono provocando el aumento de dióxido de carbono atmosférico y de que los dos únicos mecanismos de los que dispone la Naturaleza para disminuir la concentración de ese gas en la atmósfera son: la fotosíntesis que llevan a cabo las plantas y algas y un proceso llamado carbonatación en el que intervienen las rocas calizas y los corales ¿Cómo van a comprender la enorme importancia de esa cuestión si están viendo que en su ciudad se trata así a los árboles, organismos fotosintetizadores por excelencia?
A quienes corresponda quiero decirles que muy bonitos los “pascueros”, y muy navideños, pero dentro de un mes no quedará ni uno en nuestros jardines ¿no habría sido mejor invertir en plantas más duraderas? ¿y qué me dicen de los 230 árboles, 21.000 arbustos y 1.000 palmáceas plantados en el parque periurbano de Santa Catalina? ¿cuántos siguen en pie?¿podrían abandonar de una vez por todas las podas drásticas y desmochados que tan demostrado está que no sirven más que para dañar a los árboles? ¿podrían dar algo más de importancia a la sombra en la ciudad? ¿es que les parece bien que nuestros niños se cuezan en esos bonitos columpios y toboganes de la Marina y de Santa Catalina a pleno Sol?
Señores políticos: ahora que están ustedes en campaña, prométannos cuidar de nuestros árboles, digan que van a poner sombra en los parques, que van a planificar mejor nuestras zonas verdes  y les aseguro que se meterán en el bolsillo a más de un votante concienciado con todos estos temas.


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