Los actos políticos están ideados por y para los oídos que quieren escucharlos. A nadie más que a los fieles de las distintas formaciones interesa conocer qué nos cuenta el líder de turno. Cada militancia parece tener su nivel de receptividad, parece congratularse con esas cuatro claves que, bien manejadas, logran el éxtasis.
En el PP parece que lo de la españolidad gusta. Si no, resulta imposible encontrar respuesta a las repeticiones de las mismas palabras y a los consecuentes aplausos que éstas generan entre el mismo público. Confiaba en que eso de alterar los ritmos cardiacos a base de banderas, patriotismo, España, los buenos y los malos ya no se llevaba. Como siempre me pasa con el PP, equivocada estaba. Debe ser que han encontrado el camino de la luz porque insisten en la repetición de las mismas ideas, cual Trillo estancado en Perejil, consiguiendo en las masas de receptores esa sensación de que aquí uno/a solo puede estar a salvo si vota a la gaviota. El resto debe ser un engrendo de ideas radicales, atentatorias contra nuestros emblemas, nuestra unidad y nuestra bandera... todo eso, oiga, ambientado en la globalidad de un mundo que muchos no entienden.
Sinceramente yo no me siento más española que el resto, solo igual. Tampoco me siento distinta al resto por vivir en Ceuta, ni acosada por antiespañolismos, ni percibo el riesgo a perder mi identidad con otras fuerzas. Será que esas amenazas las ven unos pocos, algo así como las armas de destrucción masiva o los asaltos a las vallas, o las invasiones que nos iban a llegar... nuncas las vi, otros sí.
Lo que sí siento es cuando me ofrecen un discurso para tontos o cuando me habla un dirigente político como si fuera una madre/padre advirtiendo a su niño de 4 años que si no hace lo que se le ordena vendrá el coco por la noche a llevárselo. A estas alturas de la vida el único coco que asoma por la ventana es el de las injusticias, el de los atracos a mano armada, el que nos ha metido en un sistema sin vida en el que solo vivimos para trabajar y para contemplar cómo algunos espabilados saben hacer lo contrario: trabajar para vivir y encima lo justito cobrando lo que se le niega al resto.
Si escucho un mitin del PP, como si lo hago de cualquier otra formación, quiero escuchar propuestas, medidas reales, mensajes con futuro. No quiero meterme en una cueva y escuchar a la seño de los cuentos malos que viene a regañarme oculta detrás de unas lentes oscuras, dibujándome millones de monstruos y amenazas capaces de arrebatarme hasta mi propia identidad e incluso mi nacionalidad. ¿Así estamos?, ¿es este el nivel capaz de ser trasladado al resto de la población? Puede que haya quienes se llenen con este tipo de mensajes, quienes incluso los agradezcan porque quieren vivir en ese nivel de ‘estar ahí’ solo por el hecho de ir de estómago agradecido. Cada uno elige su momento y su papel. El nivel es inaceptable.