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El puñetazo

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Lo que faltaba. La agresión sufrida por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante un acto de campaña llevado a cabo en Pontevedra, ha terminado por poner la guinda al pésimo espectáculo político que llevamos ‘tragando’ durante meses y meses.

Que un menor de 17 años se posicione al lado de un presidente del Gobierno para terminar agrediéndole constituye la expresión más baja que puede demostrar una sociedad. Porque no se trata de la acción aislada de este individuo que dejó, además, en evidencia la seguridad de Rajoy, sino que hay que tener en cuenta la escalada de comentarios que dicha acción suscitó en las redes sociales y que, en definitiva, venían a apoyar esa actuación justificándola de una u otra manera. A escasos días de las elecciones generales, Rajoy ha recibido su puñetazo, pero toda la sociedad ha recibido un mazazo que se ha encargado de romper ese equilibrio con ciertos vaivenes que sostenían este convulso periodo político.
Antes del puñetazo se han producido debates con faltas de respeto e insultos, antes del puñetazo ha habido guerra sucia entre partidos con acusaciones demasiado bajunas como para ser permitidas en política, antes del puñetazo tanto los partidos como la propia ciudadanía nos hemos encargado de bajar demasiado el listón, confundiendo la libertad de crítica con los insultos, las campañas orquestadas y una suerte de despropósitos que ha terminado por afear lo que en principio debiera haberse concebido como un periodo de lección democrática, pero no ha sido así.
Se ha generado demasiado odio, se ha jugado con asuntos que nunca debieron ser abordados, se han cometido cientos de tropelías permitidas por todos, dejando que los niveles de odio llegaran a un nivel que hemos terminado por presenciar la imagen nunca deseada: la de esta agresión.
Todo parece que vale, todo parece que tiene cabida en este debate, así hasta el punto de que ni tan siquiera se han producido condenas unánimes a lo ocurrido habiendo quienes lamentaban que la agresión no hubiera sido más fuerte o que incluso vaticinaban que todo había sido un montaje para buscar votos sostenidos en la lástima. Que un acto así pueda albergar este tipo de consideraciones dice mucho del momento al que hemos llegado y de lo difícil que puede ser dar marcha atrás.


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