El anonimato se ha convertido en la mejor arma para que cobardes carentes de fundamento alguno utilicen las redes sociales para cargar sus tintas contra los inmigrantes. Ha sucedido tras la entrada de 182 personas en la madrugada de Navidad por el paso de Benzú.
Hay ciudadanos a los que nada les importa confesar que este tipo de noticias les produce “asco”, otros que nos recuerdan que estos subsaharianos son algo así como delincuentes que han violado nuestras fronteras y los hay que critican la presencia de Cruz Roja porque así “no se defiende” el país. Lo triste es que no son cuatro los que opinan de esta manera. Muy al contrario. Son muchos. Se retroalimentan con sus comentarios malsanos, fomentan un odio hacia el inmigrante sin ni siquiera saber algo sobre su situación y critican a todos aquellos (también somos muchos) que evitamos hablar de invasión, de violación de fronteras, de delincuentes y demás.
Lo grave de este tipo de corrientes de opinión es que cobran cada vez más fuerza alentadas por vertientes políticas que quieren encontrar en la inmigración la clave de todos los males. Que el país vaya mal, que la crisis económica nos afecte cada vez más, que las ayudas sociales se pongan en peligro tienen que tener una justificación y se busca en ese rechazo al inmigrante con valoraciones de este tipo.
Sí, a mí me dan asco. Pero me dan asco ellos, los que opinan así, los que ni tan siquiera son capaces de empatizar con el resto, los que te recriminan tu solidaridad con quien entra a la desesperada en nuestro país recomendándote que te los lleves a tu casa. No. No me tengo que llevar a mi casa a ningún inmigrante, ni hacerme fotos con ellos. No tengo que hacerlo porque para eso tenemos un sistema que funciona, con unos medios operativos y con unas ayudas de carácter social que, aunque mermadas, están ahí para atender a quien no tiene, para ayudar a quien lo deja todo, se arriesga a saltar una valla y busca empezar una vida nueva a este lado. Así que el discurso de los cada vez más oscuros personajes, que se sientan tras un ordenador para fomentar el odio a quien todo lo arriesga y, en demasiadas ocasiones, todo lo pierde, crecerá entre sus club de fans, que los hay, pero se hundirá ante una amplia capa social que no solo somos contrarios a sus tesis sino que, dentro de nuestras posibilidades, trabajamos para visibilizar una realidad que también es nuestra y unas consecuencias que también tienen que ver con nuestra Europa.
La pasada Navidad hubo hombres que murieron ahogados y aplastados por sus propios compañeros; también hubo desaparecidos y muchos heridos, jóvenes que habían intentado saltar la valla hasta en cinco ocasiones y no lo han logrado. Para ellos no hay más que intentarlo, que lograrlo, que conseguir este lado creyendo que es el paraíso. Sus vidas están marcadas por la tragedia, porque tragedia es tener que perder tus orígenes a la fuerza para llegar a un país en el que tendrás que empezar de cero. Esto debe ser demasiado complicado de entender para muchos. Qué lástima, ese pensamiento miserable no tiene arreglo.