Me quedo con esa sonrisa, con ese rostro sereno, con ese sueño cumplido de quien solo es una niña. Ella es Celeste. Aquella preadolescente que fue encontrada por la Guardia Civil en el Hacho, nada más desembarcar junto a otros 11 adultos subsaharianos. Su mirada asustada, su rostro de niña pronto llamó la atención de los agentes.
¿Qué hacía ella allí? El equipo del Área de Menores se puso a trabajar de la forma profesional que siempre lo hacen. Aplicaron los protocolos establecidos para los MENA haciendo todo lo posible para entender la historia de esta niña, de solo 13 años. Porque Celeste tenía su historia. Una historia que les importaba, tanto como todas las demás; una historia ajena a esa loca presión mediática que se mueve solo por audiencias y momentos, como sucedió con Adou, el bautizado como ‘niño de la maleta’. Los focos mediáticos ya han desaparecido porque ahora lo que interesa son las rastas de Podemos o el bebé de Bescansa y ya no hay espacio para abordar las historias migratorias. Así de simple.
Hoy me quedo con la sonrisa de Celeste. Con la sonrisa de su madre, Lidie. Unidas por fin después de haber emprendido viajes en patera con cuatro años de diferencia, juntas para poder empezar una vida, salvadas del Estrecho, dispuestas a pelear por tener futuro, como hacen a diario miles y miles de inmigrantes.
Celeste y Lidie lo han conseguido. Ellas sí. Ellas representan los rostros de la victoria. Atrás en el camino se han quedado muchas tragedias, una de las más terribles la protagonizada por la familia de Princesa, la bebé que llegó en patera, en agosto de 2014, a Tarifa. Sus padres quedaron en África y nunca pudieron reunirse con ella. Ahora hemos conocido que su padre ha muerto de cáncer, llevándose consigo los esfuerzos por conseguir esa reagrupación fallida. Me alegro enormemente porque Celeste y Lidie lo hayan logrado. Lo celebro porque ambas, luchadoras como ninguna, han sorteado caminos muy complicados y lo han hecho con éxito. El trabajo llevado a cabo por el Área de Menores se queda para ellos, no necesita de publicidades, sus profesionales van a estar siempre ahí, sabiendo lo que tienen que hacer, garantizando la protección debida a los menores desamparados que llegan hasta nuestras tierras y que pueden estar expuestos a muchos peligros. Ellos siempre estarán más allí. Y hay muchos que lo sabemos.