El enfrentamiento acontecido esta misma semana entre componentes de la Policía marroquí y miembros del CNP ha sido de tal gravedad que asombra que no haya existido no ya una comparecencia oficial, sino, cuando menos, un comunicado.
Debería haberse emitido. Hechos así no pueden quedar en un vacío absoluto. Los posicionamientos deben estar, a estas alturas, bien claros sin verse mermados por miedos a que la colaboración se enturbie. Muy al contrario, son los hechos tratados de esta manera los que animan a que esa coordinación termine resquebrajándose.
Los sindicatos policiales CEP y SUP son los que se han pronunciado pidiendo por vía oficial que se abra una investigación al respecto. No se trata de un mero forcejeo o de un roce en la forma de definir la acción en una línea fronteriza que nunca ha sido clara porque se ha permitido que así fuera. Se trata de aclarar qué pasó y por qué pasó para que se llegara a tener una agente lesionada y una presunta agresora escapada a Marruecos. Una agente que fue insultada, tratada de forma vejatoria (por cierto, ninguna asociación en defensa de la mujer ha querido pronunciarse), empujada y golpeada y que no obtuvo ayuda sino más bien freno por parte de agentes marroquíes.
La Delegación del Gobierno con su callada por respuesta queda en evidencia. Lleva así bastante tiempo. No es lógico, ni normal ni aceptable el silencio absoluto que impera en la plaza de los Reyes, incapaz de comparecer ante sucesos de envergadura como las avalanchas en la frontera o este altercado. Los silencios no son buenos ni aceptables, más bien esconden incluso un desprecio hacia la función de los medios de comunicación que deben canalizar una respuesta al ciudadano. No se nos informa sobre un suceso de peso, quizá esperando que pasen los días y la presión mediática del momento haga que caiga en el olvido.
Esta actitud no es buena, convierte a la administración de los Reyes en una especie de fantasma político. Las respuestas no pueden ser débiles porque no cabe autocomplacencias solo narración de los hechos tal y como han sido. No hacerlo solo generará más tensiones.
Ayer, el presidente de la Ciudad fue preguntado por lo ocurrido. A estas alturas de la película nadie pretenderá pillar a don Juan en un renuncio, así que, diciendo todo pero sin decir nada, supo quedar bien con policías (destacando su servicio) y con el delegado (apoyando su gestión). Un guiño de cara a la galería. Pero eso, créanme, aquí no vale.