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“A Bernabé, mi padre”

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21 de enero 1973. Bernabé, mi padre, nos dejaba para siempre. ¡Sólo 49 años! Querido papá, te quiero. Siempre te quise y cada día más. Hablo mucho contigo, ¿sabes? Claro que lo sabes. Yo te siento siempre a mi lado, sobre todo en estos últimos tiempos, por muchos motivos que tú ya sabes. Porque los que estáis en ese mundo sin maldad, donde todo es pura luz, lo sabéis todo.

Yo que viajo mucho (seguro que tú me habrías acompañado en más de una ocasión), siempre “te tengo a mi lado”. Cuando yo vivía en Algeciras, donde ejercía como maestra, casi todos los fines de semana me marchaba a algún lugar: Málaga, Sevilla, Granada, Jaén, Huelva..., siempre en busca de arte, la cultura, los conciertos, sobre todo los de jazz y tango, estos últimos como festivales internacionales. A ti, como al tío Miguel (Miguelín), tu cuñado y sin embargo amigo y segundo padre para mí (él también se marchó hace unos años), os encantaba el tango. Y a estos lugares que he nombrado “siempre venías tú”.

Papá, te echo de menos. El próximo 21 de enero se cumplirán 43 años de tu partida, ¿por qué te fuiste tan pronto? Yo te necesitaba, te sigo necesitando. Yo vestía muchas veces de negro, con 18, 19, 20 años, algo que tú me reprochabas siempre. “Hermy, no te vistas de ese color”. “Papá, es que me gusta”, te respondía yo; y casi que no me vestía de negro por respeto a ti. Pero cuando tú falleciste, ¡cualquiera me lo hacía quitar! Hasta mamá me regañaba y tuve que vestir de otros colores ya que ella me decía: “Mientras no te quites el luto, no lo hago yo”.

También, a los 5 meses de tu fallecimiento, terminé mis prácticas de Magisterio, 3er curso, con muy buena nota. Lo primero que hice fue meterla en un sobre y guardarla en tu mesita de noche junto a tus cosas (que yo conservo). Tú habrías estado muy orgulloso de tan buena calificación. En este cajón estuvo durante muchos años, hasta nuestro traslado hace 8 años a otra vivienda. En el traslado le perdí la pista. En algún lado tiene que estar.

Papá, ¿sabes qué? Que gracias a mi “sentido del humor”, heredado de ti, puedo sobrellevar algunos desagradables momentos y acontecimientos tan cercanos a mí… Como ya he dicho antes, sobre todo en los últimos tiempos, la hermana Soledad es la que me acompaña. Recuerdo cuando te disfrazabas, pues tú eras un enorme guasón (como yo, como tu nieta ‘la futbolista’, Virginia, quien también ha salido en parte a ti y a mí en eso de colocarse y vestirse como le viene en gana. ¡Bien por ella!). Te encantaba imitar a Fidel Castro. A lo mejor estábamos todos reunidos en el salón de la calle Alfau ( ¡Qué tiempos aquellos!) y de pronto decíamos: “¿Dónde está Bernabé, dónde está papá? Y ahí estabas tú, vestido del comandante, con uniforme militar, enfundado en unas botas también militares y con la gorra que Fidel se colocaba; y pegando un golpe en una mesa, decías : “ ¡Aquí mando yo!”, como el señor Castro. ¡Cómo nos reíamos! O cuando imitabas a Cantinflas, con los pantalones caídos, el típico gorro y el bigotillo pintado. Y también al Che Guevara, con su gorra y estrella roja de cinco puntas. Pero, irremediablemente, lo tuyo era ¡hacer de payaso! y ¡de enano!. Te vestías y pintabas de tal guisa, con zapatones incluidos. Cogías un enorme paraguas, habiendo puesto en la terminación de sus varillas metálicas unos pequeños globos llenos de agua, de los cuales salía ésta cada vez que abrías aquél. Recuerdo que había dos vecinas, hermanas, ya mayores (una de ellas, madre del doctor Salvador Fossatti, quien vivía en el mismo piso ). Ángeles y Mercedes subían a nuestra casa ya que la diversión estaba servida, el “espectáculo” iba a comenzar. Con las ocurrencias tuyas, papá, ¡¿quién no se lo iba a pasar bien?! Mercedes se llegaba incluso a orinar y yo..., ¡ No te digo! Miki Fossatti, hijo del anterior y sus hermanos Luis (quien desde hace pocos meses ya está contigo) e Inmaculada también disfrutaban de lo lindo.

Muchas veces recordamos Miki y yo cuando te disfrazabas de enano. Te ponías de rodillas sobre unas zapatillas o zapatos y empezabas a andar. Realmente... ¡parecías un enano! Mamá, a veces, te acompañaba en estas ‘diabluras’. En fin, son muchos recuerdos “tiempos pasados que no volverán” (lógico), pero yo guardo en mi amplia memoria y, por supuesto, en mi corazón. Mi tía Mari, tu cuñada política, a la que muchas veces veo en Algeciras (mi querida familia de allende el Estrecho) y yo, recordamos muchas veces todo esto (tú tenías mucho ‘feeling’ con ella así como con Mariposa, tu otra cuñada y querida tía mía). Mari me recordaba hace poco sobre la especie de maleta grande que tú tenías debajo de la cama con tus disfraces. ¡ Eras un ‘crack’!.

¡¿Y los Reyes Magos?! Yo no lo viví, ya que no había nacido, pero de siempre lo he sabido, ya que me lo han contado.Tú mismo me lo contaste. Tú, el tío Miguel y el tío Chico (este último tengo la suerte de que aún vive y es como mi padre, al faltar vosotros dos ), os disfrazasteis de reyes magos en la calle Alfau; desde la azotea llamabáis a los niños que pasaban por la calle y les echabais caramelos. “¡Los Reyes Magos, los Reyes Magos!”, decían los chiquillos. He visto las fotos varias veces. Todas estas cosas se las cuento a tu nieta, ya que al parecer pocas cosas sabe de ti. Tiene algunas fotos tuyas en su habitación que yo le he regalado.

El 5 de Enero de 1973, viajamos a Tánger. Pasamos un día fabuloso en familia, como debe ser. Viajamos en una furgoneta color naranja de una agencia de viajes donde trabajaba por las tardes Miguelín (mi segundo padre) y era éste quien la conducía. Nos acompañaban dos coches más, familias amigas nuestras y compañeros de Intendencia donde mi querido tío también trabajaba por las mañanas contigo. Día espléndido, climatológicamente hablando. Lo pasamos pipa. “Hermy, dame una calaíta”. “No, papá, el médico ha dicho que no debes fumar”, te increpaba yo. Te ponías tan pesado que al final yo accedía. ( ¡En aquella época, mi padre me dejaba fumar! Decididamente, fue un adelantado de su tiempo). Lo mismo ocurría con el café; el médico te lo había prohibido (padecías del corazón y tenías dos infartos a tus espaldas, muy joven). A mamá siempre le decías después del almuerzo: “Anda niña, dame el ‘culito’ nada más “. “ No Bernabé, el médico ha dicho que no debes tomar café”. Al final, te salías con la tuya. Pero ya estabas sentenciado. Después de tu fallecimiento, los amigos y compañeros nos dijeron que tú seguías fumando y tomando café, ¡Alcohol, nunca! Llevabas una vida muy estresada, debido al trabajo, para poder traer el pan a la casa y para darme unos estudios que tú no pudiste tener. Trabajabas por la mañana en Intendencia y por las tardes-noches en oficinas de Benoliel, regresando muy tarde a casa, sin descanso alguno. Benoliel se portó muy bien contigo ; él mismo fue a verte al hospital y vi y escuché cómo te decía que no te preocuparas por el dinero, que él te ayudaría, pero que no volvieras al trabajo y disfrutaras de la familia. No te dio tiempo. Recuerdo que te compré una mascota (sombrero) y te encantó. La compré en el mismo comercio Benoliel, pero no te dio tiempo a estrenarla. Yo soy como tú: mascotas, gorros, gorras, sombreros, boinas... ¡Todo me lo pongo!

Era tal tu sentido del humor, que tú sabías, sabías perfectamente que te ibas, pero en la misma cama seguías con los disfraces. Incluso estando yo un día a tu lado, en el Hospital Militar ( iba a verte todos los días cuando salía de Magisterio), te dio un gran infarto, pero a los diez minutos ya estabas disfrazándote, ¡de payaso! Eras único. Sentí no poder estar contigo el día antes de tu fallecimiento. Tenía muchos exámenes. La gran Mamina, mi abuela ( tu suegra), siempre venía conmigo al Hospital. “Hermy, cuéntame cosa”, me dijiste una tarde. Yo adivinaba el por qué. Me preguntaste quién iba a ser la madrina de un futuro sobrino o sobrina que iba a nacer a los cinco meses. Te respondí que eran Beatriz y Miguel. “Yo quiero que seas tú”, me dijiste. Ya estaban elegidos. Cuando “tú te marchaste, papá, nació Natalia. En tu recuerdo decidieron que yo fuese la madrina. A ella le hablo mucho de ti y le he mandado fotos tuyas. Ya tiene... pues casi 43 años.

En fin, Bernabé, papá, seguiría diciendo muchas cosas sobre ti, todas buenas, aunque a decir verdad, a veces te ponías irascible y tu carácter fuerte salía a la luz. ¡Bien por ti! A mí me pasa lo mismo; soy tu hija, de tal palo tal astilla.

Hace un rato he entrado en la iglesia de San Francisco, tu iglesia. He estado un rato junto al Cristo de la Humildad y Paciencia, tu Cristo, mi Cristo. Yo, ni soy creyente como antes y menos practicante. Yo le pido protección a los míos, a los que se fueron, por supuesto, a ti. Las circunstancias han hecho que ya no crea en nada. Por mi amor hacia ti, voy a ver a este Cristo cada vez que puedo. Es como verte a ti. Otro día seguiré hablando de ti, mi padre...

Bernabé, te quiero. Tu hija, la única, Hermy.


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