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Jesús en casa de Zacarías

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Myriam me había acompañado muchas veces a Ain Karem, (entre montañas), en el Hebrón, a la casa del sacerdote Zacarías, que hoy está custodiada como recinto sagrado por los franciscanos. Entonces, en la época de Jesús, no tenía este nombre. Aquello era y es la garganta más estrecha de las montañas de Judea, entre Hebrón y Yutta. Aquí se pueden imaginar muchas situaciones maravillosas vividas. Por ejemplo, el encuentro y saludo de las primas Isabel y María y el salto de Juan en el vientre de su madre, con un jardín lleno de flores y de plantas medicinales. La parte superior con habitaciones espaciosas, hoy es una iglesia…

Zacarías, sacerdote del templo, mudo por incrédulo, escribiendo en la tablilla “Juan es su nombre”, orando y con la inspiración recibida del Cielo… Dicen que recobró el habla al nacer su hijo. Por aquel entonces circulaba la noticia de haber recobrado el habla por un milagro que obró María por medio de Su Hijo aún en el vientre…Ellos eran judíos que respetaban escrupulosamente la Torá. ¡Tantos sucesos que el hombre no comprende y que son excepcionales!

Por eso, al escribir hoy sobre este lugar, es natural que sienta una extraña felicidad, viendo mentalmente aquellos preciosos parajes…Podían haberse dirigido directamente a Keriot, que desde Yutta hay más o menos diez kilómetros. Sin embargo, Jesús ha querido ir entre veredas, porque Su mente está puesta en visitar la casa de sus parientes Zacarías e Isabel, ya fallecidos, padres de Juan el Bautista, que en esos momentos se encuentra encarcelado en Maqueronte por instigación de Herodías al rey Herodes, su amante.

Este asunto ha puesto a Judas de los nervios, piensa que si se hubiesen dirigido directamente a su pueblo, donde su madre ya espera, habrían ganado tiempo y esfuerzos. “En este lugar sólo hay muertos y Tú dijiste que a ellos nada más que debemos rezarles”. Jesús lo tranquiliza y le explica que es por si encuentran allí algún pastor, pues a ellos les debe un respeto. “Ellos han aguantado durante treinta años sin traicionar Mi recuerdo. Siempre Me han reverenciado como a Dios. Han sido maldecidos y perseguidos por Mi causa. Pero a pesar de los golpes recibidos, nunca Me han fallado, siempre con una fe creciente, firme y robusta”. De nuevo Judas vuelve a la carga y desafía al Señor instándole a que le conteste por qué sufrieron tanto dolor, si su delito fue amar al Mesías y creer en Él. Y Anna lo sufrió hasta que la mataron.

Jesús contiene Su enfado y pregunta a Judas:” ¿Entonces consideras que Mi amor y el amor que Me dan los demás trae desgracias?” El discípulo no sabe qué contestar, o no se atreve. El Señor aprovecha el momento para darle una lección que podría servirnos a todos. “Me desagrada verte tan cerrado a la Luz, tan preocupado por las cosas del mundo, por lo humano”.

Juan y Simón quisieran intervenir para arremeter contra Judas, pero el Maestro continúa: “No temáis. Que él hable y se exprese. Abrid vuestros corazones y que entre la Luz. Mira, Judas, partes de un error por ignorancia y sin malicia. Son juicios imperfectos. Yo estoy entre vosotros como Maestro, para enseñaros a discernir entre lo bueno y lo malo. Debéis saber que la vida sobre la tierra es breve. Pero aquí Dios Padre os prueba, para ver si sois merecedores del Cielo. Aunque no exista felicidad verdadera en lo humano, sin embargo, aquellos que conocéis Mi Nacimiento de hace treinta años, tenéis en el corazón la paz y la luz divinas”.-

“Por ello, los que no tuvieron honores ni bienes terrenos, se consideran felices con el Gran Bien que Dios concedió al ser testigos de Su Nacimiento”, dice Simón. Ellos y Judas comprenden que los ricos de Israel han sido los pastores todo ese tiempo, porque fueron sellados y consagrados desde el día en que vieron la sonrisa de Jesús-Niño. Sin embargo, Judas arremete con ironía contra Simón Zelote: “lo dices tú, Simón, cuando, precisamente al verte curado, enseguida fuiste a recuperar tus bienes”. Simón, parece no escuchar y responde: “Quien Te posee a Ti, Señor, Ya es rico”. No obstante, aprovecha para dar una lección a Judas, que parece no comprender el verdadero significado del Mesías en el mundo, y la influencia que ejerce en el corazón de los hombres. “¡Nada, pero nada que no seas Tú, debe entrar en el corazón que te posea, Señor!”

Y Judas sigue sin estar de acuerdo con el Zelote, por lo que le recrimina insistente y con ironía, que en efecto, en cuanto se curó, agarró sus bienes. “Tú no sabes el porqué de las cosas, Judas, y te permites juzgar sin saber. Ahora no pueden hacerme daño mis enemigos, ni pueden perseguirme. Ya sólo pertenezco al Mesías. Y el destino de ese dinero no puedo decir dónde ha ido a parar. Jesús interviene animando al discípulo sanado: “Dios sabe muy bien lo que has hecho, Simón, y se alegra”.

Y con Su mirada bendice al amigo. Judas está contrariado, pues según piensa, nunca tiene razón. Se lamenta de que Jesús haya cambiado el corazón de Zelote y el suyo aún no. Juan intenta amainar el temporal con su característica dulzura y consuela a Judas diciéndole que pronto conseguirá parecerse más al Maestro en Sus criterios.

Pero Judas sigue con sus protestas y su malhumor. Jesús quiere acabar la discusión y pregunta a Leví, el pastor, si alguna vez fue a Galilea. Sí había estado, así que el Maestro le dice que vaya con Él “para que Me lleves donde está Jonás”, pues el pastor se había encontrado con Jonás la Pascua anterior. José calla, aunque en su cara se advierte que quisiera ir junto a su Maestro, y no quedarse a esperar Su regreso. “Elías se quedará con el ganado. Tú, José, vendrás hasta Jericó, allí te diré lo que tendrás que hacer”.

Judas se enfada, ya que cree que a él, a Juan y a Simón, se les ha dejado excluidos de cualquier misión…Ya se ven las casas del poblado, con algunos pastores que cuidan de las ovejas. Hay una colina y en lo alto, se ve la casa de Zacarías. Resulta un poco fatigosa la subida, hasta que al fin, llegan a la vivienda. Han advertido que el aspecto exterior está cambiado.

Se ha levantado una gran muralla para que nadie vea el interior. Un hombre de pequeña estatura, que está cortando leña, se ha dado cuenta de que el grupo del Señor intenta saber qué pasa ahí dentro. Allí vivió el pastor Samuel, protegido por Zacarías cuando ocurrió la represión herodiana, y le pregunta por él al leñador. “Ya no queda nadie de los antiguos dueños.

A Juan lo metieron en la cárcel, luego unos hombres de Herodes vinieron a sellar la vivienda. Los beneficios que daban estas tierras, Juan los entregaba a los pobres. Cuando entraron esos salvajes, destruyeron el sepulcro de Zacarías. Dentro vive Aglae, concubina del rey. Esta casa, que había sido de costumbres santas, está convertida en un prostíbulo. Había sido la casa del Milagro y del Precursor. No sabemos si el Mesías fue verdadero o falso, pero sí que sufrimos mucho por creer en Él. Isabel, esposa de Zacarías, con la vergüenza de la esterilidad escondida entre estas paredes, vio al fin culminado su deseo de ser madre. Vino una Mujer joven a ayudarla en el parto y se quedó hasta el nacimiento del niño… Después el sacerdote pudo alabar al Señor, el Cielo le inspiró una oración muy bonita… ¿No crees que tengo razón si digo que Juan era el Mesías?”.-“El espíritu del Bautista siempre camina delante de Dios, pero te confundes en cuanto a que sea el Mesías. Aquella Mujer, María, sí dio a luz al Mesías. En el desierto se levantó una voz, como dijo el Profeta Malaquías”. El hombre recuerda que un criado llevaba una piel de oveja a Juan cuando se acercaba el invierno.

Entonces Juan intervino para explicar que cuando el Bautista vio a Jesús en el Jordán, dijo: “He ahí el Cordero de Dios…” Pero el hombrecillo intervino: “El verdadero Cordero es él, que enseguida se apartó a las cuevas de los montes que dan al desierto, y allí creció hablando con Dios. Cuando murieron sus padres, permaneció en las cuevas orando y aprendiendo. (Es muy probable que fueran las Cuevas de Qunram, donde vivían los esenios, hoy muy excavadas e investigadas por arqueólogos e historiadores, y visitadas como auténticas reliquias del pasado. Próximas al Mar Muerto, que contiene una elevada cantidad de sal, riqueza que se explota hoy día). Dios era su Padre y su Madre, no hay nadie más santo que él en Hebrón. Los betlemitas consideran a Juan el Santo de Dios”. Jesús había escuchado con atención, y luego le pregunta:”Si alguien te dijese “Yo soy el Mesías”, ¿lo creerías?”.-“No, porque estoy seguro de lo que digo. El que así afirme es un blasfemo, y lo rechazaría a pedradas”. – “¿Y si quien te dice “Soy el Mesías”, hace un milagro para que te convenzas, ¿creerías?” – “Ese hombre sería un endemoniado, al que habría que matar. El odio de Herodes hacia él, prueba que Juan es el Mesías. Y aunque no nació en Belén como anuncian los Profetas, allí se manifestará”.- “ Que Dios te ilumine”, dice Jesús y se despiden. A la entrada de la casa de Zacarías se encuentra una joven bellísima, mira con descaro a Jesús y Le invita a entrar. Jesús muestra una mirada seria, severa, de juez, y no contesta.

Judas, otro descarado, le lanza improperios como “desvergonzada”, “perra hambrienta”,…La joven se avergüenza e intenta quitarse de en medio. Los de por allí se burlan de ella. “Si alguno está libre de pecado, que venga a Mí y Yo lo reconoceré como un santo”, dice Jesús. Y habla de la debilidad humana, que hace a los hombres incapaces de actitudes sublimes. “Mujer, quiero entrar, esta casa era de un pariente Mío muy querido”.

La muchacha Le da paso. “¿No sientes asco de mí, Señor?” Pero Él no responde. Le ordena que deje la puerta abierta, para evitar murmuraciones. Entra con rostro majestuoso, aunque muy serio… La joven se ha quedado como estatua de piedra ante la solemnidad del Señor, luego huye hasta el fondo del jardín. Jesús no entra a los aposentos. Se dirige a lo que fue el sepulcro, convertido en templo pagano, y ora en alto: “Los huesos de los justos, aunque secos y dispersos, manan bálsamo de purificación y esparcen semillas de vida eterna. ¡Paz a los muertos que vivieron en el bien! ¡Paz a los puros, que duermen en el Señor! ¡Paz a los que sufrieron pero no quisieron conocer el vicio! ¡Paz a los verdaderos grandes del mundo y del Cielo! ¡Paz!” La joven había estado escuchando al Maestro embelesada. “¿Cómo es Tu nombre, Señor?- “Jesús”. Ella no conocía ese nombre; era bailarina y actriz de Roma. “Soy una mujer pecadora y me llamo Aglae, que quiere decir “Vicio”. “Pues Mi nombre significa Salvador. Y si quieres salvarte debes tener voluntad de salvación.

Todo el que ama el Bien y lo practica, se salva”.- “Señor, yo estoy perdida, muerta. Soy porquería y mentira”.- “Yo busco a los perdidos, soy el que da la Vida, y soy la Pureza y la Verdad”. Aglae pide a Jesús que tenga piedad de ella. “Ten piedad tú de tu alma”.- “¿Y qué significa alma, Señor?”. – “lo que hace al alma ser de Dios, y lo distingue del animal.

Pero el vicio hace que el alma muera y el hombre se vuelva repugnante”.- “¿Cuándo Te podré ver de nuevo, Maestro?”- “Quien Me busca Me encuentra. Yo estaré siempre donde los corazones tienen necesidad de médico y de medicina para poder ser honesto. Se despiden. “Acuérdate de mí, Señor, que quiero salvarme”.- “Oirás Mi nombre en tu corazón y vendrás”. Jesús sale de la casa. Los discípulos están asombrados, y los demás se mofan. El portón lo cierra un criado. Se dirigen a la sinagoga, pero no les dejan entrar, los consideran manchados.

Y Judas arremete:”¿Por qué hablaste con ella, Maestro?”- “En verdad te digo que ella te superará. Samaría y los gentiles adorarán al verdadero Dios. Y el Pueblo que Dios tanto ama, Su Pueblo Santo, estará sucio de sangre, porque se habrá cometido un crimen, el peor que se pueda conocer. No pude orar sobre los huesos santos de Mis primos y del justo Samuel. Que los huesos santos descansen y se alegren. Sí, alegraos, ¡Oh espíritus que habitáis en ellos! La primera resurrección está cerca. Luego, con los ángeles, seréis para siempre los siervos del Señor”. Todos están en silencio. Han cumplido con algo que debían realizar por los difuntos. Ahora sí que marchan camino de Keriot, donde nació Judas, y donde todos esperan ya al Maestro.

BIBLIOGRAFÍA:Malaq3,1; Isaías 40,3; “EL Evangelio tal como me ha sido revelado”, M. Valtorta, tomo II


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