Hay quien insiste en afirmar que una nueva forma de hacer política ha llegado al Congreso, y pese a que el vetusto comunismo debutó en los albores del mismo, de hecho, los comunistas siempre han estado en las cámaras de representantes de España, es cierto que se vislumbran nuevas maneras de presentarse en el hemiciclo.
Parece que algunas de sus señorías han obviado que allí reside la soberanía nacional y que cada diputado representa a todos los españoles, no sólo a los que le han votado. Lo mínimo exigible es cierta pulcritud.
Es innegable que la actual composición del Congreso es, aparentemente, más sórdida; no ya por el aspecto desaliñado de algunos, sino también por la indecencia de los mismos, u otros, que se aferran a sus actas de diputado, cual salvavidas de un proceso judicial que se les avecina árido por las ávidas y deshonrosas costumbres que sus señorías venían desarrollando con anterioridad.
La buscada foto de un bebé en brazos de su madre implica algo más que la hermosura de la crianza humana. También refleja la utilización de un ser humano, un menor, que ha visto violentada su intimidad, la incierta responsabilidad paterna, el privilegio de una casta que puede llevar a sus hijos hasta a sus puestos de trabajo, una casta que dispone de guardería en el mismo hemiciclo.
Mucho ruido y pocas nueces. Ni la llegada en bicicleta tras un trayecto de 500 metros, ni la banda de música, ni el bebé en brazos, ni las lágrimas al concluir deben eclipsar el verdadero protagonismo político: la constitución del Congreso, donde el PP ha jugado a tender la mano y aceptar las nuevas reglas del juego, Ciudadanos se ha mostrado como un partido bisagra, el PSOE sigue empeñado en mirarse en el espejo de Podemos en lugar de contemplarse en el de Marcelino Camacho o Julián Besterio, y Podemos ha pretendido abusar del reglamento de la cámara para constituirse como cuatro grupos diferentes y así disfrutar de más subvenciones, despachos y personal a costa del erario público ¿Acaso no es esto un intento de corrupción, de perversión del sistema? Sin dejar de lado la intransigencia de sus posturas precisamente en el momento que España necesita más diálogo.
Los aireados, supuestamente financiados por Irán y Venezuela, pretenden enseñarnos qué es la democracia, transponiendo el número circense que pretenden prohibir en la capital del reino a la Carrera de San Jerónimo, sede de la voluntad española. Alguien debería recordarles a sus honorables que la democracia es algo más que vestir con harapos, llevar el pelo enmarañado y tener por currículo un penoso historial delictivo.
Y para ruido, el de sables dentro del PSOE, que parece dirimirse entre el señorito andaluz que necesita de la unidad de España para sobrevivir (como todos) y el ambiguo e indefinido que presta escaños a los separatistas. Vivir para ver.