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Jesús en Keriot

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Había escuchado en los días de Navidad, un programa de Historia, en el que se decía que los pastores de Bet Sahur, cerca de Belén, que adoraron al Mesías, vivían a la intemperie. (Quizás fuesen beduinos, como hoy ocurre por aquellos parajes. El pueblo los rechazaba por el olor a ganado que despedían y su rudo aspecto, muy a pesar de que proveían de leche al pueblo, un alimento básico).

Me sorprendió mucho la noticia, pues yo visitaba la zona desde hace bastantes años, más de treinta, y desde entonces había ido viendo cómo algunos franciscanos arqueólogos y sus ayudantes, con las donaciones que entregan los peregrinos, han ido excavando el lugar, y se han encontrado muchas cuevas, donde se supone vivían los pastores. Myriam me dijo una vez que allí estaban los campos de Booz, donde él conoció a la joven moabita Rut, que había vuelto con su suegra Noemí a Belén, al quedarse viuda. "Iré donde vayas.
Tu pueblo será mi pueblo. Tu Dios será mi Dios, y sólo la muerte me separará de ti", le dijo la bondadosa joven a su suegra. Ella estaba espigando los campos del rico Booz, y él se enamoró de la joven, y se casaron. Nació Obed, abuelo del rey David, de quien El Mesías fue descendiente. (Me dice Myriam que aún hoy es costumbre que los frutos que caen al suelo en los mercados, se dejan para que los recojan gentes sin recursos).
En realidad hay muchas cuevas esparcidas por todo Israel. En Nazaret se han descubierto hace poco otras, frente a las cuevas donde vivió la Virgen, y se cree que fueron las viviendas de Sus familiares, citados en Las Sagradas Escrituras... Jesús y los suyos siguen andando por la parte donde los montes se expanden para dejar paso a una gran extensión con campos de cultivo: cebada, centeno y viñedos que el sol baña.
Hay un camino fácil para llegar al poblado de Keriot. Judas va nervioso, lo ha preparado todo con precisión, mandando emisarios al lugar, para que todos los habitantes conociesen la llegada del Rey de los Judíos, tal como lo había anunciado Judas. Se ven ya casas de campo con cercas de sembrados, y en una de ellas espera la madre del discípulo la llegada del grupo: Judas, Juan y Simón, con Jesús a la cabeza; los pastores se quedaron en Hebrón con el ganado. La pobre madre, a instancias del hijo, ha preparado un recibimiento exagerado, para intentar sorprender al Maestro. Judas se adelanta para avisar. Simón comenta: "Señor, no Te entiende ni te entenderá jamás, o quizás le costará mucho entender". Jesús no habla. Suspira y se entristece. Salen madre e hijo de la casa. Él con mirada de felino, triunfal y astuta. Ella, de mirada triste y resignada. "Te saludo, oh Rey de Israel. Entra por favor a mi humilde casa, para que pueda servirte como Tú Te mereces", y se arrodilla agachando la cabeza hasta el suelo. Jesús la bendice, Le pide que se levante. La ayuda a hacerlo.
Le comenta que Él también tiene una Madre y que ambas un día sufrirán un gran dolor, por lo que en ésto son hermanas. Judas se inquieta y se sobrecoge. Jesús y la madre entran a la casa de la mano. Hay bebidas para refrescarse y agua para la cara y los pies. La mujer Le trae unas sandalias nuevas, que ella hizo por indicación de Judas. Pero Jesús no disimula Su contrariedad, ¿por qué su madre tuvo que molestarse? "La madre es una creatura muy santa, más aún cuando es honrada y buena. No puedo permitir que actúe ante Mí como una esclava". Estas palabras han extrañado a la mujer, que mira a su hijo sin comprender, pues él le había dicho que venía a la casa el Rey de Israel. "Sí, Maestro, porque Tú eres mi Rey y mi Dios". Jesús no está de acuerdo con Judas por su forma de comportarse. La madre vuelve con un vestido blanco, de lino fresquito, nuevo, para que se lo ponga Jesús. "Iba a ser para mi Judas, Señor Rey mío". Le ofrece un rico fajín. Jesús no hubiera querido encontrarse en esta situación, pero Judas se desvive en agasajos.
Lo lleva al huerto para que vea los árboles frutales, Lo invita a jugo de manzanas cocidas en vaso de plata, que tenía guardados para las ocasiones solemnes, y que a Jesús de ningún modo le deslumbran. La madre observa todo y permanece en silencio. Luego ofrece a Jesús el fruto más hermoso de sus árboles, pero el Maestro lo revierte a la mamá, que ella recibe casi con lágrimas. La pobre se dirige a Judas justificando su falta de seguridad. "Yo he vivido siempre aquí y no sé las costumbres de los reyes". Jesús parece molesto:"Pero Judas, ¿qué has hecho con tu madre?"-"Yo Te venero como un rey. Eres el Mesías, el Rey de los Profetas. ¡No me desmientas!"... Jesús quiere hablar a solas con él, pues siempre malinterpreta Su Misión, que Él trae encomendada del Cielo. "Tú no entiendes nada. Me rebajas haciendo ver que Soy un hombre poderoso. Es una ofensa y un obstáculo. Sabes bien que Roma está al acecho de cualquier movimiento que le perjudique. Recuerda lo que pasó en Belén, temiendo a un futuro Rey, según el mundo. ¡No aprendes! Te hablé con franqueza, que meditases antes que decidir. Incluso te rechacé en un primer momento...¿Por qué quieres seguirme, si te rebelas siempre contra Mí? ¡Vete Judas! Será mejor para ti y para Mí. No eres un obrero apto para esta obra de Dios. Es mucho para ti. Tienes soberbia, concupiscencia y autosuficiencia. Te inclinas a la mentira. Tu madre te tiene miedo, se acobarda ante ti. No te odio, no te maldigo. Siento dolor al no poder cambiarte con Mi amor. Vete por tu camino, no Me sigas. Yo no tengo palacios. Tú no sabes donde seré Rey. Me clavarán en un madero, y con gruesas espinas dolorosas clavando Mi sien. Me proclamarán con blasfemias, y será Mi Pueblo, al que tanto amo, que no habrá entendido nada. Serán corazones de bronce, llenos de soberbia y avaricia. Serán serpientes venenosas que me maldecirán. Nadie conoce Mi suerte, por eso te ruego que esto quede entre tú y Yo. Te estoy reprendiendo, así que más te interesa callar. ¿Has entendido, Judas?" El discípulo está avergonzado. Agacha la cabeza, se arrodilla agarrado a su Maestro y llora. Se arrepiente, se disculpa y pide perdón al Señor. Le recuerda que Él dijo que por ignorancia y sin malicia, no se pecaba. "Hazme un adulto santo. No me eches de Tu lado, que lo he dejado todo por Tí. Tú vales más que todos los honores. Tú eres el Amor. Yo soy un pobre infeliz que Te trae problemas, pero quisiera darte amor".
Jesús está cansado, pero una vez más, lo perdona. Judas explica que había dicho a la gente de Keriot que venía con el descendiente de David, el Rey de Israel. "¡No me delates, Maestro, que todos se reirán de mí y de mi madre!". Pero Jesús se ratifica:"Diré siempre la verdad". Judas se horroriza. "Dile a tu madre y a los otros que vengan", dice Jesús serio y sin complacencias. La pobre madre no se atreve a nada delante del Maestro, pero Él le sonríe con dulzura, a fin de que se sienta cómoda. "El Cielo recompense tu caridad y gentileza Conmigo, madre". Ella quería besarle la mano, pero Él lo evita. En su lugar, la bendice poniendo Sus manos en la cabeza de la mujer. Se aproxima un carretero tirando de una carreta de bueyes. A los asientos de la carreta le han puesto almohadones en los asientos y una loneta roja que sirva de cobijo al Maestro. Ella Lo invita a subir, pero Jesús la ayuda para que sea la primera. Todos acomodados, se aproximan al poblado, que se encuentra bañado por el sol.
Resulta curioso ver que Lo reciben con banderas y ramas. Jesús corresponde impartiendo bendiciones. La casa de Judas está en una calle céntrica, y allí se agolpa el gentío para acoger a los recién llegados. Es una casa amplia, con vestíbulo y sala bien amueblada. Todos se acomodan y mantienen silencio, expectantes por ver lo que va a suceder. Un hombre mayor, con ricos vestidos, se levanta y habla: "Gran fortuna para la tierra de Keriot, tenerte, Señor. Y también porque un hijo de esta tierra es Tu amigo y Te ayuda. Bendito sea el que Te conoce. Y Tú seas cien veces bendito, porque Te has manifestado a nosotros, después de que tantas generaciones Te hayan esperado. ¡Al fin, aquí, Señor!" "Yo os quiero dar las gracias, porque habéis inclinado vuestros corazones al Verbo del Padre. El Hijo del Hombre es el que os salva, pero las gracias y el honor van dirigidos al Dios Altísimo.
Alabemos al Señor Verdadero, el Dios de Abraham, que ha tenido piedad de Su Pueblo. Lo ha amado y Le ha concedido el Redentor Prometido. Gloria y alabanza, no a Jesús, Siervo de la Voluntad Eterna, sino a la Voluntad Amorosa Mísma". El anciano era el sinagogo, admirado al escuchar las palabras de Jesús, Le invita a su casa, en la sinagoga, para que explique la Ley, aunque no fuera sábado. Jesús accede, pero Judas interviene:"Mi Señor estará cansado". Aunque Jesús detesta esas formas, le responde benevolente: "No, Judas. Jamás Me canso de hablar sobre Dios a los corazones que esperan con fe". Salen de la casa. Todo el pueblo está esperando fuera. Jesús bendice a todos, llega a la sinagoga y en el lugar apropiado se dispone a hablar.
Sus vestidos tan blancos y Su gesto grave hacen que todos estén muy atentos. Abre los brazos y comienza: "Pueblo de Keriot, el Verbo de Dios os habla. Escuchad. Es la Palabra de Dios, que viene del Padre y regresará al Padre. Pero antes debe evangelizar a todo Israel. Que se abran los corazones para comprender la Verdad y se descarte el error y la confusión. Isaías dijo: Toda rapiña que se hace con violencia y con vestidos manchados de sangre, el fuego lo consumirá. He aquí que ha nacido un Niño... Tiene sobre Sus hombros el Principado. He aquí Su Nombre...Príncipe de la Paz. Este es Mi Nombre. Dejemos a los Césares los botines que les llevarán al fuego de Satanás. Como Yo soy el Príncipe de la Paz, arrancaré del fuego de Satanás a sus presas, para llevarlas a Mi Reino. Dios, como dice David, de quien desciendo, "ha elegido a Su Hijo para construir Su Casa en los corazones de los hombres, que será morada de Dios". Pero si el hombre no ayuda al Señor, en vano querrá Él construir Su Casa...Construid siempre el Templo de Dios en vosotros. El Maestro, el Mesías, el Rey de Israel Eterno, os está llamando. Pero quiere que estéis limpios, alabando a Dios, sin soberbia, siendo humildes, pues todo lo que tenéis es del Padre. Debéis llegar a ser Mansiones de Dios, donde ÉL llegue y repose. Para caridad y la honra eterna del Cielo. La paz sea con vosotros".
Mientras Jesús habla con el sinagogo y otras personas del pueblo, la gente murmura sobre las palabras de Jesús, ya que han quedado algo confusas. El sinagogo Le pregunta si es en realidad el Rey de Israel, y Jesús le responde que sí, pero que Sus riquezas no son las del mundo. "El Mesías viene, pero no como muchos en Israel creen".- "¿Cómo Te deberemos llamar si no eres Rey?" "Soy Maestro y soy Jesús, el Salvador". Un hombre ya anciano se dirige al Señor y Le cuenta que hace muchos años, en tiempos del Edicto, llegó la noticia de que el Mesías había nacido en Belén. Él fue a adorarle. Pero luego supo que Juan bautizaba en el Jordán. "¿Cuál de los dos es el Mesías verdadero?" Jesús le responde que Juan era el Precursor. "El Mesías soy Yo. Recuerda que a Mi alrededor sólo había pobreza, y también honradez. Un carpintero llamado José, de la estirpe de David, y una mujer joven, rubia, María, en la que las rosas de Engadi palidecen ante Su belleza, y un Niño de ojos color Cielo, con cabellos de oro; en Su cunita... Tengo ochenta y cuatro años. Me acabo. No esperaba encontrarte y ¡mira! Ya no deseo otra Luz".
El hombre grita:"¡Te veo! ¡Voy a morir y veo la Luz de Dios!"El aspecto del anciano es de gran Patriarca. De un Profeta. Él es el Elegido, que ha bajado de los Cielos por amor y sube a la derecha del Padre, para ser Uno con Él. ¡Cuerpo glorioso! ¡Belleza del Hombre Dios! Él es el Rey del mundo, ante Él todos se inclinan y palidecen. ¡Mirad pueblos al Rey Eterno! Veo que subo Contigo, Señor, Redentor nuestro. La Luz llena mi alma. Lleva corona de espinas, y sangra. Su cetro es una Cruz. Tú, Señor, que Te inmolas, ten piedad de mí, que Te confío mi espíritu".
El hombre calla. Sus ojos se cierran y va a caer. Jesús lo sostiene contra Su pecho. Se está muriendo. Los que observan están sobrecogidos, no saben qué hacer. Silencio. Jesús se arrodilla con él en los brazos, consigue ponerlo en el suelo. El Maestro se levanta. "Paz a su espíritu. Ha muerto viendo la Luz de Dios. Pronto verá Su rostro y será feliz. No existe la muerte para los que creen en el Señor".
La gente se va marchando sin hacer ruido. Jesús se despide del sinagogo. Se marchan. Le preguntan si el anciano profetizó. Jesús contesta que ha visto la Verdad. "¿Estamos impuros por haberlo tocado, Maestro?"- "Sí, la Ley es igual para todos los israelitas. Esperaremos hasta siete días. Judas, despídeme de tu madre, que Yo estoy inmundo". El Señor da la paz a todo el pueblo y se marchan.
BIBLIOGRAFÍA: El Evangelio tal como me ha sido revelado", María Valtorta..- Is. 9, 4-5;Gén49,8-12;Núm24,15-19;2 Re7,1-17;Sal109;IS7,10-14;9-17;11,1-9;Miq5,1-5;Zac9,9-10;Mt22,41-45;Mc12,35-37;Lc20,41-44;Hech2,22-36.


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