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Cuentos de mis Caminos a Santiago. Peregrino, un perro

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Faltan poco más de dos horas para llegar a Santiago. Es la última etapa y nos gustaría llegar a buena hora para comer allí. Es un día caluroso de julio, nos vamos acercando a un pequeño pueblo atravesado por el Camino. Nadie sale a recibirnos, solamente Peregrino, un perro, cosas que pasan.

Peregrino se acerca a nosotros, tiene cara de buenos amigos, es grandecito y mueve alegremente el rabo. Peregrino no tiene pedigrí ni parece venir de una alta dinastía perruna. Se le ve aceptablemente limpio, lustroso, y dada su actitud cariñosa con el grupo le hacemos unas cuantas carantoñas que las acepta gustoso. Pensamos que es de algún vecino de las casas colindantes, lleva collar pero nada que le identifique.
Seguimos nuestro camino atravesando la calle con casas a ambos lados, Peregrino se une a nosotros y nos acompaña. Creemos que será un rato y volverá a su hogar, pero aunque intentamos disuadirlo nos acompaña, a su aire claro, se adelanta, se atrasa, pero con nosotros. Tiramos de nuestros conocimientos básicos de psicología canina y decidimos que es un perro perdido o abandonado, quizás lo primero porque se le ve más callejero que hogareño. El caso es que nos hace gracia y admitimos su compañía como un peregrino más (ahí decidimos bautizarlo sin ceremonia con ese nombre).
Empezamos a entrar a la zona urbana de Santiago. Peregrino es poco disciplinado en eso  de cruzar las calzadas y no digo nada si hace alguna de sus necesidades en la acera. Nos empieza a preocupar su compañía, no íbamos preparados para eso y aparentemente el can parece nuestro, así que no sabemos cómo darle esquinazo ya que vamos a la catedral, a tomar algo sólido y después a nuestros alojamientos. Por suerte, como Peregrino olfatea a casi todos, se acercó a un grupo de tres peregrinas mochileras que también caminaban hacia la Plaza del Obradoiro. Ellas también acariciaron al perro y mientras este se dejaba querer, aceleramos el paso y nos despistamos.
    Tras nuestra visita al Apóstol salimos con idea de ir a hotel. Desde lo alto de la escalera que accede a la puerta principal de la Catedral se divisa la Plaza, hay una babel de peregrinos celebrando su fin del Camino, haciendo fotos, sentados por el suelo y, cómo no, también anda Peregrino pululando de un lado para otro y saludando a todo el que podía.
    Seguimos nuestro camino, mañana nos queda asistir a la Misa del Peregrino como es preceptivo, pasear, las compras de algún recuerdo o souvenir y al siguiente día emprender el regreso a casa.
    Llegó “el mañana”, salimos a dar un paseo después de desayunar y antes de entrar a la citada misa que empieza a las 12. Por una de las calles colindantes, Peregrino nos volvió a saludar mostrando una gran alegría y también decidió acompañarnos. Estamos como ayer, nos reímos un buen rato, pero lo que continúa es ya otra historia.
Javier


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