Le pedí a Myriam mayor información sobre el Arca de la Alianza, pues creo un misterio su desaparición de la Historia. Yo había leído en Éxodo, 25,10-16, cómo el Señor le indicaba a Moisés la forma, las medidas y los materiales de su construcción.
La parte superior se llamaba propiciatorio, la custodiaban dos figuras de ángeles, y desde allí Dios se manifestaba y comunicaba Sus oráculos a Moisés o al Sumo Sacerdote, cuando le consultaban. Para los cristianos el Arca es figura de la Virgen María: Ella guardó en Su seno al Hijo del Dios Altísimo. Leí una hipótesis sobre dónde podría encontrarse en la actualidad, enterrada en el Mar Muerto, por lo que quiere decir que estaría intacta, debido al grado de salinidad que este Mar contiene,( como las conservas de salazones).
Un guía betlemita muy sabio, me dijo que los judíos querían secar este Mar, no sé si pudiera haber alguna relación, entre otras, al respecto. Myriam me relató que los que se ponían delante de ella, se morían, ¿hasta dónde la verdad o la leyenda? Al principio sólo contenía las Tablas de la Ley. Luego, una cantidad de maná y la vara de Aarón. Cuando entraron los israelitas en la Tierra Prometida, Moisés había muerto. Debían pasar el Jordán. Dios dijo que estaría con ellos como había estado con Moisés y nadie se resistiría. Marchaban con el Arca los sacerdotes delante del ejército, y se abrieron las aguas, por lo que pudieron atravesar el Jordán a pie enjuto. Luego pusieron el Arca en la casa del levita Aminadab, desde que los filisteos la devolvieron. David quiso trasladarla a su palacio de Jerusalén, (allí están los restos del palacio, cerca del Muro de las Lamentaciones). Con gran pompa. Los levitas llevaron el Arca a hombros, junto a los ancianos y todo el pueblo. Los músicos tocaban toda clase de instrumentos. Y David iba delante del Arca, cantando alabanzas al Señor al son de trompetas. Myriam me ha prometido más información sobre la misma...
Jesús y Simón van andando tempranito, atravesando campos de vigorosas plantas. Por fin han encontrado el caminillo que los lleva a las posesiones de Lázaro. Los huertos tienen gran variedad de frutos y extensos campos de lino a punto para la siega.
Más lejos, un campo lleno de calabazas, que parece un manto tupido muy rosado, e incluso, de amarillos intensos. "Detrás de aquellos frutales está el jardín y la casa de mi amigo, Maestro", dice Simón. Jesús pregunta si es rico, si es fariseo y si es feliz, (a los judíos les gusta mucho preguntarlo todo), y Simón le responde que es muy religioso, no es fariseo, es muy rico, pero no es feliz.
La casa está en una prominencia del terreno; los jardines se encuentran abajo, con jazmines y rosas que perfuman el ambiente hogareño. Hoy permanece con esas mismas características, pero las amplias habitaciones, algunas con aperos de labranza, se han convertido en santuarios o iglesias. Simón llama a la puerta con el aldabón, y sale un criado a abrir. Se alegran al verse después de largo tiempo, y el hombre marcha para avisar al amo. Ya viene Lázaro, arrastrando las piernas, lento y fatigoso. Con barba rasurada y vestido de lino blanco. Al ver al Maestro, aligera el paso como puede, se arrodilla ante Él y Le ofrece todo lo que tiene. "Ven, Señor mío, toma posesión de mi pobre casa". Jesús le ayuda a levantarse. "Recibe Mi Paz". Y juntos se adentran en las posesiones. "¡Cuánto Te esperé, Maestro mío! Todos los de Israel te esperábamos. Cuando Simón me dijo que había encontrado al Esperado, soñé con verte alguna vez. Te proclaman Hombre Dios, porque todo lo que haces es bueno. Hoy se dan tantas palabras engañosas, que son como veneno cubierto de miel. Estamos solos contra un mundo enemigo. Tenemos señales que está el Redentor en el mundo, el Mesías, que traerá la Paz a Israel. Mis padres murieron y quisiera estar con ellos para evitar sufrimientos".
Jesús lo anima y le dice que entonces se habría perdido el poder hospedar al Mesías, y Lázaro se alegra al oírlo. "Hoy es sábado y no puedo ofrecerte comidas especiales, pero sí podréis desayunar". Entran en una sala elegante, señorial, los criados se acercan con palangana y pequeños cántaros de agua, se lavan las manos y se disponen a tomar leche, panecillos, aceitunas y frutas.
En la conversación que se entabla, Jesús pregunta a Lázaro si ha leído sobre tierras que existen en Egipto y Siria, y que los romanos dicen que son bocas del Infierno, porque se tragan a los que se adentran en ellas. "Ya vendrán otros tiempos en los que el hombre sabrá dar una explicación científica sobre ellas. "¿Y cómo se puede salvar el hombre que caiga en esas aguas?". Y Lázaro explica a Jesús que echándole una soga para poder agarrarse. Jesús aprovecha para hacerle entender lo que les pasa a los que están poseídos.
Se introducen con engaños en "terrenos movedizos", que en la superficie están cubiertos por flores. El hombre allí, ya no puede huir y está perdido, pegado al fango que lo hunde. Pues bien, la soga es el amor, que detiene el hundimiento total. ¿Y sabes qué poder tan grande tiene el perdón, Lázaro? Hace que Dios dé auxilio al que se ayuda y socorre".
No se habla para nada de su hermana María Magdalena, pero en el ambiente se refleja que el Maestro se refiere a ella. En estos momentos, Magdalena está metida en un fango del que no puede salir. Lázaro se excusa con su enfermedad que le hace dedicarse a sus plantas y recorrer sus posesiones a caballo. Pasa muchas horas leyendo el mundo clásico greco latino, además de las Escrituras. "Pero yo quiero aprender de Ti, Rabí, que eres el Verbo Sabio y Divino".
Jesús lanza una mirada penetrante a Lázaro y le escudriña el corazón. El Maestro le pregunta si las lecturas hacen bien a su espíritu, y el joven reconoce que la filosofía clásica le ha servido para compararla con los Escritos Sagrados, y darse cuenta que sólo al Dios que habla a Israel hay que adorar".- "Sí, Lázaro, en ti no hay fermento del mal. Tienes un amor verdadero para tu Dios. Y Te digo que no es pecado trabajar cuando hay que hacerlo. No es pecado tener ganancias si luego te contentas con lo justo. No es pecado instruirse, siempre que prevalezca el conocimiento perfecto de Dios. Pero hacer servicios al Altar para el propio beneficio de uno, sí es pecado. ¿Estás de acuerdo, Lázaro?".- "¡Maestro, Tú me das luz y paz!" E invita al Señor a pasear por el jardín, en medio del silencio y la sombra del atardecer. Después de pasar la noche en la casa, marchan temprano para Jerusalem Jesús y Simón. La Ciudad amurallada es ahora un bullicio de gentes llegadas a vender con sus borriquillos. Jesús dice a Simón que irán primero al Templo, a orar en la Casa del Padre, y luego a Get-Sammi. "Mañana debemos estar en la Puerta de los Peces. Quiero ver a los demás pastores. Irán por la Palestina como verdaderos pastores del Señor".
Simón le corresponde diciendo que es muy dulce tener un Patrón tan bueno como Él. "Cuando veamos a Jonás, el pastor, iremos a Nazaret y luego a Cafarnaún. Allí nos esperan Simón Pedro y los otros, que ya nos echan de menos. Todos seremos muy felices. Aún es verano, el calor adormece al hombre, no podremos hablar a todos de la Verdad. Pero a los discípulos hay que instruirlos. ¡Mi bella Galilea! Siempre hermosa; parece que vuelan los ángeles sobre ella. Es un pedazo de Cielo, con aguas abundantes, ruiseñores cantando alabanzas al Creador. ¡Y Mi Nazaret! Entre dos gigantes: el grande y pequeño Hermón. Y a los pies, el Tabor.
El Carmelo en la parte opuesta, de color azul, con la fértil llanura de Esdrelón al sur, con su extensa alfombra de flores. Pero, sobre todo, Simón, ¡Una Flor que vive sola, en amor a Dios y a Su Hijo! Su aroma desprende pureza y dulzura. No hay creatura como Ella, Simón. Es la belleza humana sobre la tierra. Mi Madre hermosa, de corazón tierno. Su santidad es un manto, que resplandece de luz. Ella es la Reina del mundo, humilde y grandiosa. Será conocida por los siglos". Entre tanto, han llegado al Templo, hacen el ritual judío. "Simón, el Arca Santa es Ella, con Su corazón amoroso", finaliza Jesús.
Pasan el primer patio y se dirigen al segundo. Simón ha visto a Judas entre los fariseos, sinedristas y gentío, que se agolpa a oírle. Pide a Jesús acercarse por saber qué dice, y Jesús se queda esperando en el Gran Portal. Simón se remete entre la multitud sin ser visto por Judas. Habla del Mesías:" Él me ha cambiado. Muchos veneran al Bautista, pero a él lo llama "Cordero de Dios". El Bautista vio que un fuego venido del Cielo Lo coronaba y una Voz del Cielo Lo proclamaba Hijo de Dios, al Que se debe escuchar. Por eso os juro que Él es el Mesías. He visto Sus Obras, he escuchado Sus Palabras, y he visto Sus Milagros. Trae salud y alegría, pues cambia los corazones de los hombres. Si tenéis enfermos, mañana al amanecer estad en la Puerta de los Peces". Termina su discurso, reparte el dinero de la bolsa a los pobres y se queda con algunos conocidos del Templo, entre ellos, José de Arimatea y Nicodemo, que se perfilan para ser discípulos del Señor en la sombra. Judas se siente feliz y satisfecho; no tiene nada , y dice que ahora es más del Maestro.
Sus amigos también se extrañan de su maravillosa momentánea conversión. "Ya sólo soy del Mesías". Los otros desearían escuchar a Jesús. Nicodemo pregunta si lo sabe Gamaliel, (un importante doctor, que estuvo hablando junto con el intransigente Hilel con Jesús en el Templo). "Gamaliel dice que ya tenemos al Bautista y que Jesús es un nuevo Profeta. Según los escribas, deben pasar unos cien años para la Venida del Rey. No puede admitir que el Mesías se manifieste de este modo".
Reconocen los problemas existentes con el Sanedrín. Anás es poderoso, astuto y ambicioso. "Tu Mesías, Judas, debe permanecer en la oscuridad, para evitar problemas". Se despiden unos y otros. Simón marcha con sigilo a donde aguarda Jesús. Le cuenta sorprendido el cambio experimentado en Judas. "Le vi dar dinero a los pobres y querer convencer a todos". Jesús se alegra mucho de que un discípulo, que parecía malvado, haya cambiado de actitud. Conmina a Simón a mantenerse en silencio. De allí se van ligeros a la casa del Olivar, donde se alojan.
Hace un calor de fuego al pasar por los suburbios que llevan hasta cerca de la Campiña de los olivos. Allí está Juan, en la cocina, que al ser oscura, es fresquita. "¡Juan!", dice Jesús. El discípulo se vuelve hacia Él, sorprendido. Había echado mucho de menos a su Maestro, pero mientras, se había dedicado a hablar del Mesías por los alrededores. "Le hablé también a Anás, el del Sanedrín. A un paralítico, a gente enferma de tisis...Les dije que conocía a un Médico que podría curarles...Todos quieren verte". Jesús se alegra; le pregunta por Judas al que no ha visto, pero le había mandado alimentos y dinero para los pobres.
Van pronto a Nazaret, donde Pedro, Andrés y Santiago irán también. Juan está inmensamente feliz, sabe que en Galilea estarán un tiempo, y eso, le alegra la vida. Todavía les queda algún asunto que tratar en Jerusalem. Jesús ha ido a la Puerta de los Peces a primera hora de la mañana, con Simón y Juan.
Es día de mercado con su bullicio habitual, como tantas veces se repite en la actualidad esta situación por aquella zona. Allí se encuentra un soldado romano vigilando. Ha visto al Maestro y se dirige a Él: "Estos nos maldicen y nos desobedecen..." Jesús le explica que ellos están sometidos a un huésped no grato, aunque comprende que el soldado deba que cumplir con su obligación a Roma. Le pide que tenga piedad con el Pueblo de Israel, pues está sometido al invasor.
El soldado se sorprende de la inteligencia del Maestro, con Su diálogo pausado y sin altanería. "Ellos tienen un primer Mandamiento: Amar a Dios y al prójimo. Una religión que enseña a obedecer las Leyes, aunque sean países enemigos quienes los dominen". Y a continuación, Jesús habla en voz alta para ser oído por todos: "¡Oh, hermanos Míos de Israel! Nada sucede sin la Voluntad de Dios. Incluso el que un pueblo sea dominado por otro, porque la manera de vivir de un pueblo puede ser contraria a los deseos de Dios. Si recordamos a los Profetas, ellos nos dijeron que se castiga al hijo ingrato, cuando comete malas acciones. Es necesario vivir justamente para "sanar las heridas" y "romper las cadenas".
No hay armas ni ejércitos que puedan ganar a los ángeles del Cielo, que luchan a favor de los buenos. Me pregunto, ¿hemos sido castigados? Entonces, hemos de vivir como verdaderos hijos de Dios, y no nos encadenemos más con nuevos pecados. Que sepan los gentiles con vuestro ejemplar modo de vivir que sois gentes de bien y religiosas. Vosotros sois el Pueblo que recibió la Ley directamente de Dios, un Dios santo, perfecto, poderoso.
Debéis cumplir la Ley a rajatabla, para que los que os dominan puedan decir "Ellos son más grandes que nosotros, porque vienen de Dios y desdeñan la grandeza, el dinero, las armas o el poder. La Divinidad Verdadera brilla a través de sus hijos. Así ellos, al meditar sobre vuestro comportamiento, se acercan más a Dios, y excluyen el error. Podréis ser maestros de gentiles y paganos, obrando con una vida santa. Idos. La paz sea con vosotros". La gente se había agolpado y escuchaba con gran atención. Aún no ha llegado Judas y los pastores, por lo que deben resguardarse del sol y esperar a que lleguen...
BIBLOGRAFÍA: Poema del Hombre Dios, María Valtorta. Tomo II; Mt.4,3; Lc 4,3