Yo soy uno de los que aposté por el nuevo equipo rectoral de la Universidad de Granada. Y lo hice pese a que conocía que a Pilar Aranda muchos la tienen como una persona muy del "aparato" socialista, lo cual no me gusta. Es más, me disgusta profundamente.
Sin embargo, me agradó su discurso aperturista, conciliador y dialogante. Nada que ver con el anterior equipo de Lodeiro, al que, sin quitarle los méritos que tuvo al conseguir que no hubiera despidos en nuestra universidad, sí debemos reprender su postura beligerante y de enfrentamiento permanente con los sindicatos y los comités de empresa.
Este fenómeno no es nuevo en la izquierda. Cuando están en la oposición, hacen causa común con sindicatos y todo tipo de organizaciones ciudadanas. En general, con todos aquellos colectivos que les pueden servir para alcanzar el poder. Pero cuando lo consiguen, las cosas cambian totalmente. Es como si una vez arriba se consideraran superiores intelectualmente a los demás. En estas circunstancias, difícil es que admitan propuestas de las organizaciones con las que antes luchaban codo con codo, a los que les acusarán una y otra vez de no entender la "razón de Estado" que guía toda su acción.
Es lo que ha ocurrido también esta semana en la Universidad de Granada. Efectivamente se ha producido el primer desencuentro. El equipo rectoral de Pilar Aranda se ha quedado sólo, junto al sindicato UGT, en su propuesta de promoción de profesores contratados a los cuerpos docentes de Titulares de Universidad. Por tanto, lo que se aprobará en el Consejo de Gobierno de la Universidad de Granada de la próxima semana será algo que en la negociación llevada a cabo con los agentes sociales (sindicatos y comités de empresa), no ha obtenido el respaldo mayoritario de los mismos.
La cuestión no es baladí, pues se trata del orden de preferencia para tener la oportunidad de pasar desde una posición de contratado laboral a otra de profesor funcionario de Universidad. En una situación de crisis económica persistente, obtener seguridad en el puesto de trabajo tiene una importancia capital. Puede llegar a ser tanto como tener o no trabajo. Por esta razón, fijar los criterios para establecer el orden de prioridad en el acceso a estos cuerpos de funcionarios exige una exquisita prudencia y objetividad. Evidentemente este acceso se hace vía concurso público. Pero, si las plazas que se ofertan son sólo 50, y la bolsa de acreditados de las distintas áreas de conocimiento es de 300, ¿qué plazas son las que se ofertan primero?.
Lo que se había pactado era que se situaban primero los que más tiempo llevaran acreditados. Pero ha surgido un problema. En los últimos concursos de profesores contratados no permanentes de la Universidad de Granada, han accedido personas que provienen de otras universidades, que tenían mucha antigüedad en su acreditación a los cuerpos de funcionarios. Sin duda alguna, la crisis económica les ha forzado a buscar trabajo donde primero se les ha presentado la oportunidad. También les atraía el hecho de que en sus universidades de origen no tienen convenios colectivos en los que se contemple una cláusula de posibilidad de promoción a los cuerpos de funcionarios en el plazo de un año, de aquellos profesores laborales que obtienen la correspondiente acreditación nacional. Por tanto, en nuestra universidad van a tener una garantía de promoción mucho más rápida.
En estas circunstancias, lo que han defendido la mayoría de los representantes sociales, es que el criterio de la antigüedad en la acreditación a titular se empiece a aplicar sólo desde el año de entrada en algún tipo de contrato en la Universidad de Granada, no antes, pues de esta forma evitaremos la picaresca y los traslados encubiertos de profesores de otras universidades que, vía convenio colectivo de nuestra universidad, se colocan delante de muchos de nuestros jóvenes profesores. Creo que es una postura totalmente razonable.
Pero el equipo de la nueva Rectora, contra viento y marea, se ha mantenido en sus trece, defendiendo exclusivamente el criterio de la antigüedad en la acreditación para situarse en la lista de preferencias para el acceso a los cuerpos de funcionarios. Y además, se ha permitido sacar una nota de prensa en la que no se informa de todos estos detalles, pero sí se resalta que son ellos los que van a propiciar que vengan a esta universidad profesores brillantes de otros lugares. A los demás les reserva, sin decirlo, un papel de defensores del localismo y la endogamia universitaria.
Craso error y errónea política informativa. Efectivamente la mayoría de agentes sociales de la Universidad de Granada defienden a los de aquí. No porque estén en contra de los profesores brillantes de otros lugares. Fundamentalmente lo es porque aquí en nuestra universidad también hay profesores brillantes, a los que su juventud y las restricciones presupuestarias impuestas les han impedido poder promocionar en su carrera docente.
Espero y deseo que nuestra rectora rectifique y no traicione su talante abierto y dialogante. Juntos podremos conseguir más que enfrentados.