El portavoz del Ejecutivo, Jacob Hachuel, se mostró ayer contrariado por la imagen que se estaba trasladando a la opinión pública sobre el caso Loma Colmenar y el papel que, en todo esto, le estaba tocando al Gobierno.
“Los imputados no somos nosotros”, se lamentaba. En la misma línea estuvo el concejal Juan Luis Aróstegui, quien tampoco tuvo reparos un día antes en arremeter, de forma genérica (las puntualizaciones las queremos para unos mismos pero no las aplicamos con el resto), contra los medios que estaban encumbrando a López, recordando a los periodistas (como si fuéramos niños de guardería) quiénes eran los malos y quiénes los buenos.
En mi mundo no me gusta hablar de buenos y malos. No me gusta por temor a equivocarme, porque los hay con cara y traje de buenos que en el fondo son unos auténticos sinvergüenzas. Los reduccionismos nunca son buenos, así que prefiero no hablar, sino mirar y esperar a que los que no hablan (jueces y fiscales) actúen como ellos saben. Y lo harán, y hasta quizá lo hagan con bastantes más de los que se espera.
Así que yo no estaría tan preocupada por la imagen del Gobierno o por cómo se comporte un sector de la población. Ni me cabrearía con portadas que no gustan o por el empleo de términos como el de ‘corrupción’ que pueden dañar a la institución. El Gobierno debería estar preocupado por lo que ha criado, ha consentido y ha potenciado. A ver si ahora resulta que Antonio López, el señalado como deseal y mentiroso por sus excolegas, ha sido un producto de la sociedad. A ver si ahora toda esa opinión pública tenida por necia que no sabe diferenciar a los buenos y a los malos es la que ha elegido a Antonio López como hombre dominante en todo lo que tenía que ver con la vivienda y sus procesos de adjudicación. A ver si ahora somos nosotros los culpables de que el Gobierno no tuviera idea alguna de lo que estaba pasando con personas de su propio equipo hasta el punto de que el propio Vivas tiene que esconder las llaves de las 317 en su caja fuerte y tiene que mirar alrededor para burlar los puñales que ya se lanzan como dardos.
Déjense de tonterías, de recomendaciones y de poses de curas de pueblo, porque la situación que hoy vivimos no es más que el producto que el propio Gobierno ha generado, a pesar de que ahora, cual plañidera, no sabe más que llorar por los rincones lamentándose de lo que está pasando. Responsabidad se llamaba, ¿no?.