Anda la presidenta de la Comunidad de Madrid algo nerviosa por significarse. Si alguien dudaba de los anhelos de Cristina Cifuentes por ser el delfín de Mariano Rajoy, sólo hay que dar un cuarto al pregonero de sus últimos movimientos políticos para certificar sus pretensiones. Quizá alguien deba recordarle a esta remozada imagen política que ella está donde se encuentra por el fracaso de otras y no por méritos propios.
De hecho, no me atrevería a calificar a Cifuentes como militante del PP si no fuera porque otros lo aseguran. A esta política le ocurre igual que a Celia Villalobos, uno imagina que son del PP porque se sientan en la bancada con ellos, pero no por lo que platican o defienden.
No acabo de entender, salvo por las ganas de querer mostrarse como adalid de la progresía, la insensatez, la falta de sentido de Estado, y enojar a propios y ajenos, cómo esta política, que ya debiera estar baqueteada en estas lides, se ha propuesto normar sobre los denominados “vientres de alquiler”, acción de lesa humanidad, prohibida en España. Una pérdida de tiempo, de recursos y de oportunidades para hacerlo sobre otro cualquier asunto que verdaderamente afecta a los ciudadanos de esa Comunidad, como el paro, la pobreza, la falta de empleo, la educación, la libertad religiosa, o la corrupción.
Todo esto sin entrar en profundidades éticas y morales sobre la legislación sobre el asunto. Los vientres de alquiler son una práctica que siempre tiene un trasfondo económico, donde unos ricos pagan a una pobre para utilizar su cuerpo.
La negativa de tres diputados populares a apoyar esta propuesta, ha colocado en su sitio a Cifuentes. Ella está para gobernar para todos los madrileños llevando a cabo el programa ideológico de los populares. La desaprobación de esos tres valientes, que a buen seguro ya no repetirán acta, como no repitieron los diputados contrarios a votar la ley del aborto, no es un acto de indisciplina de voto, al contrario es toda una muestra de coherencia con el ideario de los populares.
Hasta PSOE y C’s han votado en contra de esta urgente, a los ojos de Cifuentes, normativa. Que prisas por aparentar. Si Cifuentes quería proclamarse el relevo de Gallardón como verso suelto del PP, lo ha hecho mal. Le han faltado fuerzas, medir hasta dónde podía llegar, y sobre todo, una verdadera causa noble.
Ella sola se ha significado. Incapaz de mantener la disciplina de voto, no ha sabido arquear que, con libertad de voto no se hubiese cuestionado su liderazgo, ni en el gobierno madrileño, ni en el partido.
Aunque eso es algo que solucionarán como siempre. El que se señala por defender unos valores, por ser coherente con sus pensamientos, ese no cabe en el partido. Ya lo dijo Celia Villalobos, después de jugar al Candy Crush.