Sí. Ceuta está muy bonita. ¿Eso nos dicen, no? Yo cambiaría el verbo. Sí, Ceuta es bonita. Mejor. Pero quienes mandan y quienes mandaron no han hecho que luzca como debiera.
Seguimos arrastrando problemas que causan sonrojo, falta de infraestructuras para una ciudad que ‘vende’ su potencial turístico. Nuestros gobernantes siguen tirándose los pedos más altos que el culo, despilfarrando el dinero en obras sin sentido, mientras abandonan y olvidan las actuaciones que son necesarias.
El puentecito/pasarela/insulto a la inteligencia que han montado en Santa Catalina es el reflejo más evidente de la desviación de las inversiones. Mientras hay zonas que esperan con urgencia actuaciones necesarias, se nos planta una pasarela cuyo único cometido es hacer más corta la unión del parque con el Hacho. Su encuadre es un atentado contra la naturaleza porque rompe toda la estética de un Monte al que hace años pusimos la soga y que poco a poco vamos ahogando. Pero además carece de un sentido básico cuando todavía hemos sido incapaces de mantener dignamente un recinto de nueva creación que ya muestra los síntomas del abandono. Lo denuncian partidos políticos, asociaciones y los propios ciudadanos. ¿Es esta la recuperación del entorno que se preveía? Creo que no. Lástima si se conforman con el resultado alcanzado.
El puentecito parece la construcción nacida del niño que se pone sobre la mesa a jugar a los castillos y empieza a colocar a su manera las distintas piezas, creyéndose el mandamás del reino. En la imaginación pueril vale, en el uso y manejo de nuestros impuestos no. Y eso duele. Eso escuece. Más aún cuando hay barriadas, como la de Miramar, que necesitan urgentemente puentes que salven vidas y no pasarelas para unir un parque con un Monte que hace tiempo dejó de ser un rincón digno que mostrar a los visitantes. Y dejó de serlo porque lleva tiempo abandonado, porque es el vivo reflejo del talante que, en materia medioambiental, parece que se ha instalado en la clase política.
No escribo estas líneas desde la necesidad de hacer una crítica porque sí. Las escribo desde la tristeza de ver cómo se manejan determinadas inversiones, de contemplar cómo se ejecutan obras carecentes de sentido alguno que más bien surgen del impulso y la querencia de unos pocos y de quienes aplauden cualquier inversión sustentada únicamente en el antojo. ¿Es que nadie es capaz de ver más allá?