Como después de varios intentos Myriam y yo no podíamos entrar en Belén juntas, (yo sí, ella no), pues los israelitas no pueden hacerlo sin correr riesgos, e incluso, al llegar al muro no dejarla pasar, decidimos descansar una noche más en Nazaret por nuestra cuenta.
Era el Sabbat, día en que toda actividad se paraliza, hasta los medios de locomoción. El grupo se marchó y nosotras subimos para visitar por última vez la Basílica y tener un tiempo sin límite para el sosiego, en un lugar privilegiado, el más importante del mundo, donde ocurrieron unos hechos que cambiaron por completo la historia de la humanidad. Teníamos pues, todo el tiempo disponible para la meditación y para el encuentro íntimo y personal con Dios. Allí te das cuenta de que no somos nada y nos creemos sin embargo, que somos los reyes del mundo. Después del almuerzo fuimos a comprar unas fresas gigantes y dulces.
Sabíamos que en esta ciudad se ha creado un caldo de cultivo que da lugar a la inestabilidad social. Éramos conscientes de ello, pero en ningún momento sentimos miedo. No había demasiados peregrinos en la zona, quizás por los tiempos que vivimos, pero la felicidad y el sol que custodiaba a la ciudad hicieron que nos perdiéramos en nuestros pensamientos recordando las Sagradas Escrituras y el cumplimiento de las profecías, pronosticadas desde antiguo. El domingo después del desayuno, bajamos con nuestras maletas para trasladarnos a Jerusalem. Cualquiera que mire un mapa puede comprobar que hay una buena distancia entre Nazaret y la Ciudad Santa.
Las maletas se podían sobrellevar, pero el petate de ropa nueva que yo había llevado para que ella lo repartiese entre la familia, hacía que tuviésemos mucha dificultad para ir tirando de tanto peso. Tomamos un taxi hasta la ciudad de Afula. Desde allí teníamos que esperar un autobús hasta Jerusalem, y luego tomar otro taxi hasta Casa Nova Franciscana, donde nos alojaríamos. Total, una odisea. Myriam habló con el joven taxista, de aspecto bondadoso, grande y de ojos verdes, pues ella chapurreaba el árabe literal que hablan los palestinos, y acordó con él un precio adecuado para que nos llevase hasta la puerta de nuestro hotel.
La genial idea de Myriam nos hizo respirar felices contemplando un día de verano unos parajes que nos hacían atraer pensamientos maravillosos sobre la Torá. El joven, una persona entrañable, supo por Myriam que yo escribiría sobre aquellos lugares bíblicos, y enseguida sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta, con su nombre en hebreo, Ahmed, para que lo incluyese en el relato. Y bien merecido que lo tiene, por buena disposición, ya que desvió su trayecto habitual para llevarnos a las cercanías de Jordania, donde se veían a lo lejos los enormes campos de refugiados, que se han convertido en poblaciones inmundas, y llegamos luego hasta la ciudad de Jericó, donde él junto a su familia pasan los fines de semana en un buen hotel, costumbre muy generalizada en el país. Aprovechó Myriam para contarle al joven Ahmed hechos históricos ocurridos desde la toma de la ciudad en tiempos de Josué, después de la séptima vuelta en la que el pueblo en masa gritó y al momento se desplomaron las murallas, y en la época de Jesús de Nazaret, cuando curó al ciego que esperaba en el camino de Jericó.
El joven escuchó con verdadera atención. Tuvimos un pequeño descanso incluido, para estirar un poco las piernas, ir al baño y tomar un café. Llegamos a la Ciudad Santa cantando el salmo: "Jerusalem está fundada como ciudad bien compacta, allá suben las tribus, las tribus de Israel ¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la Casa del Señor...!" .
Por la mañana han tomado la barca de Pedro para ir a Betsaida, y llegados a tierra, han amarrado la barca en una piedra de molino, de las que hoy podemos ver allí mismo en abundancia, como restos arqueológicos de la época. La situación es increíble, llena de esplendor, pues Jesús se ha puesto de pie en la barca, mientras que la gente, para estar cómoda, se ha sentado en la arena, ya que el día es espléndido.
"Muchos en Cafarnaum Me han seguido, dejando sus asuntos pendientes, porque quieren empaparse de las palabras que les darán sabiduría. Aunque otros han venido para burlarse y para hacerme daño, pues en breve se harán Mis enemigos. Los poderosos de Cafarnaum quieren causarme dolor, empleando para ello amenazas, burlas y calumnias. Satanás quiere quedarse con vuestras almas, estad atentos. Os digo, que quien ama más su vida que salvarse, la perderá. Ahora es aún tiempo de que os marchéis y elegir otro camino. Yo he venido para liberar al hombre del pecado. Cuando una religión se ha deformado con clausulas, palabras o preceptos que encadenan a la Verdadera Palabra de Dios, hay que ordenarla. La palabra de Dios es luminosa, santa y perfecta. En Mi granero sólo entrará el Grano Selecto, el grano de los santos. Satanás dijo a Dios:"Tus creaturas serán mías, no podrán ganarse el Cielo ni con la Ley. Y todo será inútil para Ti". Entonces el Eterno Dios contrarrestó al maldito.
"Mandaré a Mi Verbo y Su Palabra neutralizará su veneno. El Verbo de Dios curará los corazones afligidos, y Mis hijos volverán a Mi redil, poblándose el Cielo de ellos. No podrás Satanás, tu rabia no te servirá. Pero Satanás no renunció a robarme lo que es Mío. Vosotros estáis en medio de fuego entre amor y odio; sabiduría e ignorancia; la bondad y la maldad. Yo os defiendo entregando Mi propia vida por amor. Pero debéis tener la voluntad de alejaros del Maligno, viniendo a Mi Camino, que es Verdad y Vida. Quien no quiera el Cielo, no lo tendrá; quien no desea ser discípulo del Mesías, será arrastrado por el mundo. Quien es enemigo del Mesías, será mala semilla e irá al reino satánico. Habéis venido muchos de Cafarnaum para culparme de un delito que no he cometido. Murmuráis detrás de Mí, sin razón alguna. Digo a los mayores de Betsaida que pecaron con la Bella de Corazaín, digo a las mujeres que sufrieron por la Bella, y que luego os alegrasteis de la podredumbre de su cuerpo, pues la adúltera y homicida se iba con cualquier hombre por dinero, ya que era prostituta por vicio, no por necesidad, digo que también debe ser perdonada. Tenéis que saber perdonar. Dios os ha vengado, y luego él ha perdonado.
Mujeres que ahora gritáis: "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!", os pido que perdonéis. En efecto, Yo soy el Cordero de Dios. He venido en el nombre Santísimo de Dios, para llevar al Cielo a justos y pecadores. El Verbo de Dios fue a ver a la arrepentida, y dijo: "queda limpia. Vete y purifícate según la Ley". Lo hice en sábado y por esto se Me acusa. Me acerqué a la prostituta arrepentida, que lloraba por sus pecados. Lo hice y lo haré. Leed el Libro de la Escritura. Estudiadlo. No prohíbe que un médico cure a un enfermo. A un levita no se le prohíbe ocuparse del altar, un sacerdote, que escuche a un fiel porque sea sábado. Si lo encontráis, Yo diré: "Señor, he pecado ante Tu presencia y ante la de los hombres. No soy digno de perdón, pero si eres compasivo con tu siervo, Te bendeciré hasta el último día. Ese alma estaba enferma, tenía necesidad de médico. Era un altar profanado, al que un levita debía limpiar. Era una fiel que iba a llorar en el verdadero templo de Dios, que tenía necesidad de un sacerdote que la presentase ante el altar. En verdad os digo que Dios Padre Me pedirá cuentas de esa alma y Me castigará si se pierde. Según los poderosos de Cafarnaum, cometí pecado porque la curé en sábado. ¿Por qué iba a retrasar su curación? Leí en su corazón la humildad verdadera y el arrepentimiento y lágrimas. Su cuerpo tenía lepra, pero su corazón estaba limpio. Ella quería consagrarse a Dios. La mandé al lago y su cuerpo también quedó limpio. No todos los que entraron en el Jordán obedeciendo al Precursor, Juan el Bautista, salieron limpios. No todos querían prepararse para Mi llegada, sino que era una hipocresía, una soberbia, el aparentar que eran perfectos en santidad a los ojos del mundo. Con aquel bautismo, la escoria del alma, la lujuria,...se limpiaba, pues el alma tiene que estar limpia para la invitación de Dios a la gracia, para que el Salvador lave con arrepentimiento los pecados. Luego hay que sonreír a la esperanza de la redención, un acto heroico, que resiste a la tentación, y tenga la voluntad de renacer. Aunque a mis enemigos les parecerá una blasfemia lo que os digo, a vosotros, los discípulos, los elegidos y todos los que me escuchan, les digo que son Mis amigos. Mirad los ángeles, que son espíritus puros y perfectos, viviendo en la Luz de la Santísima Trinidad, reconocen que su perfección es inferior a los hombres, pues no tienen poder de sacrificio y sufrimiento, para cooperar en la redención del hombre. Dios coge a Su propio Hijo. Por eso dice: "Sufrid, sacrificaos, sed semejantes a Mi Cordero. Sed corredentores". Los mismos ángeles se arrodillan hacia la tierra y dicen:" ¡Benditos vosotros que podéis sufrir con el Mesías, y por el Dios Eterno, que es nuestro y vuestro!". Sé que muchos no pueden comprender estos pensamientos, que son muy profundos. Pero cuando la Hostia sea inmolada, cuando el Grano Eterno resucite para no morir más, después de ser golpeado, despojado y sepultado en las entrañas de la tierra, verán al que ilumina y enseña con abundancia a los espíritus. Incluso los más retrasados que siguieron firmes al Mesías Redentor, comprenderán que no he blasfemado. Mientras, debéis estar preparados con pureza de corazón, pues de este modo comprenderéis con mayor perfección. Sed puros empezando por el cuerpo. Los ojos, cuanto más puros, más puro el corazón, evitando los deseos carnales, de riquezas y de poder. Seréis castos y amigos de Dios, aunque se rían de vosotros, no tengáis miedo. En verdad os digo que Dios quiere la procreación para que cooperéis con Él en poblar el Cielo. Pero hay un estado más perfecto y sublime que se consigue con la voluntad de pertenecer sólo a Dios, conservando para Él el cuerpo y el corazón casto... He hablado al pueblo y a los elegidos de entre el pueblo. Ahora voy a la casa de Felipe a compartir el pan y la sal. Os bendigo a todos, a los buenos como premio y a los pecadores, para infundirles valor y sean capaces de acercarse al que vino a perdonar. La paz sea con vosotros".
Jesús se baja de la barca y pasa por la multitud que lo aclama. Allí está Mateo, que no se atreve a acercarse al Maestro. Jesús lo mira con atención y luego sigue su camino...Ha terminado en Betsaida. Se marchan a Cafarnaum. Por fin han llegado desde el Lago a la plaza cuando ya ha terminado la venta y están cerrando los puestos. Hace un calor enorme. Una mujer se acerca a Él y se disculpa por la mala acogida de los superiores del pueblo. "Nosotros Te queremos mucho. Ellos son pocos y nosotros, muchos. El Rabí habla con los Suyos: "Trataré de hacer las paces con los principales, aunque no lo logre, pues ellos creen que les he ofendido. En todas las disputas el más prudente debe ceder, pensad siempre en ello. Algunas veces se causa mal sin querer. Utilizad la paciencia, y la humildad. El apóstol tiene que usar las buenas maneras y la constancia, y el éxito total está en la oración, para convertir a los corazones de piedra".
Han llegado al puesto de Mateo, que remata su trabajo, haciendo cuentas y poniendo el dinero en bolsitas. Las guarda en una caja fuerte de hierro. Mateo se ha dado cuenta de la llegada y mira a Jesús. Ya no es la mirada de usurero, ahora es de una mirada dulce y apacible. Jesús lo envuelve de amor con Su mirada. El hombre se pone colorado y no sabe qué hacer. "Mateo, hijo de Alfeo, ha llegado la hora. ¡Ven! ¡Sígueme!" Es tal la majestad del Señor, que ahora el pobre Mateo no sabe qué decir. "Pero, Maestro, no sabes quién soy..." Jesús le repite con voz muy dulce: "¡Ven y sígueme, Mateo, hijo de Alfeo!" Mateo está abrumado y Le pregunta cómo es posible haber alcanzado tanto favor ante Dios. Por tercera vez Jesús le invita a seguirlo: ... "He leído tu corazón. ¡Ven y sígueme!". El alcabalero llora mucho, deja el puesto sin recoger y pregunta al Maestro: "¿A dónde vamos, Señor?". El Rabí lo trata como a un recién operado de enfermedad grave, ya curado. "Vamos a tu casa, que vas a hospedar al Hijo del Hombre. Y Gloria a Dios por un pecador que se salva. Toda la Misericordia del Padre se derrama sobre ti. Vamos a santificar tu casa. Tu corazón ya está santificado".
Los discípulos se han quedado estupefactos y mudos. Caminan hacia la casa por calles vacías. "¡Entra, Maestro mío!" Es una casa amplia y fresca, con jardín al interior. "hoy es una fiesta grande para mí. ¡Cuánto he llorado! Quería ir a Ti, pero mi alma estaba sucia".- "Estás arrepentido y haces caridad para Mí y para el prójimo. ¡Pedro, ven aquí!" Pedro y Mateo se juntan, ambos de baja estatura y robustos. "Pedro, aquí tienes al que enviaba las bolsas de dinero". El discípulo, asombrado, se acerca. Mateo se arrodilla ante todos y les pide perdón. Pero Pedro con una fuerza inusitada, lo levanta y lo besa en la mejilla. Los discípulos se acercan y lo saludan, excepto Judas, que se muestra altanero. "Maestro, los fariseos te van a acusar más aún. Primero por la prostituta y ahora por el publicano".
Contesta Pedro:"Tú, tan señorito, judío perfecto, te sientes mal entre nosotros.¡ Vete!, y todos estaremos mejor. No entiendes nada, no tienes caridad, ni humildad, ni respeto". Jesús está muy enfadado y cuando Pedro termina de hablar, dice: "Pedro, ¿has purificado tu corazón de la levadura que había dentro? Recuerda que hoy es Pascua de Ácimos para un hijo de Abraham, el llamamiento del Mesías es como la Sangre del Cordero sobre vuestras almas. Liberaos de prejuicios y de rechazos". Pedro se avergüenza y agacha la cabeza. Viene ahora Mateo con algunos amigos, y Jesús aprovecha para pedirles que sean buenos y prudentes. "No quiero que seáis como los fariseos, que oprimen con preceptos imposibles, que ellos no cumplen" Empieza el banquete.
Jesús se encuentra entre Mateo y Pedro. Cuando están en los postres llegan los tres fariseos que quieren entrar. "Que entren", dice Jesús. Muestran soberbia y desprecio, pero Jesús se levanta junto a Mateo y los saluda: "¡Oh, verdaderos hijos de Israel! ¡Perfectos israelitas! Alegraos, que una oveja perdida de Israel se ha encontrado. Mateo deja todo para servir a Dios. Vuelve al seno de Abraham... ". Pero los fariseos se ríen con ironía al ver los comensales. Adúlteros, jugadores, borrachos. Están escandalizados y arremeten contra los otros discípulos, porque no han avisado al Rabí. "¡Dejad en paz a Mis discípulos! Yo sólo soy el responsable".- "Pues estás cayendo en errores imperdonables. Se falta el respeto a la Ley y no enseñas bien a Tus discípulos". – "Vosotros os equivocáis. Yo sé la Ley. . Yo recojo almas heridas, sucias. Las curo y las limpio. Para esto he venido. Los pecadores son los que tienen necesidad de salvación. Soy el Salvador y vengo a salvarlos. Intentad comprenderlo y no Me odiéis sin razón". El Maestro se ha mostrado en todo momento conciliador, respetuoso y humilde. Los tres fariseos se marchan como "alma que lleva el diablo", y sin decir nada. Judas aprovecha para arremeter contra su Maestro:" ¡Ahora nos criticarán todos!" Pero Jesús lo apacigua: "Mira Judas. Tú procura que el Padre no tenga nada de qué criticarte. Y tú, Mateo y tus amigos, no estéis tristes. No hagáis mal a nadie". Jesús se sienta a terminar Su comida y todos se tranquilizan.
BIBLIOGRAFÍA: María valtorta, "Poema del Hombre Dios",t.II; Col.1,24;Lev. 21,16-24; Mat.19,10-12; 1 Cor.7,1 y 7-8 y 32-34; Mat. 9,9-11; Mc.2,13-17; Lc. 5,27-32.