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Popular pero no populista: El Mercado de abastos

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El populismo es tan simplista y masificado como lo es la sociedad tan superficial, consumista y desbordada de almas. Por eso encajan tan bien los mensajes dirigidos a solucionar problemas complejos con recetas mágicas e ineficaces pero que curiosamente convencen.

Problemas que en todo caso solo se podrían acometer en profundidad cambiando primeramente el propio sistema de reparto de la riqueza y generando la nueva revolución de la sostenibilidad, ahí es nada. Prácticamente todos los partidos se han convertido en agencias que publicitan las mejores políticas para solucionar lo que será imposible sin cambiar el propio sistema capitalista, agotado y ya sin respuestas. Por ello, la política convencional según Julián Baggini (director de Philosophers' Magazine) ha dejado de ser útil y de servir a los ciudadanos en los países democráticos. Algunos ejemplos son el frenazo en seco de la social democracia que ya horrorizaba al historiador Tony Judt y que toma forma en los problemas de inversión pública en servicios sociales o la falta de capacidad/poder para terminar con los paraísos fiscales.
Todo lo que se está generando en relación a los escándalos en nuestro país conlleva una presión enorme sobre la administración pública puesto que si no se toman las medidas necesarias judiciales con los grandes casos de fraude fiscal y corrupción política, el país entrará en una crisis de confianza de gran calado que aumentará la ya de por sí gran brecha de desconfianza entre la administración y el resto de la población. Podría parecer que ya no es posible asumir el caduco sistema de poderosos y oprimidos en el ámbito de una democracia consultiva que camina a pasos de gigante hacia una participativa. Prueba de la transición es por ejemplo el gran órdago lanzado al sistema del establishment convencional por parte de la coalición de periodistas de investigación comprometidos y muy cabreados con los felones de la política profesionalizada. Están sacando a la luz las miserias morales de unas clases sociales adineradas que se nos presentan como salvadoras de la economía y que no están dispuestas a repartir su progreso material con las masas sociales. Los más comprometidos de estos adinerados reparten algo pero sin renunciar a las ganancias que les proporciona cualquiera de los paraísos fiscales a los que pueden acudir a esconder su dinero del fisco inquisidor. No defiendo un sistema comunista pero pienso que los excesivos ingresos económicos son perjudiciales pues inducen a la acumulación innecesaria de riqueza y provocan accesos de codicia en muchos otros émulos del gran suertudo que amasó su fortuna.
No existe imposición legal que pueda frenar el atractivo de la acumulación de dinero así que como única salida humanamente razonable solo queda el decrecimiento que alumbre una sociedad que cultive las artes, el cuidado de los ecosistemas y los saberes muy por encima de la fútil codicia consumista alienante. En cualquier caso el talento y la inversión personal en cultura no debería ser excesivamente recompensado con dinero siendo mucho más adecuado los reconocimientos morales. Hay populismos que representan la voz de los excluidos pero también los hay para los incluidos; unos desean participar en el festín y otros que no les anulen las entradas a la comilona mientras dure su horizonte vital. Existen opciones populistas para todos los gustos así mientras los de chaqueta y corbata venden seriedad y preparación están los de gorrita bolchevique que venden justicia social y reparto equitativo de la riqueza. Incluso hay una caterva de descerebrados que directamente prometen hacer muros imposibles a lo largo de una frontera o terminar con la mendicidad animando actitudes racistas y excluyentes. El caso es que los pocos que tienen convicción política y se lo llegan a creer de verdad, en parte persiguen sueños imposibles en el seno de un sistema que se alimenta de la desigualdad económica y social. En Ceuta, nuestro alcalde ofrece una imagen de seriedad y rigor en la gestión mientras se gasta nuestros impuestos en mantener una carísima maquinaria burocrática poco eficiente y dilapida los escasos recursos proyectando obras insultantemente caras. De la misma manera, e insisto, y a pesar de la imagen de hombre aplicado que trasmite nuestro actual alcalde, se permite lujos de gestión que nos empobrecen socialmente. Entre ellos está el abandono del mercado de abastos centro neurálgico de encuentro reconfortante de la vida popular y la pujante diversidad ceutí.
Los comerciantes se quejan de la falta de vigilancia y seguridad en sus instalaciones y de las condiciones en las que tienen que realizar su trabajo. Además, no se permite que se abran nuevos comercios cuando los puestos quedan vacíos con lo que se frena el dinamismo y la posibilidad a los que quieren emprender e intentar ganarse la vida dignamente. El mercado habría que rehabilitarlo y posiblemente reducirlo pero no dejarlo morir ni pensar en trasladarlo a un nuevo espacio. Posiblemente sea justamente esto último, el deseo del alcalde por conseguir plusvalías e inmortalidad pericliniana al mismo tiempo (al recuperar la antigua ciudadela portuguesa ya que nuestro prócer se siente profundamente portugués y por ello también celebra el día de la toma portuguesa de Ceuta como una especie de día "D"), la razón por lo que no se invierte en la rehabilitación del nuevo mercado y tampoco se deja que se ocupen los puestos vacíos. Recordemos que la obsesión por reubicar el mercado llevó al alcalde a proponer su alojo dentro del complejo de la manzana del revellín. Por muchas pancartas que se hayan encargado para animar a la compra en las instalaciones del mercado, se palpa la falta de interés del alcalde por este espacio. El mercado es popular pero no populista y por lo tanto es uno de los elementos urbanos objeto de zarandeos y especulación urbanística. En cuanto a la oposición política en el ayuntamiento, dado su carente interés por la sostenibilidad económica y ambiental y estando exclusivamente centrado en el acontecer social más deprimido dónde encuentra sus réditos electorales bien podría hacer una gran labor abanderando una campaña para salvar el mercado y evitar que nos empobrezcamos más todos.


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