Hablando de vernos en breve, la animé a que se diese una vueltecita por estas tierras. No titubeó, me dijo que ya era imposible, que allí se encontraba a gusto y feliz. Sus palabras se habían contagiado de las lecturas y programas de televisión recordando el evento. "Debo hablar de las maravillas de esta Tierra, es mi obligación, donde Dios quiso hacerse Hombre. Esta es la Tierra de los Profetas, la Tierra del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, "donde Dios plantó Su tienda y vino a habitar entre nosotros".
Esta no es sólo una Tierra de guerras y conflictos, aunque muchas veces esté inmersa en una espesa nube que nos ciega y nos hace tener mucho miedo. Más allá de eso, hay una verdad que tiene que ser proclamada. Creo con sinceridad que es necesario contar otra historia y difundir un mensaje con todas las informaciones maravillosas que aquí ocurren, y que a mí me dejan atónita y a veces obnubilada.
Todo eso que sucede me ayuda a entender la realidad de esta Tierra, que está en continua búsqueda de la paz. Es necesario que los líderes de las distintas comunidades que aquí conviven, se pongan de acuerdo y así nos ayudarán a todos". Y es verdad, Myriam llevaba razón. Si hubiese una voluntad férrea, los problemas existentes podrían solucionarse mucho mejor y más rápido...
Cuando Myriam acabó de hablar, yo aproveché para finalizar lo que consideraba muy importante acerca del Shabuot, con relación al Pentecostés cristiano, y no me inventaba nada, pues todo está escrito. Le dije que en la tradición rabínica, en los textos de interpretación de los relatos bíblicos (Midrash), hay una descripción muy interesante sobre cómo debió ser la consigna de la Ley de Moisés. El relato afirma que la voz de Dios en el monte Sinaí se dividió en setenta lenguas, para que todos los pueblos que la oyeran pudieran entenderla, porque los antiguos creían que eran setenta los pueblos presentes en la tierra, por aquel entonces. Además Dios se manifiesta a Moisés y luego a todo Israel como viento, fuego, truenos y relámpagos. Todas estas son imágenes que los autores sagrados utilizaron para probar y explicar la potencia y superioridad de Dios en comparación con nosotros. Por ello, el Pentecostés cristiano se hace más comprensible. E incluso, los detalles más misteriosos se cargan de significados profundos. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se lee: "Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, llegó desde el Cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse... El Pentecostés cristiano es el verdadero cumplimiento de la antigua celebración de la Ley sinaítica, (Fray Alberto Joan Pari).......
Jesús había terminado Su enseñanza. Se marcha y pasa bendiciendo a todos. Acaricia a niños y ancianos. El hombre que tiene gangrena le suplica que lo sane y Jesús le contesta: "primero el alma. Haz penitencia". El enfermo pide al Señor el bautismo como el de Juan. "¡Ven!", y lo conduce hasta el Jordán, que está cercano. Se quita el Maestro las sandalias, y el hombre deja las muletas y se mete hasta las rodillas. Jesús echa agua sobre su cabeza y le ordena:" ¡quítate las vendas!" El hombre obedece, y la pierna ya al descubierto, está curada. Todos los presentes que les han seguido gritan de emoción. Otros Le piden bautismo, pero ya atardece, por lo que Jesús los convoca para el día siguiente. Luego en casa todos los discípulos se reúnen junto a Él. "¿Qué le ocurrirá al hombre que llevaste por detrás de la casa?", pregunta Pedro. El Rabbí le contesta que necesitaba purificarse. Pedro cree que se ha marchado sin ni siquiera dar las gracias, pero Jesús le responde que fue a espiar por sus pecados durante toda su vida. Los discípulos piensan que van a venir muchos más y Él solo no podrá con tanto trabajo. "Vosotros bautizaréis. Yo predicaré y curaré a los enfermos y a los pecadores". Pedro se arrodilla asustado, y le pide al Maestro no ser él quien bautice. "¡Yo no soy digno, Señor!" Jesús le responde con dulzura: "Tú vas a ser el primero en bautizar. A partir de mañana", y sonríe al ver la preocupación del discípulo. Lo besa en la frente y en los cabellos grises y revueltos. "¿A mí no me das un beso? También yo tengo pecados", dice Iscariote. Jesús se ha puesto serio, la Luz de Su rostro se ha vuelto opaca, no contesta enseguida, pero al fin dice "Sí", con un tono tajante. "Sé bueno siempre, Judas. Si quieres, si te lo propones, puedes conseguir la santidad", y lo besa con dulzura. A continuación, va llamando uno por uno a los demás, que esperan anhelantes, y los va besando y confortando con frases de Padre: "Os quiero mucho. Sois Mis discípulos amados. Seguid avanzando en la bondad y el Conocimiento, como una obligación".
Pedro, que tanto quiere aprender siempre, le pide al Maestro que les enseñe a orar, para ser dignos del trabajo que deberán realizar. "En efecto. Quiero que estéis muy preparados. Os dejaré Mi plegaria, pero no servirá de nada si sólo se recita con los labios. Orar es un don de Dios, que concede al hombre para que el hombre se dirija a Él". Judas pregunta con cierto desagrado si aún no están listos para aprenderla. Jesús le responde que no se puede orar externamente y ser por dentro un traidor. "¿Nos enseñarás a hacer milagros?", continúa Judas. Pedro se lleva las manos a la cabeza, está fuera de sí. "¡Pero muchacho, tú no estás en tu sano juicio!" Judas se dirige con tono de reproche al Rabbí: "Pues Tú nos dijiste en Judea que haríamos milagros".- "Es verdad", dice Jesús. "Pero deberéis libraros aún de los apegos terrenales. Tenéis que ser más vida del espíritu". Iscariote contesta que entonces ayunarán más. "Es que por mucho que ayunéis, si seguís metidos en los vicios, las lujurias, las ambiciones y la soberbia... vuestro corazón no estará preparado para la compasión y la misericordia", Judas Le responde que ellos lo han dejado todo para seguirle.
Pero Jesús continúa: "Deberéis abandonaros a vosotros mismos". Judas no entiende, piensa si para ello tendrán que morir. Jesús, con suma paciencia le explica que no se refiere a una muerte material.
"Debe morir en vosotros vuestra parte animal y satánica: la mentira, la vanidad, la pereza, avaricia, la gula, el orgullo....". Bartolomé había escuchado absorto, y responde como un autómata: "¡Señor! ¡Sí es que somos muy débiles ante Ti, que eres un Santo!" Los primos de Jesús, que lo conocen desde la niñez, confirman Su Santidad. Juan parece que no está ya en el mundo, y a pesar de ser muy joven, se dirige a los demás: "Él sabe cómo somos. No debemos caer en el desánimo. Le pediremos la fuerza cada día, para seguirle sin descanso. No estamos sin pecado. Hemos de decir a Dios que somos débiles y pecadores, que nos ayude y nos perdone. El Señor, que tan bueno es, nos ayudará a ser mejores".
Todos han escuchado atentamente las palabras de Juan. Están admirados y silenciosos, no saben qué responder. Jesús entonces interviene para confirmar sus palabras: "Estás lleno de Gracia, Juan, pues la Verdad llega a tus labios. Tienes el perfume de la inocencia, por eso el Amor te inspira". Jesús estaba sentado, se pone en pie y va hacia el joven, que también se levanta. El Maestro lo atrae hacia Su corazón con inmensa ternura, y así termina esta hermosa reunión... Otro nuevo día ha llegado, en el que Jesús se encuentra rodeado de gentes llegadas de pueblos cercanos, que quieren escuchar al Maestro.
Él sigue con las explicaciones de los Mandamientos: "No te harás dioses en Mi Presencia", según se dijo. No harás esculturas o representaciones, ni las adorarás, ni les darás culto. Yo soy el Señor Dios tuyo, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que Me odian, y hago Misericordia hasta que pasan mil generaciones con los que Me aman y observan Mis Mandamientos".
Jesús es solemne al recordar la Ley, y el gentío guarda un silencio absoluto. Mientras, llueve intensamente fuera. Hay cuatro enfermos en la primera fila. Uno es ciego y va guiado por una mujer. Un niñito lleno de granos abultados en brazos de su mamá. Una mujer con la cara amarillenta, medio muerta, un inválido en una camilla. Los discípulos están repartidos; unos se encuentran cerquita de su Maestro, otros están a la entrada, acogiendo a todo el que llega y lo va ubicando en el interior. Tomás y Simón van pasando por entre los asistentes, y algunos echan óbolos en un saquito, y comentan las peticiones que quieren pedir al Maestro. Jesús continúa: "No te harás dioses en Mi presencia". "Pensad que siempre estamos en Presencia de Dios, ya sea que hagamos en silencio cosas buenas o malas, ¡estamos en presencia del Rey! Todas las acciones del hombre las conoce Dios, pues Dios lo ve todo. Él nos frena cuando queremos hacer el mal, pero nos puede ayudar a hacer el bien. Y no olvida nunca lo que ve. Nos premia cuando hacemos el bien, por tanto, es un descanso para el hombre saber que con ello tenemos Su amistad.
El culto a los ídolos no se debe fomentar, pues aunque los hombres no lo vean, Dios sí lo ve. Al Dios verdadero es imposible darle un rostro. Él es Perfecto y Purísimo, por ello, el hombre no puede imaginar Su rostro. Pero Dios derrama gracias abundantes cuando un espíritu se acerca a Él. Conseguiréis felicidad eterna y veréis a Dios, si sois justos. Muchas veces se desdeña al Dios Verdadero, pero se pondera a los dioses falsos. Se adora a una bella mujer, al oro, o al poder. Otro venera a la ciencia o a los triunfos militares. Hay quien se adora a sí mismo. Por esto, no debéis hacer burla de los paganos que adoran animales, reptiles o astros del cielo estrellado. Vuestros labios deben sellarse ante las mentiras o corrupciones. Vuestros corazones piensan en la venganza, el rencor,...el placer, la avaricia,... Se dijo: No adorarás nada que no sea tu Dios verdadero, Único y Eterno". Y también se os dijo:"Yo soy el Dios fuerte y celoso". Cuando Dios dice BASTA, el hombre no puede seguir haciendo el mal, y Satanás es arrojado al infierno. Porque Dios es celoso de vuestros actos, ya que Él os creó, os ama y os quiere sin que os hagáis daño. Intenta que nada se interponga entre el Padre y vosotros. No es un celo de carcelero, no es celo cruel, sino de amor y bondad infinita, que os hace más que libres, libérrimos. Quiere que el hombre posea la eternidad. Pensad que un buen padre que posee grandes riquezas, quiere que las gocen sus hijos. Así es Dios, que os quiere perfectos. Pero no desagradéis al Señor, que amenaza con castigar a los culpables y a sus hijos. ¡No os desalentéis!. También dice:" Hago Misericordia hasta la generación mil a los que Me aman y observan Mis Mandamientos". Pero ¡ojo! con los que caen en las garras de Satanás. Aunque decís: "Padre, he pecado. Me humillo y Te confieso mi pecado. ¡Perdóname! Quiero que seas mi fuerza para volver a vivir la verdadera Vida". ¡No temáis!, que Dios perdona tus muchos pecados, si ve el arrepentimiento de vuestro corazón. Devolved a Dios Su morada, que está en el corazón de los hombres. ¡Dios es todo! Haced de cada corazón un Cielo. Empezad a vivir con Él, en Su alegría, como lo hicieron Abraham, Jacob y Moisés. Estad con el Padre, que desciende para deciros "Mi alegría es estar entre los hijos de los hombres. Tú Me haces feliz"... "Gracias". Hay más de cien personas que están absortas. Parece que suspiran de alegría. Se oye un clamor: "¡Tú eres el Mesías, bendito seas, que nos abres los caminos de la paz!" Como es la costumbre, Jesús muestra una sonrisa espléndida, e invita a todos a seguir en la paz:"La paz estará en todos vosotros, si desde hoy seguís los caminos del Bien".
Los enfermos están anhelantes, muy pendientes del Maestro por ver si se acuerda de ellos. Les había prometido que los sanaría, por lo que se dirige a los enfermos. Pasa la mano sobre el niño lleno de granos, sobre el ciego y sobre la mujer con la cara amarillenta. A continuación, se inclina sobre el paralítico y dice:" ¡Quiero!" Todos los presentes están en silencio, expectantes, atentos. De repente, el hombre de la camilla grita de alegría: ¡Mi cuerpo estaba muerto, pero ahora siento calor!". El pobrecillo se levanta de la camilla, está de pie. Alguien le echa por encima un manto para cubrir sus harapos. La madre que tenía a su hijo en brazos, lleno de granos, lo levanta completamente limpio.
El ciego abre sus ojos, se da cuenta de que entra luz en ellos, parpadea y no puede creer lo que le está pasando, pues lo ve todo. La mujer que estaba amarilla como el maíz, ha recobrado su color, que era sonrosado. Están todos alborotados con la alegría de los milagros. Gritan, bendicen y se quieren acercar tanto al Maestro que no lo dejan andar. Pedro está pendiente del Señor. Da codazos para abrirse camino y llevar al Rabbí fuera de la estancia. Cuando han conseguido sacarlo de allí, Pedro dice que estará al tanto el próximo día para que no Le ocurra nada, y se queja de los modales que tienen con Jesús. "Déjalos, que están felices y Yo también. Id con el que pide bautismo". Indica a Judas y Simón Pedro que den todo el óbolo a los pobres. Él está algo cansado, por lo que entra en la casa a descansar un poco. "Nosotros tenemos mucho. No es justo que unos tengan tanto y otros nada". Y a Pedro le dice que no se preocupe por extralimitarse en dar. "Te justifico ante el Padre, porque Yo soy quien te lo mando". Y se despide de ellos. Los discípulos se van a sus distintos cometidos, mientras Jesús se queda un rato a solas. A orar.
BIBLIOGRAFÍA. María Valtorta. Poema del Hombre Dios. T. II Evangelios.