En la dictadura los aspirantes a guardias civiles y sus familias eran sometidos a una investigación para conocer la conducta y simpatía política que podía sospecharse a los miembros de la familia. Las palabras “podía sospecharse” no las utilizo de forma caprichosa, porque estaba prohibida cualquier actividad política o sindical.
Hasta mediados de los ochenta continuó esta práctica y se exploraba entre los vecinos y los propios familiares la conducta del aspirante y núcleo familiar. Estos informes se extendían a la familia de la novia del guardia civil cuando comunicaba que contraería matrimonio.
Esto que escribo puede ser impensable para los más jóvenes, pero no para los que peinamos canas o no pueden ni peinarlas. Han pasado muchos años y estas prácticas forman parte del pasado, porque chocaría frontalmente con la legislación vigente. Unos podrán pensar que no está mal conocer la conducta del aspirante; otros, todo lo contrario, pero es parte de la historia de la Guardia Civil, aunque los más jóvenes la desconozcan.
Ayer se conoció el auto del Juzgado de Pamplona confirmando la prisión sin fianza de los cinco presuntos violadores de una joven madrileña en San Fermín. La declaración de la víctima y un vídeo grabado por los presuntos violadores han sido determinantes para que el magistrado confirmara el auto de prisión. Unas fiestas que son aprovechadas -año tras año- por seres despreciables para forzar a mujeres. Una sola violación, tocamiento o abuso es un hecho preocupante, pero que ocurran tantas debe hacernos reflexionar sobre lo que está sucediendo. ¿Por qué son tan bestias algunos hombres?
¿Qué perfil puede tener un individuo capaz de cometer un acto tan deleznable, repugnante y condenable? No existe un solo perfil y esto dificulta las investigaciones. Esa es la razón por la que cualquier detalle puede servir para identificar y detener a los violadores y, en este caso en cuestión, la descripción valiente de la joven fue fundamental para la rápida detención de los presuntos autores. Un tatuaje en el cuerpo con la inscripción ‘PRENDA’, fue suficiente para precipitar la detención del PRENDA y sus cuatro amigos que lo acompañan en prisión.
El PRENDA no es un mote es su apellido, lo que sirvió para comenzar la investigación apuntando bien. José Ángel Prenda es conocido en el mundo del futbol por pertenecer a una de las peñas más radicales del Sevilla, los llamados Biris Norte. Tiene antecedentes por riña tumultuaria. Pero el PRENDA no iba solo, iba en compañía de cuatro individuos más. Uno de ellos llamado Ángel Boza, con antecedentes por robo con fuerza y dos contra la seguridad vial. También lo acompañaba Alfonso Jesús Cabezuelo, militar con tres antecedentes por lesiones, riña tumultuaria y desorden público. Otro detenido sin antecedentes penales y un guardia civil eventual llamado Antonio Manuel Guerrero. El nexo de unión entre estas personas era su afición al Sevilla y su pertenencia a la peña radical Biris Norte. Una peña que es escoltada por la Policía cuando acude a los estadios para evitar episodios violentos con otros con otras peñas y aficionados.
La presunción de inocencia es uno de los pilares del Estado de Derecho y, en este caso en cuestión, aunque los autores estén en prisión, hasta ahora, sólo son presuntos. Por esa razón no quiero prejuzgar a ninguno, pero en el caso del guardia civil, no puedo dejar de preguntarme: ¿Qué hace un guardia civil con este tipo de personas? Personas pertenecientes a grupos radicales violentos, con antecedentes por robo y riñas tumultuarias. Estas “amistades peligrosas” no conectan con el perfil que debe tener un guardia civil, ni tampoco proyecta una buena imagen de lo que debe ser, sobre todo porque cuando uno elige una profesión como la nuestra, debe considerar que, de una u otra forma, su comportamiento repercute en la imagen de la Institución.
No pretendo volver al pasado, a esos años donde se hacían informes sobre los guardias civiles y sus familias, pero entiendo que sin ser un delito tener amigos violentos o con antecedentes penales, estas compañías no encajan con la condición de guardia civil y, sobre todo, de lo que la sociedad espera de un miembro de la Institución.
Pienso que cuando uno elige ser guardia civil elige un estilo de vida y un compromiso con la sociedad que dista mucho de frecuentar determinados lugares o ir en compañía de amigos que, más que amigos, son amistades peligrosas, aunque en muchas ocasiones, la amistad más peligrosa es uno mismo.