La vida es el único tesoro que cotiza para todos igual. No tiene repuesto, sólo tenemos una para disfrutarla. Es la única razón por la que los ladrones de vidas, “los asesinos”, tratan de arrebatárnosla. Intentan causar el mayor daño posible, arrebatarte el mayor tesoro y de paso infringir el mayor dolor a la familia. Es el denominador común de todos los asesinos.
Era lo que pretendía y consiguió Natividad Jáuregui Espina, alias Pepona, cuando en julio de 1981, decidió pegarle un tiro en la cabeza al teniente coronel D. Ramón Romeo Botaeche. Ese día esperaba como una alimaña que saliera su presa de Misa para quitarle la vida. Su delito ser teniente coronel y creer en la democracia. Ese día le arrebataron el tesoro más preciado y a sus hijos la posibilidad de disfrutar de su padre. La Pepona vive en libertad en Gante, disfruta de ese tesoro tan preciado que ella no dudó en arrebatar a un inocente. Vive feliz, porque la gentuza no tiene conciencia. Ahora, mucho más feliz, gracias a la resolución del Tribunal de Casación belga, que confirma la resolución del Tribunal de Justicia local en la que se denegaba la extradición de la terrorista por el riesgo de que fuese torturada al llegar a España. Un Tribunal que desconoce o quiere desconocer premeditadamente que España es un país democrático y que el respeto a la integridad física de los detenidos está garantizada en nuestra Constitución. No sólo se está faltando el respeto a la memoria del Teniente Coronel asesinado, se está faltando el respeto a todo un país, a las Instituciones democráticas de España y, por supuesto, a la familia que lleva esperando más de treinta años que se haga justicia con su padre. Esta última resolución ha dejado destrozada a la familia, porque después de tantos años ve cómo la asesina está en libertad y disfruta de una vida placentera. No se trata de pedir venganza, se trata de exigir justicia, porque para los que creemos en la JUSTICIA, necesitamos saber que el sistema funciona y que los asesinos serán juzgados -con todas las garantías- pero serán juzgados para que el sistema no se resquebraje y evitar que los más insensatos quieran tomarse la justicia con sus manos. Ésta es la razón fundamental del Estado de Derecho, nadie está por encima de la Ley y las Instituciones no descansan hasta que se haga justicia y los asesinos sean juzgados. Decía que sólo se tiene una vida y, por esa razón, sólo te pueden matar una sola vez, pero al teniente coronel D. Ramón Romeo Botaeche, hombre de convicciones religiosas y democráticas, lo han matado dos. La primera, aquel día de julio, en la que una alimaña decidió asesinarlo cobardemente de un tiro en la nuca. La segunda, al ver que treinta y cinco años después de su asesinato ‘la Pepona’ disfruta de una vida placentera y que jueces extranjeros dudan de la democracia española que él no dudó en engrandecer y pagar con su vida. El teniente coronel D. Ramón Romeo y su familia no necesitan homenajes, ni reconocimientos, ni ver su nombre en una plaza o calle, necesitan como los españoles decentes, que los asesinos sean juzgados donde cometieron sus crímenes y, por supuesto, que paguen por ellos.