Al entrar por fin en O Cebreiro, me encuentro a los cuatro tomando unas cervezas, al verme, se levantan y empiezan a aplaudirme y vitorearme, a los que se unen el resto de personal que había en la plaza, “me mondo”.
Nunca he tenido esa sensación de agotamiento, cierto es que, también es la primera vez que tengo 58 años. Estoy un rato con ellos y después voy a buscar un sitio para dormir. Esta vez perdono lo del albergue, más que nada porque las referencias no son buenas. Con bastante esfuerzo bajo unas escaleras hasta ‘Casa Carolo’. Pregunto si tienen habitación y me el recepcionista me pregunta si tengo reserva, (ya la hemos fastidiado), me dice que bueno, “que solo queda una con baño y es la más cara”. Le pregunto qué cuánto y me dice que 35 euros le hago una mueca, ¡si supiera que estaba dispuesto a pagar lo que me pidiera!...
Dejo la bicicleta en un cobertizo y, con las alforjas, le acompaño hasta la habitación. Se me ofrece para ayudarme con el equipaje y, muy “chulo” de mí, le doy solo el saco de dormir. Cuando empezamos a subir las escaleras, no puedo dar un paso más, le tengo que dar una de las alforjas.
Ya en la habitación me miro en el espejo, estoy patético, ¡qué pinta!, son las 16:30. Después de una buena ducha y la obligada colada, me voy al restaurante, (no espero que me den de comer son más de las cinco de la tarde), al preguntar, me dice el empleado que cómo me van a dejar sin comer en el estado que estaba, además ya me esperaban. Me como un buen caldo gallego con su lacón, grelos, patatas….. y, de segundo, un buen churrasco que me saben a gloria bendita. Me vuelvo a la habitación y me desparramo en la cama. Imposible dormir pero por lo menos descanso.
A las ocho de la tarde me levanto. Tengo que ver el pueblo, salgo a la calle ¡Increíble!, el caldo gallego es milagroso, estoy bastante recuperado.
O Cebreiro es una aldea en la que permanece en pie un conjunto de pallozas o viviendas de piedra con techo de paja. Tiene una iglesia prerrománica ‘Santa María Real’, que es la más antigua de la ruta jacobea conservada en su integridad y que acoge el Santo Grial. Dicen que sus campanas sonaban durante los inviernos para orientar a los peregrinos en medio de la niebla. Las vistas desde esta aldea son impresionantes con los montes de León, sierra de Os Ancares y O Courel como telón de fondo.
Después de ver todo el pueblo y de intercambiar impresiones con algunos peregrinos, me voy a la terraza de ‘Casa Carolo’ y les pido para cenar algo suave, ya que prácticamente acabo de comer y me dice que vale. Me traen un plato con queso de O Cebreiro, queso fresco de pasta blanca, blanda y granuloso y de sabor algo amargo, me encanta. Termino de cenar y a la cama.