La imprevisión, en algunos casos. La presión, en otros. O la falta de criterio que defender con valentía. Pudieran ser varias la variables que terminan moviendo la gestión del Gobierno, hasta dibujar la figura de don Juan como la de un todopoderoso en las encuestas obsesionado por una realidad en la que navega a golpe de impactos.
El 13, su número de la tortura, su auténtica losa electoral, no ha hecho sino acrecentar ese tipo de movimientos, hasta el punto de encauzada esta legislatura, cambiando de criterio en ya demasiadas ocasiones hasta parecer que estemos gobernados por vedettes.
Nunca me han interesado los mentideros políticos, sencillamente porque de ahí salen los comentarios que interesan o benefician al sector que los está emitiendo y casi nunca se adecuan a la realidad. Don Juan siempre se ha rodeado de grupos aptos a darle con libertad a la sin hueso, hasta el punto de, en el caso de los más ligeros, convertirse en esclavos de sus propias palabras lo que les fuerza a la búqueda de puñales con los que defenderse dentro de su propio equipo.
De igual forma le ha gustado rodearse de colaboradores a los que ha terminado convirtiendo en inútiles (en algunos casos, hay que reconocer, venían ya con esta ‘marca’ de la casa, Dios los cría y en Ainara los juntan en demasiadas ocasiones); meros fichajes obligados a sentarse a su mesa, escuchar sus reflexiones o trasladar a los medios de comunicación decisiones que parecían ser definitivas pero que no fueron más que episodios cambiantes en la gestión de Don Juan. El PGOU, los devaneos con la empresa de la limpieza, el contrato de la Hípica..., entre los recientes. Los proyectos harto vendidos pero nunca realizados, las remodelaciones de mercados para las que se piden informes que nunca tienen utilidad porque ni siquiera se ponen en práctica..., entre los que pintan canas. Y así, un suma y sigue en un camino salpicado de piedras, de cambios y de giros tan radicales que asombran.
Don Juan, el hombre de los impulsos y de los impactos, capaz de enfrentarse con la administración de su propio partido, capaz de emplear eso del talante para lo que interesa, sigue cautivando a los encuestadores, sigue siendo el number one en todo lo posible y lo imposible, sigue dejando a los pies de los caballos las comparecencias públicas de sus propios fichajes de gobierno, obligados a defender lo rojo y lo negro a la vez. Y lo hace a golpe de impulso, a golpe de impacto, con el volante bloqueado y sin dirección, atrapado en su número 13.