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Iscariote, Tomás y Simón Zelote

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Myriam se sintió muy mal, abrió la puerta del piso y por suerte bajaba a la calle su vecina Sara, que habla ladino. Le dijo en español:” ¡me muero, llama a una ambulancia!”.

La enfermera del hospital también hablaba ladino, y entre ellas se entendieron…Después de la milagrosa salvación de Myriam tras el infarto, se recuperaba tranquila en su casa, cuando recibió la grata visita de Mordejay y Teilah con algunos de sus seis hijos, para ver a la abuelita. Ellos vivían en las afueras de Jerusalem. Guardaban un estricto cosher, por lo que no probaron bocado de sus ricas tortitas y otros dulces. Myriam les dio instrucciones de su enterramiento en un futuro:”Todos somos judíos. Me enterráis por el rito entre vosotros. Y con muchas oraciones, que quiero llegar pronto a la Casa Celestial”.
Marco atendía serio y grave, en silencio. Teilah no podía contener las lágrimas, era mucho lo que su suegra había hecho por ellos. ¡Le había demostrado siempre tanto amor!....Todavía no ha formado Jesús el grupo apostólico de los doce. Siguen en Jerusalem celebrando la Pascua. Hay gran gentío por la Ciudad. Anochece. Cada cual va a recogerse a sus respectivas casas y Jesús también lo hace. Es una vivienda que Le han cedido unos amigos. Se encuentra apartada del centro, entre arboleda, olivos y un riachuelo más abajo. El dueño del olivar, ya anciano, se ha acercado a Juan para informarle que dos hombres esperan al Maestro, allí afuera. Uno de ellos está cubierto de llagas y teme que sea un leproso.” Dice que quiere ver al Profeta que habló en  el Templo”.
Jesús estaba atento, y dijo:”Veamos primero al enfermo, hablaré a los otros dos en el olivar”. Pedro preguntó al Maestro qué debían hacer ellos y Jesús les invitó a seguirlo Cuando  el hombre embozado ve acercarse a Jesús, Le pide a gritos que no siga, pero que tenga piedad de él, pues se encuentra con una avanzada lepra.”Señor, no me maldigas, ni me tires piedras. Me dijeron que en el Templo Te manifestaste con voz de Dios, que como señal, curas a los enfermos. Yo vengo de los sepulcros. Me arrastré como una serpiente entre penumbras, para que nadie me viera. ¡Ten piedad de mí, Señor, que estoy infectado!” Jesús se acerca, lo mira compasivo y el hombre se arrodilla como puede y llora. ¡Señor, dame Tu Señal!”.-“Ya llegará, pero ahora Te digo:¡Quiero que sanes y te levantes! Y no peques más, para poder ser MI testigo en esta Ciudad”. El hombre se levanta limpio de lepra y grita emocionado: ”¿Qué hago yo ahora por Ti, Señor?”.- “Obedece a la Ley y ve al sacerdote”. El hombre quisiera besarle los pies a Jesús en agradecimiento, pero no puede, porque está impuro, según la Ley. Besa su propia mano y manda el beso al Maestro. Jesús, sonriente, dice a los Suyos. “No es más que lepra de la carne. Veréis caer otra lepra profunda en el alma”. Los otros dos se han acercado a Él. “¿Qué queréis de Mí?”.- “Te oímos en el Templo. Te buscamos por la Ciudad. Queremos seguirte. Nos dijeron que Te alojabas aquí”.- “Pero el maligno ataca a los que desean el Cielo. Deberéis resistir con todas vuestras fuerzas. Aún así, la lucha será contra Satanás”.- “Nosotros queremos ser Tu amigo, Tú eres santo y poderoso”. Jesús lo mira en silencio.
El que hablaba se quita un manto de la cabeza, que la tiene rapada. “¿Quién eres?”.-“Soy Judas de Keriot, estoy en el Templo.  Espero y sueño en el Rey de los judíos. Quiero ir contigo”.- “¡No!, piénsalo bien antes de tomar este camino”.-“¡Es que no te fías de mí?”…”Regresaré para Pentecostés, podrás verme entonces. Mientras, piénsatelo bien”. Y Jesús pregunta al otro desconocido. El otro no se atreve a decirle que quiere seguirle de inmediato.- “¿Quién eres?”.-“Soy Tomás. Llamado dídimo, Maestro Santo”._ “Eres Humilde, no tengas miedo”. En la despedida, los discípulos han notado la diferencia que hace Jesús entre uno y otro.- “Veis, los dos quieren ser Mis discípulos. Pero el amor de uno es más perfecto. Me ama sin esperar gloria humana, sólo por amor”. Todos dicen que ellos también Le aman. Jesús les responde con una dulzura complaciente y amigable “Mirad, ningún hombre es perfecto.
Yo soy perfecto porque Mi pensamiento viene de Dios y se hace Palabra. Quiero que Me llaméis Hijo del Hombre. Llevo sobre Mí todas las miserias humanas sin ser Mías. ¡Y qué peso!.Pero haré del hombre un verdadero hijo del Padre. Como el primer día”. Pedro pregunta por Su primo, que no ha venido a estar con Él. “¡Ah, Pedro! Tú serás Mi primera piedra, pero todas no se emplean de forma igual. Los mármoles del Pretorio forman parte del Palacio y fueron arrancados con dificultad de la montaña. Las piedras que están en el lecho del río las puedes tomar cuando quieras. Pues Mi primo es como los mármoles del Palacio. La familia Me lo disputa”. Y Pedro responde:”Yo, Señor, quiero ser como las piedras del río, quiero dejarlo todo por Ti”.-“Sí, Pedro, lo sé. También vendrá Judas. Pedro se confunde con el de Keriot y protesta, porque no le gusta ese tipo, a él le gusta la gente sencilla, como los de Galilea, pero Jesús le corrige:”Nos necesitamos unos a otros y los perversos se mezclan con los buenos”. Andrés interviene  en la conversación y se atreve a pedirle al Maestro que haga algún milagro en Cafarnaum. Si lo hizo en Caná para las Bodas, que lo haga en Su Pueblo. Dice Jesús: “Cada vez que se obedece a la Ley, el hombre se une más a Dios y aumentan sus capacidades.
El milagro es la señal de esa unión. En Caná quise cumplir con Mi deber de Israelita, antes de empezar con los milagros. Israel no Me conoce todavía, pero Me conocerá, aunque no del todo. Yo obedezco a la Ley y no quiero dar escándalo a Israel”.-“¡Eres Santo!”, dice Andrés. “Hay que ser santo y obediente. Yo debo daros ejemplo, como un padre a sus hijos”. Andrés pregunta entonces por el milagro de Caná y Jesús responde: “Caná regocijó a Mi Madre. Para Ella fue Mi primer milagro, Ella es la anticipadora de la Gracia. En Jerusalem estoy en el centro de Mi Poder de Mesías”. Todos escuchan  embelesados las palabras del Rabí. Llaman a la puerta. Es Tomás que no podía esperar más. Su gran amor al Maestro le hizo volverse. “Estoy lleno de defectos, Señor, pero déjame seguirte”. Jesús pone una mano sobre su cabeza y le mira sonriente:”Ven conmigo. Eres sincero y tenaz en el amor a Dios. ¡Bendito seas! Yo no tengo pariente más cercano que aquel que hace la voluntad de Mi Padre, como vosotros, que ya sois Mi familia”. Esta casita de campo tiene una cocina larga y estrecha, que acoge a todos. Tomás, de rodillas aún, se levanta para cenar algo que le ofrecen y les explica cómo ha podido volver solo:”Dije al que me acompañaba que venía para hablar con el leproso y el otro no se quiso contaminar. ¡Yo te busco a Ti, Maestro! Me alojo en la otra parte de la Ciudad, cerca de la Puerta de Oriente. Mis parientes se fueron por el camino hacia Belén con otros familiares. Yo Te busqué día y noche, hasta que por fin Te encontré.
Y dice Jesús: “Las patrullas romanas andan por la Ciudad. Quédate con nosotros”. Le hacen un sitio junto al Señor. “Así haréis siempre: caridad con el peregrino, según la Ley de Dios. Os amaréis siempre y Él os recompensará. Incluso con los enemigos. Esta es la Nueva Ley. Estaréis ya siempre unidos con el vínculo eterno, el del Mesías. Seréis bondadosos, confiados, haciendo el bien a un indigno y así no os acarreará mal alguno. Dios os premiará. El castigo viene a los que traicionan”.- “Sí, Maestro”, dice Pedro. “Pero el indigno puede causar mucho daño a la honra, a los bienes y a la misma vida”.- “Sí, Pedro. Aunque te calumnie, te arruine o quite la vida, no disminuirá tu premio”. Pedro, aunque de mal humor, se conforma. Entonces,  Jesús se dirige a Tomás y lo acepta como discípulo, porque está libre de ataduras. Le pide que vaya a los sepulcros de los leprosos, que salga el que sanó, vaya al sacerdote y se purifique. Y diga a los demás que vengan a ser sanados por el Mesías de Israel, que ya está entre ellos y es el Dueño de la vida. Explicó que Iscariote debería esperar un tiempo. “Procura no encontrarte con él”.
Pedro es un niño grande enfadado aún. Jesús se acerca a él, sonriente y comprensivo. Lo consuela y con un brazo por el hombro, le dice:”Confía en Mí. Allá en nuestro hermoso lago, de cielo limpio y puro, con gente honrada y buena, tendréis milagros a torrentes y derramaré muchas gracias sobre vosotros. Pero aquí, en Jerusalén, son necesarias otras pruebas, porque anida el vicio, lo mundano, la irreligiosidad. Yo confié en vosotros desde el primer instante. Confiad vosotros en Mí”. Pedro pide perdón a su Maestro. “Simón de Jonás, el corazón de tu Jesús es más ancho que el verdadero mar. En él cabéis todos.
Soy la gran Misericordia que perdona a los pecadores arrepentidos. Os ruego que no discutáis jamás sobre quién será el primero. Yo pude haber nacido rey y rico. ¡Nací en un establo! Antes viví de Mi trabajo y ahora vivo de la caridad. Soy siervo del hombre, Hijo amado de Dios”…Pedro está contento, ¡su Maestro lo explica todo tan claro! “Y tú, Tomás, encuentra al leproso curado. Es alto, muy delgado, ojos profundos, muy negros. Está envejecido por la enfermedad”. Jesús se levanta, da gracias al Padre, canta un himno, bendice a todos y se retiran a descansar.


Bibliografía: Poema del Hombre Dios, María Valtorta, Tomo I; Ex 2,9;Levítico 19,18;Mt5,43-44;Lc6,27  


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