Ayer se enterró al último inmigrante fallecido en el mar. Una placa de cemento tapa el hueco en el que se introdujo el ataúd con sus restos. El joven ha sido identificado por compañeros que viajaban con él en la embarcación que las olas se encargaron de reventar. Se llamaba Abdoul, pero ha sido enterrado como ‘varón, negro, sin identificar’.
Lo mismo ha pasado con Gabin, el joven que falleció el 31 de agosto en los isleros de Santa Catalina. Fue identificado por sus amigos a través de una fotografía, pero en su nicho nadie ha puesto una placa con su nombre porque se requiere de una confirmación judicial de que quien allí está enterrado es Gabin. Conseguirla será imposible, ¿cómo va a personarse la familia en el juzgado?, ¿cómo se va a producir un reconocimiento ante la Guardia Civil? De nuevo se repite la misma leyenda, ese duro mensaje tan anónimo como frío: ‘varón, negro, sin identificar’.
Nos movemos en un vacío impresionante. Nadie se preocupa por pelear esas identificaciones, por hacer lo único que realmente merece la pena por los fallecidos: lograr que quede una reseña de por vida, una reseña que refleje que su muerte se produjo aquí. Eso sí que demuestra un interés real. Lo demás son meros gestos mediáticos que organizan personas o entidades que no hacen sino incurrir en una discriminación que no hace sino engordar el daño al drama existente. ¿Por qué homenajes para unos y para otros no?
Se debe trabajar a todos los niveles (y el primero es desde la administración) por reforzar el sistema para que se consiga acelerar los trabajos. La Guardia Civil ha conseguido dar con algunas identidades a base de investigaciones en las que ha existido una implicación personal de algunos agentes, no porque el Cuerpo en sí disponga de los medios suficientes como para pelear cada caso. Hay que conseguirlo, hay que poner interés en lograr las identidades y las historias. No hace falta tanto, simplemente querer hacerlo. Juanmi Armuña, mi compañero, lo ha conseguido. Su labor es buena, resulta digna, ha ayudado a darle una identidad a un hombre roto por el mar que tan solo portaba unos dirhams entre sus prendas. A Juanmi le pudo el interés, el querer hacer algo más que escribir cuatro frases y anotar determinadas estadísticas. Si uno puede, más lo consiguen. No podemos permitir que ese vacío investigador sea normal. Se lo debemos a los fallecidos.