La deriva hacia la radicalización que la sociedad española está tomando no me sorprende. Tras decenios de planes de estudios que demostraron su ineficacia en una sociedad en la que la picaresca es un género literario, no es de extrañar que el obscurantismo, germen de mucho mal, campe a sus anchas. El PSOE inició un proceso inconcluso de autodestrucción desde que Zapatero tomó las riendas.
El socialismo español ha expulsado de sus filas, por activa y por pasiva, a los pocos intelectuales que todavía militaban en la izquierda (a no ser que se entienda por intelectual a Pilar Bardem o Willy Toledo), a no menos hombres de Estado, y a muchas personas de incalculable valor humano. El socialismo español, y en general la izquierda española, ha quedado yermo, infértil para aportar soluciones reales a los problemas que fustigan España. Ahora el PSOE busca sus votos en el nicho más sectario y obscuro de la política en España, el laicismo y la persecución a la Iglesia Católica. Todavía no entiendo como un líder de la oposición, que aspira a gobernar el país, anuncia públicamente su intención de romper con varios de los artículos más preciados de nuestra Constitución, y nadie haya pedido su dimisión. Si la derecha española se hubiese atrevido a pedir la modificación de estos artículos, la opinión pública estaría llena de piras inquisitoriales. Estos gestos son más propios de la izquierda más radical e intolerante que no del PSOE. El socialismo español debería recapacitar su solicitud de la anulación del artículo 27.3 donde se garantiza “el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” y pedir la transformación del artículo 16.3 que da el carácter aconfesional al Estado, para transformarlo en laico; es decir, donde ninguna religión tendría derecho a expresarse públicamente. Aquí Sánchez ha mostrado su verdadera cara marxista, su deseo de odiar todo aspecto religioso, y su afán dictatorial; relegando a los que piensan diferente, profesando una fe, a hacerlo en la más estricta intimidad, como China o Corea del Norte. Solamente buscan el voto de sectores radicales e iliteratos basados en una ucronía muy extendida en todos los estratos sociales, incluidos el universitario y científico: suponer que la religión está enfrentada a la ciencia y desarraigada de las necesidades terrenales. Quizá esta sea una de las mentiras con más consistencia en la incultura popular.
La cristiandad ha sido la conservadora e impulsora de todo conocimiento científico durante más de un milenio. Los conventos son centros de todo conocimiento y sabiduría, basta con decir que Alberto Magno, Roger Bacon, Copérnico, Boskovic, Mendel o Lemaître, fueron sacerdotes.
Sin perder de vista que a través de la religión se presta, con diferencia abismal, directa e indirectamente, la principal ayuda a los más desfavorecidos de la sociedad desde el principio de los tiempos. Donde no llega el Estado, llega la Iglesia.