La política se hace paso a paso. Los más pequeños terminan siendo, sin duda, los más apreciados. Arreglar un parque en una barriada, dotar de marquesinas al vecindario de un barrio o atender las quejas de los mayores y jóvenes de forma rápida constituyen las claves del éxito porque viene a reconfortar a una ciudadanía que valora a sus gestores.
Porque lo que dicen las encuestas solo sirve para rellenar páginas de periódicos y satisfacer el ego de unos cuantos. En el sentido práctico, lo que realmente tiene resultado es concebir que el Gobierno que lleva las riendas de la ciudad actúa rápido y da soluciones. Lo contrario es una pantomima.
Los abueletes y no tan abueletes llevan meses reclamando unos bancos dignos en la Marina. Se dijo que iban a colocarse, que se iba a recuperar el confort perdido. De esto han pasado meses y nada se ha hecho. Resulta complicado pensar que la administración pueda ser tan torpe hasta el punto de haber creado un ramillete de obstáculos para hacer que la gestión resulte ineficaz. ¿Tanto hace falta para satisfacer las quejas ciudadanas y recuperar la esencia perdida con la obra de la Marina? Si extrapolamos este caso a otros el resultado es el mismo. Vecinos que piden hasta cansarse una zona de juegos, que se arregle el parque de su barriada, unas simples canastas para que los jóvenes practiquen más el baloncesto y piensen menos en las drogas, una accesibilidad digna, mayor cuidado de algunos puntos, marquesinas... y así, las cosas básicas que a usted se le imagina que ya solo por el hecho de pedirlas constituye una auténtica vergüenza.
¿Cuántas veces hemos pasado por la misma acera destrozada?, ¿o cuántas han retirado las losetas de la misma vía porque se levantan?, ¿y qué me dicen de las peticiones año tras año de iluminación en algunas calles?... La nula gestión se traduce en esto, en no responder con la rapidez suficiente a las reclamaciones de quienes solo piden disponer de las infraestructuras básicas pero dignas.
Después podemos encargar miles de encuestas que, tipo el espejito mágico de Blancanieves, nos repita lo que queramos oir y hasta lo transcriba previo pago. La realidad, lo que nos importa como ciudadanos, es bien distinta.