Esta vieja Europa debería estar cansada de ver tanto sufrimiento. Tras miles de años de guerras fratricidas, a duras penas nos soportamos por un espurio interés comercial. Renegar de nuestros orígenes cristianos basados en el sermón de la montaña (bienaventuranzas), nos ha ocasionado un agujero negro de egoísmo que engulle toda capacidad de sacrificio por los demás.
Los grandes males hacen aflorar lo mejor y lo peor de nosotros mismos. El sostenimiento de un doble discurso en el seno de la UE es ejemplo de ello, donde el humanismo cristiano se enfrenta a considerar Europa como un exclusivo club de libertades a las que el resto del mundo aspira. Esta dicotomía simultánea, cuasi esquizofrénica, es la evidencia de no querer asumir responsabilidades ante las poblaciones de Oriente que piden auxilio frente la insolidaridad histórica de los países panislamistas. Como decía un inmigrante tras traspasar la frontera alemana: “estos son los verdaderos creyentes, los verdaderos hermanos”.
La publicación de imágenes en las que la reportera húngara, Petra László, asestaba una zancadilla a un adulto que llevaba en brazos a un niño en la desesperada carrera por la vida y la libertad, ha sido tan rápida y abundantemente criticada que es lo más parecido a un linchamiento que se puede ver legalmente en los límites de la UE. La hipocresía no nos ha permitido advertir que realmente ella no ha hecho más que prolongar las concertinas, los alambres de espino, las cargas policiales y el sin fin de sufrimientos gratuitos que la UE está infligiendo a esta masa ingente de penados sin causa, entre los que, sin lugar a dudas, se diluirán criminales.
La verdadera vergüenza, la ignominia, corresponde a la inacción cobarde de la UE, de sus aliados allende los mares, de Rusia, de China, de los países del Golfo (nunca mejor llamados así) y de todos aquellos estados que pretenden liderar un mundo en franco retraimiento moral.
No importa el número ni el tiempo que tengamos que acoger a estos desesperados. Mientras dure el mal en sus lugares de origen, esas cantidades serán infinitas. Y todo apunta a que las vías diplomáticas se agotaron hace mucho tiempo. Ya me dirán qué vamos a dialogar, esta Europa de remilgados, con unos barbudos que enseñan a sus hijos a degollar humanos. Desgraciadamente ha llegado el momento de poner botas, sudor y lágrimas sobre el terreno, si no queremos convertirnos en un agente pasivo de la barbarie, y a su vez en una nueva UE, en la renovada EUI con I de islámica, pero con los valores que predominan en Oriente Medio, no los del Islam es Amor. Porque, en definitiva, no se trata de porcentajes, sino de la fuerza con la que empujan unos desesperados que no tienen nada que perder, y de una guerra que hace tiempo habita entre nosotros, por mucho que pretendamos ignorarla.