Y a está aquí. De nuevo estamos en campaña electoral en plazas y en calles, en encuentros sectoriales y concentraciones, en todos y cada uno de los medios de comunicación intentando atraer la atención de los ciudadanos hacia nuestros distintos proyectos políticos.
Unos se presentan con la supuesta ilusión de lo nuevo, lo fresco y lozano, lo distinto a lo conocido, otros se presentan como los defensores de los mas desfavorecidos aun cuando su trayectoria en épocas pasadas nos condujera en varias ocasiones a la ruina, otros , el Partido Popular, nos presentamos con el bagaje de cuatro años duros en los que hemos combatido la crisis con uñas y dientes, con denuedo, con fortaleza, con mucha incomprensión a veces, sabiendo lo que teníamos que hacer para traer a España hasta la recuperación y con el convencimiento de que los resultados estaban por llegar. Ese es el estado de la cuestión, y así comenzamos esta nueva carrera electoral.
Algunos quieren de nuevo salvar a España. Unos quieren salvarla del pasado y de todos los males que la han hecho padecer, y para ello solo aportan su supuesta limpieza y su frescura. Ciudadanos. Otros quieren salvar a España de la derecha, del capitalismo, romper con lo anterior e iniciar una nueva andadura en este caso por la izquierda radical. Podemos. Pero este país tiene una larga historia de “salvadores”. Europa tristemente también los ha padecido. Y por eso deberíamos reflexionar en profundidad sobre el fenómeno, sobre el Populismo rampante, sobre su origen, su posible evolución y sus potenciales consecuencias. Realmente el populismo es un fenómeno que no es ni nacional ni nuevo. En el resto de Europa como decía también están en auge formaciones populistas que se presentan como la solución ideal contra todos los males. La crisis económica parece haber agotado a las sociedades europeas que buscan ahora soluciones rápidas a sus problemas. En España los casos de corrupción y el deterioro de las instituciones han creado el caldo de cultivo necesario para que el discurso del rechazo germine y crezca. Así nace y crece Podemos y también en parte Ciudadanos. Se aprovechan de la rabia, del descontento y de la desesperanza de muchos, normalmente de los más débiles y los más golpeados por la crisis, para intentar auparse al poder con pocos escrúpulos.
Y ante ellos no cabe esconderse. Debemos reconocer que estos movimientos populistas solo germinan donde hay descomposición, florecen en países en crisis. Debemos reconocer la mayoría de errores y fallos que ellos mismos denuncian. Debemos reconocer el cansancio y la indignación de la sociedad. Pero debemos también levantar la cabeza con orgullo ante lo que la sociedad española ha sido capaz de alcanzar al amparo del régimen democrático que nació con la constitución del 78. Debemos reaccionar con decisión y ofreciendo respuestas. El Partido Popular se presenta a estos comicios con la conciencia tranquila de haber sido capaces, una vez más, de darle ala vuelta a la situación económica, y de haber colocado a España en posición de aprovechar el momento actual del ciclo para ser capaces de conseguir alcanzar la cifra de 20 millones de personas empleadas en el plazo de cuatro años. Y también sabemos que tenemos que trabajar para conseguir una sociedad más justa y erradicar la corrupción, y para ello no es necesario “destruir” el régimen del 78 como dice Iglesias, sino su reforma en profundidad. Estamos saliendo de la crisis y este Gobierno está proponiendo y el Congreso ha aprobado leyes anticorrupción y en pro de la trasparencia como nunca se han conocido. Y darán fruto. Los españoles no queremos revolución, queremos evolución.
Cuando las democracias parecen enfermas, surgen supuestos facultativos con la promesa de curas rápidas e indoloras.. No caigamos en tamaño error. Trabajemos para construir, reformar y cambiar. Desconfiemos de los salvadores. De salvadores destructores y de los que nada ofrecen en su bagaje de experiencia. Los experimentos con gaseosa. En España, ya hemos tenido bastantes.