Pero os preguntaréis ¿qué hace un jugador de segunda y un entrenador de provincias participando en el campeonato mundial de veteranos de tenis de mesa? Basta un gesto para recordar. Basta el recuerdo para saber. Corría ocioso el año 99 cuando leí en la prensa local que nacía la federación autonómica de tenis de mesa.
Sin tiempo para la sorpresa aparecí en escena y me ofrecí a Javier Ávila para lo que fuese. Es entonces que me vi investido de galones y empecé a entrenar cuatro horas al día, siete días a la semana. Mi técnica era rudimentaria, apenas unas nociones sobre el efecto, pero suficiente como para ilusionar a una pequeña pandilla de aficionados. Según los entendidos, el tenis de mesa es posiblemente el deporte más complejo que existe, así que propuse como prioridad en la vida aprender su técnica en profundidad. Al calor de los años se sucedieron una serie de acontecimientos que llevaron a buen término éste mi plan. Eran buenos tiempos para la sociedad del deporte, y la federación pudo traer a un maestro chino: Wan Jinfú. Fue la primera vez que experimenté la belleza del top spin chino, y durante una temporada pude disfrutar de él como sparring.
Paralelamente, Miguel Ángel, presidente del Gabitec TM, dio con la idea de fichar al campeón del Paraguay, Lucho, para que nos trasmitiese su ciencia, y empezar así con la andadura por la segunda división nacional. Cómo echo de menos su arenga: ¡Pero muévete Basi Basi, que pareces mi abuela! Al tanto, la federación renovó sus bazas para implantar este deporte, y logró la venida del maestro alemán de origen chino, Jiade Fang. Y por cuatro años fui su ayudante, y en la soledad de la sala de entrenos disfrutamos de partiditos interminables. De él aprendí la asignatura de la vitalidad; a sus casi 60 años me enseñó que el tenis de mesa no tiene edad, que uno siempre está madurando, y que el top spin de mañana ha de ser mejor que el de hoy. En el corazón nuestras conversaciones en inglés de campo. Por las calles de la ciudad podía vérseme peregrinar con la mochila atestada de raquetas y redes, abriendo y cerrando mesas, llevando la buena nueva de este deporte a los colegios, y demostrándome a mi mismo que cuando uno tiene vocación y amor por algo, puede vaciarse y demostrar su valía. Además, empecé a entrenar también de mañana, ya que el jugador polaco Dariusz Kich necesitaba un apoyo para mantener el nivel en competición. Yo lo hice lo mejor que pude, y acaso me llevé yo más de él que él de mi. Él quizá no lo sabe, pero aprendí más de la sobriedad de su carácter que de su exquisita técnica en el revés. Participé en varios clinics de tecnificación, y reuní la motivación suficiente como para plantarme en Ciudad Real a sacarme el titulillo de entrenador de primer nivel. La experiencia me ha enseñado que la maestría no está en el ranking, pues siempre habrá alguien que te ‘zumbe’, sino en montar y desmontar mesas, en el número de cajas de pelotas que sirves al día para que los niños mejoren su técnica, en ayudar a los chavales a comprender la grandeza del deporte, y en la conexión que se establece con iguales a ti, y que están haciendo lo mismo que tú, ya sea en Alemania o en Pekín.
Por todo esto estimo que merezco compartir pista con las leyendas de este deporte, y mostrarles que en Ceuta hay un huequecito para el aprendizaje de la técnica. Bonito desafío. Tengo cinco meses para ponerme en forma y marchar al campeonato de Alicante 2016. Y por supuesto, agradecer a la asociación de veteranos el que me hayan invitado a esta bonita vivencia.