Todo lo que tiene o ha tenido que ver con la política de vivienda ha venido marcado por un halo de sospecha. No es nuevo.
Siempre se ha dicho eso de que uno conoce a quien le ha tocado una casa por la cara... a quien teniendo una VPO la alquila... o a los que aparecen en las listas porque son amigos de o familiares de. Siempre la misma historia, pero siempre contenida en una olla a presión a la que le dio por perder la tapa protectora y terminó estallando. La bomba le tocó a las 317 de Loma Colmenar. Podía haber sido antes o después, pero fue en el momento elegido, en el momento en que Antonio López se marchaba o le obligaban a marcharse, en el momento en el que a los nuevos todo esto les pillaba ‘en calzones’, como suele pasar en un convento en el que hay demasiados monjes rondando al superior en vez de hacer su trabajo. Y en el Ayuntamiento pasa y sigue pasando esto: que a Vivas le gusta que le escuchen, le observen y le admiren y al resto le agrada pasar el resto riendo las gracias al jefe en vez de trabajar para evitar escándalos de este tipo.
El ya denominado ‘caso Loma Colmenar’ nació como una bomba y continúa igual. El desaguisado es tal que nos topamos con la Ceuta del paro, con la Ceuta de la falta de suelo, con la Ceuta de la ausencia de viviendas... mientras tenemos 317 casas a estrenar que se van deteriorando poco a poco y que tienen que ser vigiladas por la Policía Local mientras Vivas guarda en su caja fuerte los distintos manojos. ¿Es o no de Berlanga? Como todo en este tiempo.
Ayer no podía faltar el show. La única salvedad de todo este esperpento la representan las familias que se sienten engañadas y estafadas porque de la noche a la mañana han pasado de tener una casa a no tenerla. ¿Y esto cómo se come? Pues muy mal, francamente mal. Ellos son los que nada de culpa tienen en toda esta historia, son el vivo resultado del caos que se ha permitido en la política de vivienda, son las víctimas de un modo de proceder esperpéntico porque no tiene otro calificativo el hecho de que haya funcionarios que llamen a personas para que firmen contratos y se les dé la llave de su nuevo hogar sin que esto lo sepan quienes mandan. ¿Dónde estamos entonces?
Empezó como continúa. La sensación de bochorno no hace sino aumentar en un espectáculo mal gestionado en el que cabe de todo. Tal y como ayer.