El ministro de Interior es la monda. Intenta convencernos por activa y por pasiva de sus ideas. Aunque estas sean falsas o equivocadas. Ya lo hizo con el bulo de las mafias, haciendo uso de las cabeceras periodísticas nacionales para amedrentar a la población con los tétricos escenarios de las vallas de Ceuta y Melilla. ¿Se acuerdan? Más de 30.000 subsaharianos iban a cruzarlas...
África se levantaba y, más o menos, aquí había que requerir al Ejército.
Ahora insiste en su ‘versión etiqueta’ de la inmigración, viéndose capaz de hacer una selección de qué inmigrante es refugiado y quién viene única y exclusivamente por otros condicionamientos interesadamente vinculados con la criminalidad. Típico. Y más en el PP. Son artistas en eso de asustar a la población con los inmigrantes; genios en eso de que incluso les defendamos cuando se tienen que llevar a los sin papeles con haloperidol de por medio. Viejos tiempos, sí señor.
Así que Fernández Díaz pide a las demás formaciones políticas y, por extensión, a los ciudadanos, que aprendan a diferenciar a los refugiados de los inmigrantes irregulares que saltan las vallas de Ceuta o de Melilla porque, dice, éstos son económicos. Ahora el PP es el mejor de los profesionales para saber de qué escapa un inmigrante, qué necesidad tiene de acogida, si pedirá o no asilo. Los que “violentan las fronteras” (apreciación pepera propia de su diccionario bélico-migratorio) no quieren pedir asilo... nos cuentan. Y nos fuerzan a creerlo.
Aquí, debe ser, los únicos que piden asilo son los sirios. El resto, nada. Los nigerianos nos los etiquetan como los malos de la película, olvidándose de los atentados y persecuciones que se están llevando a cabo, el secuestro de niñas (¿lo recuerdan?, qué poco duró lo del cartelito). Aquellos que huyen de asesinos, guerras y masacres son etiquetados como delincuentes disfrazados de sin papeles que por el mero hecho de saltar la valla son asimilados como invasores.
Nos colocan unas oficinas de asilo en las fronteras para vestir la actitud democrática de España, a sabiendas de que, por la puerta de atrás, se está financiando al ‘reino colega’ (de momento) para que nos haga el trabajo sucio y lleguen solo los que pueden llegar. En el caso de Ceuta es 0.
Adaptar el discurso a la realidad que pretendemos vender es un juego perverso. Aunque al PP y a su ministro, les encanta.