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Haz el artículo

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Mi padre me preguntaba el otro día sobre cómo se hacía un artículo, pero no pude más que darle capotazos. Ramón Corrales le hubiera regalado una clase magistral sobre cómo entablillarlo, pero en mi caso, me conformo con charlar con ustedes, por lo general tan calladitos y eso, ya me entenderán, a mi padre no le hacía cuerpo. El quería saber si yo lo pensaba con tiempo, si me hacía un planning o iba pertrechando

la idea como si fuera la trama de una película. Pero los pobres amanuenses como yo no hacemos nada de eso, así qué otra cosa me quedaba que cambiar la conversación y dejarle creer lo que le diera la gana.
Esto no es fácil, no se crean, no por el hecho de hacer o hablar en escrito, sino por el trecho que consiste en levantarte en ayunas y hacer esto que no sabes bien si es trabajo de necios o defecatorio de jaula de canarios. En mi primera época en el "Noticias locales", lo tenía muy claro, mis hijos eran bebés, no me daba el día para novela ni siquiera para confeccionar un relato y era lo mejor, para seguir la fábula de creer que escribía , hacerlo en prensa. No me digan que no, es rápido, de un día para otro, ves que sale publicado y encima si tienes suerte recibes el aprecio de los que localmente o internautamente, te leen. Lo que pasa es que como dije otro día en la entrevista que me hizo Sara Lázaro, la cosa ha cambiado, han pasado nueve años y los periódicos han cambiado, las ediciones han cambiado y yo también. Ahora escribo lo que me hizo nacer como escritora y también en prensa, pero sigo sin ver el final del túnel dorado que consiste en publicar, cuando el trabajo te sea propicio y tengas a una editorial cosida por los refajos. Si hubiera sabido que este trabajo sería así, hubiera hecho oposiciones, porque en nueve años no me digan que no habría sacado algo, echándole las horas que le he echado a esto, que no tiene días ni horas, no ya esta delicia de estar con ustedes con la mediación de una hoja de periódico, sino lo otro de gastarme los ojos y las yemas de los dedos en confeccionar un cuento o una novela, para verlos morir de inanición en los archivos de mi ordenador, inéditos. Todo esto no vienen a cuento, sino a premiados, a gente que se saca un sombrero del conejo y consigue llegar cuando somos tantos los que nos damos cocotazos alrededor de una bombilla fundida. No es éste un canto de cisne, porque no aflojo el paso, pero lo contengo, porque me duelen los callos, de tanto dar paseos. Cuando comencé en esto que ven ustedes impreso, ya llevaba al menos diez combatiendo, mandando cosas y conociéndome a los carteros como de casa, porque es otra puya que te tienes que meter, la de mandar originales para que nunca prosperen o alguna vez gozosa sí, que es como si te tocara la lotería para enviciarte aún más en este fangal, que solo te da un guiño de vez en cuando, para ser permanentemente guiñapo. Mi padre me preguntaba el otro día cómo se hacía un artículo y le debía haber dado el número de Manu Garro , que me leía las vísceras igual que hacían los antiguos aztecas con las de sus víctimas, para saber el futuro. Todos leéis mis vísceras, porque es lo que os ofrezco, intestinos permutados de sentimientos y hoy estoy famélica, desilusionada y rota de hacerme mayor, de no teclear como debiera y lo que es peor, indignada de no poderme prometer, que en este año que inicia, lo hará mejor que ningún otro.
Le di capotazos a mi padre, porque aún no sé cómo se hace un artículo, cómo se atrapa al lector y se le lleva a un lugar cómodo donde sentirse querido y respetado, cómo le traspasas tu furia o tu alegría, cómo tu amor incondicional o tu rebeldía, cómo tu frustración y tus llagas, para que las haga suyas. Porque hay mañanas que aún no ha salido el sol como ésta que tecleo por desesperación, por cabreo conmigo misma, por ser tan idiota y no dejarlo de una buena vez.
Ustedes ya me entiendes, al fin son depositarios de mis vísceras, de leer y tirar, más posible defecatorio de jilgueros, eso si tenemos suerte y aún alguien cría pájaros para que le canten entre rejas.


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