Seguimos teniendo una asignatura pendiente con el fenómeno de la inmigración. Vivimos en una sociedad atípica, capaz de conmoverse con las imágenes de refugiados golpeados en otras fronteras y muertos en las playas, mientras permanece fría y lejana con lo que sucede a nuestra vera, al otro lado de la valla. Se ignora esa realidad por miedo, los silencios cómplices abundan y se suman a las conclusiones
indecentes: ¿muertos?, ¿heridos?, ¿dónde están?... como ha sucedido en otro país no tenemos constancia oficial de todo esto. Estas son las respuestas con las que directa o indirectamente nos topamos tras los dos intentos de entrada de subsaharianos a través del espigón de Benzú. Sabemos, porque los hemos visto, que ha habido muertes, también heridos. A esto se suman batidas, detenciones y abandonos en el desierto... Todo esto se sabe porque hay organismos que trabajan al otro lado y entrevistan y fotografían a los supervivientes de las batidas que siguen postrados en una cama con las manos rotas a palos o las piernas fracturadas. Pero todo se ignora, porque conviene ser ignorado. Somos así de cobardes, así de hipócritas... capaces de pagar mensualmente la ‘limosna’ del niño que, nos cuentan, tenemos adoptado a miles de kilómetros, capaces de indignarnos porque Carmena se ha cargado el espíritu cristiano de nuestra Cabalgata, pero indiferentes ante los dramas que suceden en ese mirador de las vergüenzas convertido en frontera. Porque como pasa al otro lado... no sabemos ni queremos saber.
La bipolaridad de nuestros grupos de poder asusta. Ignoran la falta de respeto a los derechos humanos apoyándose en la falta de noticias oficiales que debieran ser ofrecidas por el país vecino, pero en cambio se sacan de la manga otras informaciones para justificar su política el miedo. En esto el Ministerio de Interior tiunfa. Es capaz de ‘vendernos’ que 30.000 inmigrantes quieren asaltar nuestras fronteras para justificar un blindaje y un pago al vecino, pero carece de recursos para disponer de las informaciones sobre los últimos intentos de entrada. Es más, para engordar esa política del miedo nos intoxican con mentiras diciendo que los saltos están organizados cuando la realidad es bien distinta, a no ser que ahora llamemos organización a un mero impulso. Pero nada pasa, todo sigue, la vida continúa... el problema son los Reyes. Sigamos siendo los mansos, que esta vida parece no haberse hecho para los sentimientos.