Como se insistió en base al reglamento del Congreso de los Diputados, Podemos ha tenido que resignarse a no conseguir los cuatro grupos parlamentarios que prometió a sus confluencias regionales.
Antes de que los veintisiete diputados de En Marea, En Comú Podem y Compromís se le escaparan hacia el grupo mixto produciendo una tremenda sangría para el partido morado, Pablo Iglesias decidió proponer una agrupación parlamentaria ‘plurinacional’ en la que se atendiera a los diferentes intereses y opiniones de las alianzas, cuyos pareceres se respetarían aun cuando fueran discrepantes con los de Podemos, todo ello en teoría. En Marea y En Comú Podem aceptaron el incumplimiento de una de las principales promesas de sus coaliciones, integrándose en un grupo que nunca han reconocido como propio y en el que la contraposición de ideas y objetivos parece que generará cierto grado de inestabilidad en tanto que estos partidos regionales no desistan de sus respectivas preocupaciones, distintas de las de Podemos por su circunscripción a territorios muy específicos con particularidades y necesidades especiales.
Sin embargo, Compromís no accedió al arreglo de Iglesias. Los cuatro diputados correspondientes al partido valenciano rompieron la asociación con Podemos por una mera cuestión de “coherencia”, de la que no ha habido rastro alguno ni En Marea ni En Comú Podem, los cuales hace una semana continuaban clamando por su irrenunciable identidad y sus consiguientes peculiaridades como formaciones distinguidas y distinguibles pero que, a la hora de la verdad, han consentido comulgar con lo contrario incongruentemente, tal y como han criticado en innumerables ocasiones a la vieja política. Creo que ahora, inmersos en esta situación, Compromís ha comenzado a ser consciente de la estupidez que supuso acudir a los comicios coaligados con Podemos a pesar de las divergencias fundamentales que separaban a ambos. Ya se rubricara con la intención de emplear la marca de Podemos como reclamo, con el propósito de concentrar el voto de la nueva izquierda en un solo núcleo o teniendo en mente sendos fines, las consecuencias postelectorales del acuerdo han demostrado su desastrosa ineficacia. Esto marcará, sin duda, el futuro de las relaciones entre Podemos y la región valenciana, y extenderá el titubeo frente a posibles coaliciones con los de Iglesias hacia otros territorios, sobre todo si el apaño con En Marea y En Comú Podem naufraga o exhibe excesivas complicaciones.
Los partidos regionales no deberían mostrar tantos temores ante la idea de afrontar unas elecciones generales renunciando al pacto con un socio de repercusión nacional, pues los resultados a menudo manifiestan que el electorado también puede ser movilizado por fuerzas natales si estas actúan adecuadamente. La propia Compromís es, precisamente, una de las formaciones regionales que tuvieron un importante apoyo de los votantes valencianos en las últimas elecciones autonómicas y municipales, por lo que en su caso marchar en solitario en las generales suponía un peligro menor. Sin embargo, eligieron la solución en apariencia más sencilla pero cuyo interior se ha revelado devastador. La actitud cobarde frente a este proceso democrático ha provocado errores cuyas consecuencias podrán ser profundas si la dirección no gestiona las circunstancias con cabeza.
Además, esta es la única forma de obtener una representación consecuente, útil y propia dentro del Congreso de los Diputados que comparta un rumbo aproximado compartido. Si ya de por sí un grupo parlamentario ha de ir posicionándose con respecto a las propuestas que discurren en el Congreso, la obligatoriedad de alcanzar a cada paso una sólida consonancia interna con subgrupos de diversos contextos puede ralentizar e incluso obstaculizar el buen desarrollo de aquel.
Como era de esperar, Podemos no ha reconocido este nuevo y estruendoso fracaso en la Cámara Baja y ha intentado ocultarlo bajo el halo extraordinario e insuperable de una unión supuestamente plural, enriquecedora y libre que en la práctica tendrá serios problemas al intentar corresponder todas las pretensiones dispares, que son muchas, si es que estas se llegan a considerar de verdad.