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Michel Tournier

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Michel Tournier, sin la menor duda uno de los escritores más importantes de Francia en la segunda mitad del siglo XX, se marchó de este mundo el pasado día 18 de enero.

El deceso tuvo lugar en Choisel, valle de la Chevreuse, departamento de los Yvelines, en donde el escritor, huyendo del mundanal ruido, había decidido pasar la última etapa de su vida. Tenía 91 años y, galardonado en 1970 con el Goncourt y propuesto varias veces para el premio Nobel, sin obtenerlo jamás, deja una obra de extraordinaria calidad literaria, aunque muy poco extensa –sólo nueve novelas-, y no demasiado conocida en España.
Michel Tournier vino al mundo en París el día 19 de diciembre de 1924, en el seno de una familia bien acomodada y muy vinculada a la cultura germana, lo que le permitió realizar frecuentes viajes a Alemania y conocer desde dentro la ascensión y evolución del nazismo. Su estancia en Alemania en los años que siguieron a la segunda Guerra Mundial, exactamente de 1945 a 1949, estudiando filosofía en la universidad de Tübingen, (ciudad universitaria a 40 kilómetros de Stugart), completaron su formación germanófila, a la que ya había precedido su formación francesa en la Sorbona. Clave en su etapa de formación fue su amistad con Gilles Deleuze, filósofo cuyo pensamiento habría de influir años después en toda la obra de Tournier. Cuando, después de sus estudios filosóficos en Tübingen volvió a Francia, se dedicó a la radio y televisión y a la traducción de autores alemanes al francés para la editorial Plon. Entre otros, tradujo la mayor parte de las obras de Erich María Remarque. Otra de sus pasiones fue la fotografía.
Fue en 1967 cuando Michel Tournier saltó a la fama con su primera novela, Vendredi ou les limbes du Pacifique, (“Viernes o los limbos del Pacífico”) publicada por Gallimard y basada en el mito del Robinson, cuyo éxito fue inmediato -Gran premio du la novela de la Academia francesa- y le abrió las puertas del mundo literario. Poco después hizo una versión juvenil de la misma obra, Vendredi ou la vie sauvage. (“Viernes o la vida salvaje”), que obtuvo un extraordinario éxito de ventas.
Pero su consagración definitiva como escritor le llegó tres años después con su obra maestra Le Roi des aulnes (“El rey de los alisos”), que le valió el premio Goncourt de 1970, por unanimidad del jurado, y la entrada en la Academia Goncourt. El título lo tomó de un poema de Goethe y la obra cuenta la historia de Abel Tiffauges, un francés preso en Alemania en los comienzos de la Segunda Guerra Mundial. En toda la obra, cuya acción transcurre en la parte más oriental de Alemania, Michel Tournier nos muestra sus extraordinarios conocimientos de la cultura alemana, sus mitos, costumbres, geografía, folclore, etc., todo expresado en un francés impecable. La crítica de la época calificó el libro de “escritura en la que se conjugan realismo y magia”. En Les Météores, (« Los Meteoros »), su tercera novela, vuelve al tema de los mitos, en este caso el de Castor y Polux, a través de dos hermanos gemelos, y en  Gaspard, Melchior et Balthazar (1980), al mito de los Reyes Magos añade un toque de misticismo.
Hacia finales del siglo XX la estrella de Michel Tournier comienza a eclipsarse. Sus últimos libros ya no tienen ni la fuerza y el interés de las primeras publicaciones. Recluido en su rincón de los Yvelines y alejado del mundillo literario de París, poco a poco, va dejando de estar en candelero en la vida cultural francesa. Las entrevistas que de vez en cuando concede a algún periódico o revista literaria, con algunas declaraciones y opiniones dignas de los sectores más reaccionarios, lejos de hacerle regresar a la actualidad perdida, sólo crean polémica. De todas ellas ninguna tan criticada como la que en 1989 vertió en el semanario americano Newsweek. Traduzco:
Los abortistas son los hijos y nietos de los monstruos de Auschwitz. Yo desearía restablecer la pena de muerte para esa gente.
Ni siquiera excluye los tres casos que incluso los más decididos enemigos del aborto suelen aceptar: violación, feto con deformaciones, peligro de la vida de la madre. Cuando aún no se habían apagado las protestas de las feministas sobre estas declaraciones, llegaron otras sobre el Holocausto que provocaron las iras de toda la comunidad judía. Fueron estas afirmaciones y otras parecidas las que, además de vincularlo a los sectores más carcas y conservadores de la vida francesa, acabaron por arrinconarlo hasta casi convertirlo en un muerto-vivo. Tras su fallecimiento deja una obra muy valiosa, aunque no muy extensa, y una popularidad que en los últimos años ha ido decreciendo. Seguro que, con el paso del tiempo, los críticos olvidarán sus desastrosas salidas de tono y sólo prevalecerá la calidad de su obra literaria.


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